Sánchez irá a la investidura en octubre aunque no tenga cerrado el apoyo de Junts
Quiere «abrirle los ojos» a Puigdemont ante el riesgo de ir a elecciones. Si no lo consigue, será el primer mitin de campaña
La hoja de ruta prevista hace dos meses se mantiene intacta. Como adelantó THE OBJECTIVE, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, tiene muchos círculos en rojo en su calendario, pero una línea continua en la segunda quincena de octubre, cuando prevé presentarse a la investidura para ser nuevamente el inquilino del Palacio de la Moncloa. Cierto es que, desde hace una semana, una ola de pesimismo recorre el Gobierno considerando la repetición electoral entre los posibles escenarios. Pero en el núcleo duro del presidente siguen confiando en que habrá acuerdo pese a las posiciones maximalistas en las que se sitúa el expresidente catalán, Carles Puigdemont.
Según ha podido saber THE OBJECTIVE, sea como fuere, Pedro Sánchez se presentará a la investidura con o sin acuerdo con Junts. La estrategia del Ejecutivo pasa por «abrirle los ojos» a Puigdemont, y meter miedo a los independentistas ante la posibilidad de acudir a las urnas desde la convicción de que «seguirían perdiendo apoyo social». Un escenario que, según Moncloa, temen Junts y ERC tras el enorme varapalo sufrido el 23-J en Cataluña, cuyo «resultado incontestable» hundió a Junts hasta la quinta fuerza política, con un 11,16% de voto, precedido por ERC, con un 13,16%.
Octubre caliente
En la hoja de ruta de Pedro Sánchez se dibuja un octubre caliente. Primero, porque pasado el aniversario del 1-O se precipitarán las conversaciones y se podrá avanzar con más libertad. Y segundo, porque confían en que el rey Felipe VI encargue al candidato del PSOE la investidura con diligencia, en un plazo corto de tiempo, como hizo con Feijóo, cuyo encargo se realizó el mismo día en que concluyó la primera ronda de consultas en el Palacio de la Zarzuela. De ser así, Felipe VI podría volver a consultar a los grupos después de la investidura fallida de Feijóo el 29 de septiembre. Lo más probable apunta a la primera semana de octubre.
A partir de ahí, la pelota estará en el tejado de Sánchez, quien será, en conversación con la presidenta del Congreso, Francina Armengol, quien fije la fecha que más convenga al candidato. El precedente de Feijóo, quien supuestamente solicitó tiempo a Armengol para armar una mayoría, ha sido duramente criticado por el Gobierno y el PSOE, calificándolo de «paripé» y «pérdida de tiempo». Lo anticipado por Moncloa en estas semanas es que Pedro Sánchez no se demorará y actuará rápidamente. Pero todo está a expensas del estado de las negociaciones. Si el presidente en funciones ve agua en la piscina, pisará el acelerador para precipitar la fecha más pronta posible -se apunta a la tercera semana del mes-. Pero si no hay avances, los planes de Moncloa pasan por activar la estrategia electoral para presionar a sus socios potenciales.
Las fuentes gubernamentales consultadas por este periódico sostienen que la beligerancia de los postulados de Junts son posiciones de máximos, que confían en rebajar de aquí a entonces. Pero si no lo consiguen, la sesión de investidura de Sánchez se convertirá en el pistoletazo de salida de la campaña electoral para los comicios del 14 de enero. Y en Moncloa están convencidos de que esto servirá para mejorar sus resultados en Cataluña, donde el PSC ganó las elecciones con un 33% del voto; y que se castigará a quien fuerce al país a una repetición electoral, como ocurrió con los procesos de 2016 y 2019.
«Vamos a gestionarlo para que sigan perdiendo apoyo», decía hace unos días una ministra del Gobierno, admitiendo que no hay temor a acudir a las urnas. Según Ferraz, «no habría grandes cambios», pero según Moncloa, la Diada ha sido la demostración de que «van perdiendo apoyo», y que el «pinchazo» de las formaciones independentistas augura que la tendencia a la baja continuará como «se ha visto elección tras elección».
Señales positivas
Y, sin embargo, en el entorno más cercano a Pedro Sánchez no han perdido la esperanza ni dan la batalla por perdida. Las elecciones son una opción, pero no la primera opción. Moncloa confía en que habrá acuerdo y que el escrupuloso hermetismo de las negociaciones son el mejor síntoma de ello. Ni siquiera el más impredecible de los actores en la negociación, los representantes de Junts, ha filtrado nada al respecto de la letra pequeña. Pero existen otros síntomas, como las declaraciones del presidente catalán, Pere Aragonés, confirmando el abandono de la vía unilateral, que el Gobierno considera de capital importancia. «Es impensable que Aragonés dijera esto hace años», explican en referencia a su condición de ‘poli bueno’ para facilitar un acuerdo en el que Puigdemont «es quien ahora lleva la posición de fuerza».
El «forcejeo» en la negociación versa sobre el objetivo de lograr que Junts y ERC se comprometan por escrito a suscribir el abandono de la unilateralidad y la promesa de que no habrá otro referéndum ilegal como en 2017. No obstante, las fuentes gubernamentales admiten que esto «es imposible» y que sólo pueden aspirar a rebajar los postulados iniciales, sobre todo en relación a los tiempos y a la condicionalidad previa a la votación de investidura. La madre del cordero es la amnistía que estas fuentes reconocen que serviría para profundizar en la senda de convivencia y reconciliación en Cataluña. Preguntado por esta cuestión, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, abogó sin citarlo que «éste es el camino del Gobierno para ir cerrando heridas. Convivencia, ley y Constitución» y mostró su satisfacción porque el Tribunal Supremo ratificó este jueves «la total legalidad de los indultos en un paso importante para la convivencia».