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'Nadie nace en un cuerpo equivocado' repasa y repiensa el éxito de la identidad de género y la teoría queer

Los psicólogos José Errasti y Marino Pérez diseccionan en su libro el éxito imparable y los peligros del transactivismo

‘Nadie nace en un cuerpo equivocado’ repasa y repiensa el éxito de la identidad de género y la teoría queer

Marino Pérez y José Errasti | Fotos cedidas por los autores

Esta es la historia de un éxito fulgurante y sin paliativos. En pocas décadas, la corriente de pensamiento crecida al calor de universidades acomodadas del Oeste norteamericano ha prendido en casi todo el orbe occidental hasta configurar el actual auge de la identidad de género. «De ser algo marginal, lo queer ha pasado a estar en el centro de todo lo que tiene que ver con el sexo y la identidad de género, que a su vez ha pasado a estar en el centro del debate social y político», escriben José Errasti y Marino Pérez en Nadie nace en un cuerpo equivocado (Deusto), un ensayo que, como su propio subtítulo indica, aspira a diagnosticar el «éxito y miseria de la identidad de género». 

En solo cinco años, la industria de la identidad de género ha pasado de valer ocho mil millones a tres billones de euros. En 2007, sólo existía una clínica de género en Estados Unidos; hoy ya son trescientas. La teoría queer ha hecho valer el enfoque afirmativo bio-médico (el cambio quirúrgico de sexo y la hormonación), que ha encontrado un amplio paraguas político. «Es esta financiación -escriben los autores- la que convierte al transactivismo en una potente fuente de influencia política». Con la confluencia de intereses político-económicos, sumados a razones de índole social, y la casi total rendición universitaria y académica a la identidad de género, alzar la voz y pedir repensar el modelo se ha convertido en una temeridad. Ir contra la teoría queer equivale prácticamente a ir contra el progreso y contra las personas que no se identifican con su sexo. Pero, «¿estamos de verdad ante un tema de derechos civiles referidos a un porcentaje muy reducido de la población que padece incongruencia de género?».

En Nadie nace en un cuerpo equivocado, estos dos profesores de Psicología de la Universidad de Oviedo plantean las ideas, ideologías, mitos y mentiras que han llevado a la explosión de la siempre polémica cuestión de género.             

«Todo es un constructo y el sexo también»

Cuando el estructuralismo posmoderno boqueaba en las universidades francesas, sus rescoldos prendieron en los campus de California, alimentados por los estudios poscoloniales y de las mujeres. En la figura de la teórica Judith Butler, encontró en los 90 una estrella universitaria, madrina de la performatividad y la abolición del binarismo sexual. No hay hombres ni mujeres en función de sus genitales, sólo constructos sociales, artificio. Siendo así, cada uno puede ‘construir’ su identidad. Más que una teoría capaz de explicar el mundo, Errasti y Pérez lamentan que el constructivismo posmoderno, la base filosófica de la teoría queer, «es en realidad un síntoma de los tiempos». Entre esos síntomas está negar o cerrar ladinamente los ojos a la biología en favor del subjetivismo y el relativismo.   

Imagen vía Editorial Deusto.

«Sé tú mismo y sé lo que eres»

«El movimiento queer encarna a la perfección el espíritu de nuestros tiempos: individualista, irracionalista, metafísico, neoliberal». Sin el «contexto ideológico de las sociedades neoliberales de las últimas décadas», señalan los autores, no se hubiera producido el espectacular auge de la identidad de género. El individualismo, la creencia en un «yo auténtico», el narcisismo y el sentimentalismo radical, han abierto la veda a un pensamiento esencialista en el que el género sentido preexiste al sexo biológico. Este coctel narcisista, en el que el individuo se afirma sobre las convenciones sociales e incluso sobre las categorías científicas, es enormemente rentable e interesante para el nuevo capitalismo. Así, izquierda y capital han forjado una curiosa alianza en la que «el deseo individual es el nuevo protagonista de la política». 

El alcance e impacto de la publicidad sobre nosotros en el contexto atomizado de las grandes ciudades ha contribuido a hacer del género una cuestión de performatividad. Las redes sociales han actuado de altavoz y acelerador: «Nada de lo que está ocurriendo alrededor del sexo y los estereotipos sexuales podría estar ocurriendo sin Twitter, Instagram, Tumblr y Tik Tok». Allí, mensajes idealistas y esencialistas del tipo ‘sé tú mismo’, ‘cumple tus sueños’ y ‘sé especial’ han encajado a la perfección con el desarrollo y la popularidad de la autodeterminación de género. 

«Ir contra la autodeterminación de género es de fachas»

Para Errasti y Pérez, el activismo social, heredero de los estudios poscoloniales y de la mujer, ha encontrado en lo queer una falsa bandera de progresismo. Y no sólo eso, sino que ha logrado que cada matización o cada análisis negativo del fenómeno, especialmente de la terapia afirmativa bio-médica para transicionar de género, se lea como un ataque a las personas con disforia de género. Es lo que llaman la ‘inqueersicion’, cuyo radio de acción principal son las redes sociales. Este aspecto de tendencia ha hecho que no existan apenas voces discordantes en política y, especialmente, en el mundo académico, vendido al «infantilismo» de las teorías de género. En cambio, opinan estos autores, la terapia afirmativa no sólo no es progresista sino profundamente «reaccionaria»: niega el sexo biológico pero paradójicamente fomenta el cambio de sexo y se dice de izquierdas pero confluye a la perfección con los interés neoliberales.   

«Tú cuerpo está equivocado»

Asegura el sociólogo y activista trans Miquel Missé al inicio de A la conquista del cuerpo equivocado: «Siento la extraña sensación de que me han robado el cuerpo. De hecho, siento que nos los han arrebatado a las personas trans en general». Su libro es uno de los alegatos más importantes dentro del colectivo contra el transicionismo de género que, erigido en la opción estrella defendida por la política y la medicina, ha «robado la posibilidad de vivir el cuerpo de otra forma». Nadie nace en un cuerpo equivocado ataca desde el título mismo esa idea errónea de que el género autosentido y preexistente está preso en una configuración biológica concreta y hostil. No sólo sería reaccionario (hasta el punto de pensar que si una chica juega al futbol quizás no esté cómoda en su cuerpo) sino exageradamente deudor de una visión clínico-médica. «Lo ideológico está ya inmiscuido en lo científico», alertan Errasti y Pérez, y la terapia afirmativa está institucionalizada a nivel político.

Sin embargo, esta manera de tratar la disforia, cada vez más fomentada entre niños en edad escolar e incluso alimentada por rasgos de popularidad y fenómeno social en los campus americanos y las redes sociales, puede acarrear serias consecuencias. Los casos de destransicionismo se han multiplicado y algunas de estas personas, como la joven canadiense Dagny, se han erigido en activista contra la terapia afirmativa y la narrativa única que ofrece a quienes, en edades en las que la personalidad y el cuerpo se están desarrollando, reniegan de su sexo. 

«Cambiar tu cuerpo resolverá tus problemas»

Recientemente, Francia ha aprobado una ley que abre la puerta a retirar la patria potestad de los hijos si se oponen a su cambio de sexo. Es la evidencia de hasta qué punto la terapia afirmativa ha ido conquistando espacio hasta entrar de lleno en la infancia. Keira Bell, otra joven que realizó el camino inverso (la destransición) narra cómo, a los 14 años, comenzó a «luchar contra mi sentido de identidad». «Para entonces -prosigue- ya me había creído la mentira de que mi problema real era estar atrapado en un cuerpo equivocado y las mismas personas que estaban destinadas a ayudarme me habían ayudado a creer esa mentira». A los 23 demandó al Servio Nacional de Salud británico y el tribunal le dio la razón. 

Para Errasti y Pérez, los problemas de disforia de género son reales, el malestar existe sin duda en nuestros niños y jóvenes. Pero se trata de «un problema social más que clínico médico-quirúrgico». De hecho, señalan, «la disforia de género estaría funcionando en realidad como canalización de una diversidad de malestares propios de la adolescencia, que nuestra sociedad incluso facilita que aparezcan en la infancia». Como Manuel juega con Barbies, Manuel no es chico sino chica, y aunque ni siquiera él mismo lo sepa, seguramente quiera y necesite un cambio de sexo. Ahí, en un paradójico regreso binarista por la izquierda, tras recorrer todo el campo del progresismo, estaría la trampa, según los autores de Nadie nace en un cuerpo equivocado. Y lo peor es que no está exento de consecuencias: «El generismo no desbanca a la biología, pero sí desestabiliza, con el apoyo de la neolengua, la relación que las personas tienen con su cuerpo». Ante el malestar, la sociedad actual sólo tiene un conjunto de pastillas de hormonación y un bisturí que ofrecer. 

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