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Política

Giorgia Meloni, entre el respaldo popular y la incertidumbre atlántica

La presidenta italiana pide un encuentro entre la UE y EEUU para hablar con «franqueza» del presente y el futuro

El 17 de marzo de 2023, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, acudió al congreso de la CGIL, el histórico sindicato comunista, para hablar de «unidad nacional». Nada más subir al escenario, los presentes entonaron el Bella Ciao. Meloni guardó silencio, miró a la platea y empezó a hablar. Recordó que hacía 27 años que ningún primer ministro acudía al congreso del sindicato, y que eso tenía que cambiar. «Con mi presencia hoy celebramos la unidad nacional. La unidad no es anular la contraposición, porque esta tiene un rol positivo, incluso educativo. La unidad es el interés superior, el destino común que da sentido a la contraposición. Y quiero pensar que trabajamos todos, según nuestras diferencias, en el mismo objetivo que el bien de nuestra nación». Acabó recibiendo unos aplausos, «tímidos pero (históricos) aplausos», recogió la prensa italiana.  

Giorgia Meloni lleva al mando del gobierno italiano desde 2022, cuando su partido, Fratelli d’Italia, ganó las elecciones. Heredera de una cultura nostálgica con el régimen de Mussolini (militó en un partido de derecha radical de joven), fue ministra del gobierno de Silvio Berlusconi, rozó posiciones euroescépticas y ahora aspira a convertirse en la referente europea de la nueva derecha antiwoke´, en teoría en plena sintonía con Trump y su equipo, a quien alabó en campaña electoral. Pero después de la llegada de Trump a la Casa Blanca, la presidenta se ha cerrado en una estrategia que en Italia se conoce como «attendista», es decir, de contemporizar a la espera de ver cómo evolucionan los acontecimientos.

La última semana de febrero ha sido, en efecto, una semana de incertidumbre en el cuartel general de la presidenta italiana. Los exabruptos de Donald Trump, así como el evidente giro de 180 grados en la guerra en Ucrania, un tablero en el que la italiana ha defendido a capa y espada al presidente Volodomir Zelenski, han generado sorpresa. Y también silencio. «Somos como submarinistas», ironizaban algunos dirigentes del Ejecutivo italiano en conversaciones con los periodistas locales. El viernes Zelenski viajó a Washington y solo después de la bronca con Trump, Meloni ha vuelto a hablar. La italiana pide un encuentro entre la UE en su conjunto y Estados Unidos para hablar con «franqueza» sobre el presente y el futuro.

Giro de Trump

¿Seguirá Meloni presumiendo de amistad con Elon Musk o se alejará de Washington para volver al redil europeo, donde París busca protagonismo y relevancia? Esta es una de las preguntas que sobrevuelan el presente y el futuro de la presidenta italiana, una dirigente que ha vinculado gran parte de su éxito a su apuesta atlántica, incluso por encima de la europea, pero que ahora se ve obligada a capear una tormenta en la que su teórico amigo y referente afirma que Europa «nació para joder a Estados Unidos».

La cuestión internacional no es residual para el liderazgo de Meloni y su luna de miel con el electorado italiano, que persiste tres años después de su victoria en las generales. Los sondeos dibujan unos apoyos por encima del 27%, según un sondeo de enero del Corriere della Sera; es un punto más que el resultado que cosechó en las generales de 2022. Y todo ello a pesar de que su Ejecutivo ha experimentado tensiones, dimisiones y polémicas.

Pero la estrella de Meloni no se ha apagado todavía, algo muy relevante para un país acostumbrado a contemplar drásticas y repentinas caídas de apoyo electoral cuando un político alcanza el poder. Además, desde su llegada al Gobierno, Meloni ha adoptado decisiones que han levantado ampollas, como la de trasladar a Albania los inmigrantes en situación irregular. Los jueces tumbaron la medida, y Meloni recibió críticas en Europa, tanto en la Comisión como de mandatarios como Pedro Sánchez. Pero la inmigración irregular en Italia va bajando, mientras que Canarias ha pasado a ser el centro de las llegadas.

También han sido criticadas sus posiciones sobre los derechos civiles de la comunidad LGTBi. La oposición la tacha de «insensible» por impedir inscribir a los hijos de parejas homosexuales, además de frenar la gestación por subrogación fuera del país. Con respecto a su gestión, los datos económicos atestiguan un crecimiento de Italia, aunque más moderado que el de otras economías europeas. El Fondo Monetario Internacional prevé una mejora de la economía italiana alrededor del 0,7% para 2025, frente al 1,6% del Reino Unido y del 2,3% de España. Pero con un repunte de la inflación inferior al de otros países como España. Y todo ello confiando en una agenda económica dibujada por Mario Draghi, que Meloni criticó en la campaña electoral, pero que inmediatamente adoptó. 

Polémicas y economía 

Meloni se erige en defensora de la «familia tradicional», exponente de una derecha social que rechaza la cultura woke y su lenguaje (pidió que se la llamara «presidente», y no «presidenta») y que reivindica la «civilización occidental». La misma civilización que en su opinión estaba en juego en Ucrania, donde ahora EEUU quiere dialogar y hasta respaldar a Putin. Y esa contradicción puede convertirse en una tormenta perfecta para su liderazgo. Entre otras cosas porque los aranceles que quiere imponer Trump preocupan mucho a Italia, que exportó el año pasado bienes por valor de 65.000 millones de euros.

Meloni se aleja de Vox y de otros grupos de la derecha radical en Europa, donde se afianza Matteo Salvini, y parece apelar a un nuevo encaje atlantista. El sábado de la semana pasada intentó avisar al amigo americano. Lo hizo en la Conferencia Política de Acción Republicana (CPAC), celebrada en Washington, donde pronunció un discurso que sonó a declaración de intenciones.

«La batalla política y cultural por los valores conservadores no es solo una batalla estadounidense, es una batalla occidental. Sigo creyendo en Occidente no solo como espacio geográfico, sino como civilización. Una civilización nacida de la fusión de la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos. Una civilización construida y defendida a lo largo de los siglos a través del genio, la energía y los sacrificios de muchos», dijo.

Algo parecido ocurrió después del choque entre Zelenski y Trump, cuando propuso un encuentro entre la UE en su conjunto y EEUU. Al igual que ocurrió con los sindicalistas italianos, vuelve a apelar a la «unidad». «Cada división en Occidente nos convierte en más débiles y favorece aquellos que quieren ver el declive de nuestra civilización. No de su poder o influencia, sino de sus principios fundadores, el primero de ellos la libertad. Es una división que no favorece a nadie», afirma Meloni, que plantea hablar con claridad de los retos de «hoy, a partir de Ucrania» y de «mañana».

En Italia, desde hace años Meloni apela a la unidad como parte de un discurso conservador y social que le otorga un notable apoyo electoral. Pero el salto hacia adelante de Trump obliga ahora a tomar partido, y a decidir si hay que insistir en un atlantismo tradicional, refundarlo o reivindicar la capacidad de Europa de resolver sus problemas de forma autónoma. De momento, Meloni afirma que hay que defender la «civilización occidental», cuyo eje es la libertad, y que hay que hacerlo todos juntos. Pero queda por ver si Trump piensa lo mismo, y si esta dirigente quiere insistir en proponerse como cabeza de puente en Europa de la nueva derecha americana.  

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