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La pugna entre Junts y ERC enfría la investidura y dispara el temor a nuevas elecciones  

Un halo de pesimismo envuelve al Gobierno tras comprobar en la Diada la división de los independentistas

La pugna entre Junts y ERC enfría la investidura y dispara el temor a nuevas elecciones  

El secretario de Organización del Partido Socialista, Santos Cerdán, y la vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Flickr PSOE

Gobierno y PSOE descontaban la semana pasada la distorsión que introduciría la Diada en la negociación de la investidura. Sin embargo, también pronosticaban que, pasado el 1 de octubre, se rebajaría la presión y ello precipitaría el acuerdo con Junts per Catalunya. Ese optimismo se ha desvanecido. Según las fuentes socialistas consultadas por THE OBJECTIVE, el clima en los círculos del PSOE se mueve entre el realismo y el pesimismo. En este sentido, son conscientes de que la pugna en el seno del bloque independentista podría llevar la negociación a un terreno de «posiciones inasumibles», en el que se hace «cada vez más probable una repetición electoral»

Mientras que en Ferraz se ha dictado la ley del silencio, los negociadores socialistas admiten que hay un «forcejeo» con Junts en torno a las reclamaciones que parecen inamovibles por parte de Carles Puigdemont: el mediador internacional, la aprobación de una amnistía y la renuncia a la unilateralidad. Fuentes gubernamentales constatan a este periódico que «es imposible» que Junts se comprometa por escrito a no volver a la vía unilateral y entierre la posibilidad de un nuevo referéndum. «¿Cómo va a hacerlo estando ERC al lado?», explican estas fuentes, conscientes de que ambas partes se encaminan a una escalada de las exigencias y la negociación, y no a un punto de acuerdo. 

La vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, este lunes en Ferraz, tras la reunion de la Ejecutiva federal del PSOE.

El subconsciente de Montero

«Creemos que hay espacio para el acuerdo», solemnizó la vicesecretaria general, María Jesús Montero, en una medida rueda de prensa, en la que no sólo no asumió la negociación por la amnistía que reconocen sus socios de Sumar, sino que pareció dar varios pasos atrás, retrotrayéndose a los momentos en los que el PSOE se erigió en muro de contención contra el independentismo, como su apoyo al 155 tras el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. «Las posiciones de Puigdemont se encuentran en las antípodas de las nuestras», señaló Montero tras reprender a quienes se decantan por «comportamientos de confrontación» en lugar de «confluir por la senda del diálogo». 

Sin mencionar expresamente a Pere Aragonès, al ser preguntada sobre la apuesta de éste por el referéndum en el discurso institucional en la víspera de la Diada, la número dos del PSOE se limitó a mostrar comprensión porque «en días como hoy se intensifican mas los símbolos y los iconos. De ahí esas declaraciones». Y ante la cascada de históricos socialistas en contra de la amnistía, repitió una y otra vez que «cualquier encaje pasa por un encaje constitucional». Un discurso considerablemente distinto a la «valentía, coraje y audacia» con los que Pedro Sánchez abogó por «pasar página» del 1-O hace una semana, mostrándose convencido de que habrá acuerdo. 

En privado, la dirección socialista se abre ya a la posibilidad de que este acuerdo descarrile y se frustre la investidura de Pedro Sánchez, forzando una nueva convocatoria electoral el 14 de enero. «Trabajamos para evitar las elecciones», explican estas fuentes, dando alguna pista sobre su incipiente desánimo. Recuerdan el escenario de 2019, cuando la competición entre Junts y ERC forzó la caída del Gobierno socialista, inmerso en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado con ERC. Recuerdan cómo se tensó en exceso la cuerda y cómo se dejó caer al Gobierno por la pugna entre los competidores catalanes a gritos de «botifler», el mismo cántico que ha vuelto a escucharse este 2023 en las ‘desinflamadas’ calles de Cataluña, de las que presume el Ejecutivo socialista. 

La cúpula de Ferraz cree que unas elecciones no resolverían nada porque, precisamente en 2019, «la gente votó prácticamente lo mismo» y nadie podrá «ir sobrado» a una investidura en un escenario similar al actual. Son argumentos que transmiten también en privado: que no ha dado tiempo a que Junts rentabilice electoralmente su recuperada posición de fuerza en la negociación con el palacio de la Moncloa y que es conveniente reforzar el camino del encuentro y la negociación. Pero para Junts una ley de amnistía previa a la investidura de Pedro Sánchez sigue siendo una condición sine qua non. No les vale la mera admisión a trámite de la ley, como confiaban en el PSOE. 

Baño de realidad

El baño de realidad alcanzaba este lunes también a Sumar, cuyo portavoz, Ernest Urtasun, rebajó este lunes la idea de «forzar la maquina» y aprobar una amnistía express por el procedimiento de urgencia y en lectura única. Donde hace una semana los negociadores constataban que había voluntad de llegar a un acuerdo porque «Puigdemont no quiere elecciones», ahora sólo hay dudas y temores: «Estamos tratando de comprobar si hay disposición, si quieren o no llegar a un acuerdo…», lo cual no está garantizado. 

A diferencia de Junts o Sumar, el PSOE no hará pública su propuesta de amnistía o alivio penal hasta saber si hay o no un acuerdo. «Si hay posibilidad de que se abra camino, lo explicaremos, y si no, veremos. Contaremos los acuerdos o los desacuerdos». Hasta entonces, la ley del silencio se ha instalado en Ferraz, 70. Con una reunión de la Ejecutiva Federal sin Pedro Sánchez por su contagio por covid, la dirección federal pidió silencio y respeto por los tiempos. Ahora le toca al PP, al candidato Alberto Núñez Feijóo. 

Quedan quince días hasta el fracaso del PP en la investidura, lo cual le da al PSOE margen para comprobar si hay agua en la piscina de la negociación. Pero la competición interna entre los independentistas recuerda tiempos pasados y trae malos augurios. «Nadie sabe por dónde pueden salir», explican. Mientras tanto, el Gobierno no es capaz de ocultar que la negociación no ha registrado avances significativos en las últimas dos semanas. 

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