La fiscal acredita «sin lugar a dudas» la autoría de los etarras que mataron a Giménez Abad
La representante del ministerio público ha pedido 30 años de cárcel para ambos acusados
La fiscal de la Audiencia Nacional Ángela Gómez-Rodulfo ha sostenido que en el juicio por el asesinato del senador y presidente del PP de Aragón Manuel Giménez Abad en 2001 ha quedado acreditada «sin lugar a dudas» la autoría de los etarras Mikel Garikoitz Carrera Sarobe, Ata, y Miren Itxaso Zaldúa, Sahatsa, tal y como ha adelantado EFE.
«Son los autores y actuaron en nombre de ETA» ha defendido la fiscal en la exposición de sus conclusiones definitivas, tras haber mantenido su petición de 30 años de cárcel para ambos acusados por un delito de asesinato terrorista.
Sus defensas, por el contrario, han pedido la absolución por falta de pruebas, y el abogado de Zaldúa, poco antes de que el juicio quedara visto para sentencia, ha pedido incluso a la Sala su «inmediata» puesta en libertad porque lleva dos años en prisión preventiva sin que se haya podido demostrar su participación en este asesinato. El letrado ha criticado también que se haya decretado la «imprescriptibilidad» de los crímenes de ETA y ha advertido que esa no es la mejor forma de «avanzar».
Para la fiscal sí ha quedado constatada la autoría de ambos como acreditan los reconocimientos fotográficos de diversos testigos, entre ellos el hijo de la víctima, Borja Giménez Larraz, que acompañaba a su padre ese día al estadio de La Romareda (Zaragoza) y presenció su asesinato.
Contaba entonces con 17 años, y según él mismo narró, y ha recordado la fiscal, llegó a cruzar su mirada con el asesino tras «rematar» a su padre con un tercer disparo en la cabeza cuando cayó al suelo, momento en el que aseguró: «Nos vimos perfectamente las caras». En el juicio identificó a Carrera Sarobe como el autor de los disparos sin «ninguna duda».
El hijo de la víctima dio además tras el atentado una descripción del asesino que «nunca ha variado», ha destacado la representante del Ministerio Público, que ha apuntado que le ha identificado principalmente por «la mirada» aunque el acusado tenga ahora la cabeza rapada y no el pelo largo como él le describió.
Al respecto ha destacado el «asombroso» parecido del retrato robot con la foto de Ata cuando llevaba el pelo largo y que ayudó a elaborar otro de los testigos protegidos que han identificado a Carrera Sarobe.
Si bien ha admitido que los reconocimientos fotográficos por parte de los testigos no son suficientes para «enervar» la presunción de inocencia, ha defendido la validez de estas pruebas porque han sido corroboradas por los informes policiales de carácter pericial, elaborados en base a «datos objetivos» como son los documentos intervenidos a ETA en Francia y que se conocen como «sellos».
Esa documentación, entre ellas una carta manuscrita de Zaldúa, cuya letra ella misma ha reconocido y que firma como Sahatsa, sitúa a los dos acusados al frente del comando Basajaun al que se atribuye este atentado e ilustra cómo ambos huyeron a Francia y allí se integraron «en la estructura militar de ETA con responsabilidades».
Respecto a su tardía identificación como autores del asesinato, la fiscal ha explicado que en 2001, «pese a la cantidad de testigos» presenciales, la causa tuvo que ser archivada porque las Fuerzas de Seguridad desconocían entonces la existencia de Ata y Sahatsa y del comando Basajaun.
Llevó años detectarles, durante los cuáles hubo varias reaperturas y archivos de la causa y se llegó incluso a investigar sin resultado la presunta responsabilidad de otros etarras como David Pla.
No fue hasta 2008 cuando se intervino una foto de Carrera Sarobe al etarra Asier Eceiza y se empezó a indagar en su actividad en ETA.
De Zaldúa no se supo de su pertenencia a ETA hasta 2005 cuando fue detenida en Francia, y hasta 2019 no se conocieron las acciones que había cometido en España.
Al tener acceso a toda la documentación intervenida a lo comandos en Francia, es cuando se supo del comando Basajaun, en el que Ata ha reconocido haber estado integrado, si bien ha negado haber participado en este asesinato.
Zaldúa ni siquiera admite que perteneciera a dicho comando y para tratar de demostrar que el día del atentado ninguno de los dos estuvo en Zaragoza, ambos han presentado sendas coartadas.
Uno asegura que estuvo en el país vasco francés en una fiesta organizada por las ikastolas de Iparralde y la otra que fue al cine con sus amigas en Usurbil, y dijo insistentemente que se acordaba de lo que hizo ese día porque «le impresionó» el atentado por estar su hijo presente.
La fiscal entiende que los testigos llamados a corroborar sus versiones exculpatorias han incurrido en numerosas contradicciones y no han presentado prueba alguna que acredite sus afirmaciones.
Solo una entrada de cine aportada de forma «sorpresiva» en el juicio cuando al parecer la defensa de Zaldúa la tenía en su poder desde el 16 junio, lo que, según la fiscal, no se entiende teniendo en cuenta que la acusada está en prisión preventiva.
Cree que actuando así se pretendía evitar que tuviera tiempo para presentar una prueba de descargo, como que es «fácil» comprar en internet lotes de entradas de cine antiguas.