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Entrevista en la cárcel a un 'asesino' que pide clemencia al Rey: «Lo mío es todo un montaje»

El presidente del tribunal que le condenó en 2018 subrayó que no existen pruebas que le sitúen en el lugar del crimen

Entrevista en la cárcel a un ‘asesino’ que pide clemencia al Rey: «Lo mío es todo un montaje»

Ilustración de Alejandra Svriz.

Locutorio del Centro Penitenciario Ocaña-II, en la provincia de Toledo. A través de la cristalera que marca la separación entre presos y visitantes, vemos acercarse a D. Hernández acompañado por un funcionario. Lleva encarcelado desde 2015 por un asesinato del que dice ser inocente. Agita desde la distancia una carpeta con documentos recopilados a lo largo de su procedimiento judicial y que, según su versión, demostrarían que ha sido víctima de un montaje.

La escasa luz en el locutorio de la prisión recuerda a la película ‘Yo creo en ti‘. Dirigida por Henry Hathaway en 1948, ese largometraje en blanco y negro narra una historia real. Un escéptico periodista (interpretado por James Stewart) se sienta frente a un condenado por asesinato que dice ser inocente, alentado por una madre que lucha incansablemente por demostrarlo y sacar a su hijo de prisión. En este caso, el reo es un cubano de 50 años que llegó a España en 2004. Residía en Málaga y trabajaba en una empresa de reformas hasta que en 2015 se vio implicado en un asesinato relacionado con el robo de un cargamento de drogas. Hechos con los que afirma no tener nada que ver, pero por los que lleva ya ocho años en prisión. Le restan otros 17 de condena.

Descuelga el teléfono para iniciar la entrevista en el locutorio de la prisión, pero ni siquiera llega a sentarse cuando empieza a contar su historia. Solo tenemos 40 minutos y se le nota ansioso por dar a conocer su versión. No podemos tomar fotografías, pero sí grabar su voz con una grabadora vieja. «Quiero que todo el mundo sepa que soy inocente y que sufro una injusticia. A mí lo que hicieron es fabricarme en el juzgado una causa con cosas que no son ciertas y que se basan en su mayoría en el testimonio de alguien que miente. Un personaje que, por reducir su posible condena y la de su pareja, se inventó una historia totalmente falsa por la que llevo aquí ocho años», señala Hernández en entrevista con THE OBJECTIVE.

Carta de súplica del preso D. Hernández, condenado por asesinato, a los jueces que le sentenciaron.

«Sabiendo que miente esa persona, a la que yo consideraba mi amigo, han cogido las cosas que han querido para condenarme injustamente y aquí tengo las pruebas, con las fechas y todo, que lo demuestran», añade. La persona a la que se refiere Hernández es un amigo de la infancia. Durante la instrucción del caso, la Fiscalía consideró en todo momento a ese hombre, D.M., como el cerebro que orquestó un intento de robo de drogas a dos ciudadanos colombianos en Mijas. Lo que iba a ser una estafa terminó con la muerte a tiros de uno de estos últimos en un piso en el que Hernández había vivido meses antes.

El juicio terminó con cinco personas condenadas a 17,5 años de cárcel por delito de asesinato, incluido Hernández. Por el contrario, el hombre que organizó el robo donde se produjo el crimen, D.M, solo fue sentenciado a cuatro años de prisión por el mismo delito. Ya está en la calle gracias a su colaboración con los investigadores. El suyo es el único testimonio que sitúa a Hernández en el lugar del crimen cuando se produjeron los hechos.

Carta al Rey

Le pedimos a Hernández que se siente para poder continuar la entrevista con calma. Es la primera vez que cuenta su historia desde que fue condenado. El que fue su abogado, del que ahora sospecha que actuó contra sus intereses y le llevó a autoincriminarse, ya agotó todos los recursos posibles para reabrir su caso o revocar su condena por vía judicial. La madre de Hernández, que vive en Estados Unidos, escribió una carta al rey Felipe VI pidiendo al monarca que hiciera lo posible por revisar el caso de su hijo.

«Le pido en nombre de mi hijo que se haga justicia. Le ruego a su excelencia, desde lo más profundo de mi corazón, que ordene la revisión de esta causa o su anulación por el error irreparable que le han producido a mi hijo», señalaba la madre del preso en una carta enviada a Felipe VI en julio de 2021. En la misiva, la progenitora de Hernández narraba las múltiples irregularidades presuntamente sufridas por su hijo durante el juicio y la instrucción de la causa. El Palacio de la Zarzuela contestó amablemente a la mujer, residente en EEUU, diciendo que el Rey no tiene competencias para aliviar su sufrimiento ni para intervenir en las decisiones de los tribunales y jueces.

Haga click aquí para leer la carta de la madre de D. Hernández, preso por asesinato, al rey Felipe VI.

Un juez defiende su inocencia

Volvemos a la entrevista. La prensa es el último clavo ardiendo para Hernández. «Solo pido que me hagan caso. Ya no sé qué más puedo hacer. Han venido abogados prometiéndome la libertad, pero al final lo único que ha servido es para que me roben. Hace unas semanas vino uno al que mi madre pagó 6.000 euros. Se ha desaparecido con el dinero y no hemos vuelto a saber de él», relata.

Hernández saca de su portafolios el primero de los documentos judiciales en los que se escuda para defender su inocencia. Se trata del voto particular del magistrado Enrique José Peralta, presidente de la Sección Número 9 de la Audiencia Provincial de Málaga. En contra del criterio de las otras dos juezas que componían el tribunal, ese magistrado consideró que durante el juicio no se acreditaron «datos objetivos» que demuestren que Hernández estuviese presente en el lugar donde se produjo el crimen en el momento de los hechos. El juez defiende que debió ser absuelto del delito de asesinato.

En un texto inusual, el magistrado subraya en su voto particular que la condena contra Hernández por asesinato se basó en «suposiciones», «sospechas» y «valoraciones personales». Y añade que dar por acreditado que estuvo en el lugar de los hechos cuando se produjo el crimen, a la vista de las pruebas expuestas durante el juicio oral, «no es admisible en nuestro derecho penal».

Voto particular del magistrado Enrique José Peralta, en el que se defiende la absolución de D. Hernández.

«No cabe valorar como dato incriminatorio (y mucho menos con fuerza probatoria) la declaración del co-imputado D.M., que realiza otra serie de manifestaciones inculpatorias para otros acusados y que tienen también una finalidad de doble beneficio propio: disminuir su grado de responsabilidad y participación y, en segundo lugar, lograr una sustancial rebaja de la pena», indica el magistrado Enrique Peralta Prieto, presidente de la Sala, en su voto particular.

«Es la única persona que ubica al citado D. Hernández en el piso, en el momento del hecho, pero ni siquiera le da participación efectiva y concreta en el mismo», añade el juez. El magistrado considera que la declaración de D.M. «no puede ser tenida como cierta» al incurrir en numerosas contradicciones durante el juicio y cambios de versión, con respecto a su descripción inicial de los hechos y en relación a sus acusaciones contra otro condenado de origen francés. Este último, según el voto particular del magistrado presidente, también debió ser absuelto del delito de asesinato ante la ausencia de pruebas objetivas que demuestren su presencia en el lugar del crimen en el momento en el que se produjeron los disparos.

Apelando a la «lógica jurídica», el magistrado presidente de la Sección Novena de la Audiencia de Málaga consideró erróneo responsabilizar penalmente a Hernández y al francés por el delito de asesinato: «El fallo debería absolver a D.Hernández y a J.J.P.F. del delito de asesinato que se les imputa en esta causa, pues ninguna relación tienen con el fallecimiento». No obstante, las otras dos magistradas del tribunal apoyaron las condenas solicitadas por la Fiscalía. Incluso la sentencia a cuatro años de cárcel para D.M. por asesinato, a pesar de que el código penal establece una pena de entre 15 y 25 años para ese delito.

«Se llegaron a inventar para él una condena que no está contemplada en la ley», afirma Hernández. El hombre que le incriminó y que organizó el robo donde se produjo el asesinato, D.M., recibió una sentencia cuatro veces inferior a la del resto de condenados gracias a su cooperación con los investigadores, según el fallo de la Audiencia Provincial. Ya está en la calle.

«Era mi amigo y me tendió una trampa»

El suyo es el único testimonio que sitúa a Hernández en el piso donde se produjo el asesinato en el momento de los hechos. Nadie más lo hizo. Ninguno de los otros condenados, ni tampoco las vecinas que actuaron como testigos presenciales durante el juicio y que identificaron a las personas a las que vieron salir huyendo del piso tras el tiroteo. Ninguno de ellos era Hernández. Las testigos, por el contrario, identificaron con claridad a D.M. y otros de los sentenciados en el caso.

Cuatro de ellos fueron interceptados por la Guardia Civil mientras trataban de huir en un vehículo. Durante la persecución a estos sujetos, según la sentencia, arrojaron por la ventanilla del coche la pistola con la que se produjeron los disparos y un paquete con casi 32 kilos de cocaína que sustrajeron al fallecido. La detención de Hernández se produjo días después, tras la declaración policial de D.M.

«Nos conocemos desde niños, su tía era amiga íntima de mi madre. Retomamos el contacto cuando vine a España. Nos veíamos solo para tomar y compartir, nunca le pregunté a qué se dedicaba. Yo no sabía que él pudiera estar metido en temas de drogas ni de robos. Él fue quien me había prestado el piso, meses antes, para que viviese allí temporalmente. Pero desde hacía un tiempo discutíamos mucho cada vez que nos veíamos y unas semanas antes de que me detuviesen habíamos llegado a las manos. Nos peleamos. No sé si el resto lo hizo por rencor», afirma Hernández.

Sangre y ADN

No obstante, su condena por asesinato no se basó exclusivamente en el testimonio de quien consideraba su amigo. La Policía encontró huellas suyas en una botella de agua en el piso donde se cometió el asesinato. Y también unas gotas de sangre en el garaje del edificio, junto a los cristales del coche del hombre que había sido asesinado. El ADN de esas manchas correspondía al de Hernández. Durante la entrevista con este diario, igual que hiciese en el juicio, admite que acudió al garaje de la vivienda pasada la medianoche porque su amigo, D.M., le había dicho que allí había un coche en el que podía haber dinero y drogas.

«El asesinato fue sobre las 16:45 horas, según la sentencia, y él vino a mi casa a las ocho de la noche. No parecía nervioso, no me dijo nada de lo que había ocurrido y solo me comentó que sabía que allí había un coche aparcado en el que podía haber mucho dinero. Yo conocía el garaje y sabía cómo entrar porque había vivido allí. Fui tarde para que nadie me pudiese ver. Es cierto que yo rompí la ventanilla y que tuve la intención de llevarme lo que hubiese en el coche, pero dentro no había nada y nunca subí al piso ni supe que había un cadáver arriba. Ahora tengo claro que todo lo hizo para incriminarme. Me tendió una trampa», afirma.

Hernández cree que quien fue su abogado durante el procedimiento en Málaga pudo estar de alguna manera compinchado con el letrado de D.M. y con los investigadores. «Me dijo que debía alegar que tenía un problema de adicción, como motivo por el cual fui al garaje a robar en el coche, y eso luego lo utilizaron en mi contra para condenarme también por tráfico de drogas», asegura Hernández.

Un juez desacredita las pruebas

En su voto particular, el magistrado presidente del tribunal que le condenó insiste en que las gotas de sangre halladas en el garaje del edificio, junto al vehículo de la víctima, tampoco son prueba objetiva que permita atribuir a Hernández su participación en el asesinato.

«Esto le relaciona (como él mismo reconoce) con el delito contra la salud pública, por tráfico de drogas, y con el delito de robo con violencia que se le imputan, pero no con el delito contra la vida objeto de análisis este momento (y en este voto particular) pues no se conoce cuándo se produjo el contacto con el vehículo, ni con qué fin exacto, sin que se puedan de ello extraer otras conclusiones (por muy lógicas que sean), basadas en hipótesis y sospechas y sin base probatoria suficiente», señala el magistrado Enrique José Peralta.

Voto particular del magistrado Enrique José Peralta, en el que se defiende la absolución de D. Hernández.

«Es, cuanto menos curioso, que los vestigios y sangre se descubren dos días después del hecho (el 24 y no el 22) y no existe presencia de este acusado acreditada por testigo alguno en la huida, además de ser ilógico que teniendo el cadáver, en su ropa, las llaves del vehículo, se proceda a romper un cristal para robar, en una huida urgente por un fallecimiento, lo que determina que no cabe interpretar ello, en contra de reo, ni deducir su presencia en ese lugar y momento», agrega el magistrado.

Huellas en una botella

En su voto particular, el juez presidente del tribunal señala que las huellas de Hernández encontradas en una botella de agua en el piso donde se produjo el crimen tampoco son suficientes para demostrar su culpabilidad respecto del asesinato. «Respecto a ello, y con independencia de que hubiera vivido o no en esa casa con anterioridad, lo cierto es que en esa botella existen datos (ADN, hisopos) fisiológicos del mismo, pero estos están en un objeto mueble (móvil) y fácilmente trasladable, en el que también hay huellas pertenecientes a otras personas que reconocen haber estado allí ese día», indica el magistrado.

«Lo que esa presencia fisiológica (ADN) demuestra es que el mismo tuvo contacto con el objeto (botella) pero no dónde, cuándo y cómo, y por lo tanto no lo ubica en el apartamento en el día y la hora del fallecimiento», señala el magistrado. «Basarse en esos hisopos y de ellos extraer esa presencia, y desprender un conocimiento y aceptación del ataque a la vida del fallecido, es una presunción contra reo que no es admisible en nuestro derecho penal, por lo que no se desprende de ese dato objetivo responsabilidad penal en relación a este hecho en él», añade el voto particular.

El magistrado señala que en esa botella de agua también se encontraron huellas de otras personas que no fueron procesadas, a diferencia de Hernández, al no poder demostrarse que tuvieran ninguna participación en el robo ni en el asesinato. Entre otros papeles, el preso nos muestra la carta de súplica que acaba de mandar a los jueces que le condenaron para pedir que revisen su sentencia. En ella, enumera una serie de irregularidades por las que pide revocar el fallo, pese a que la condena es firme. Es su última esperanza para intentar que la Justicia cambie su veredicto y pueda salir a la calle sin cumplir los 17 años que aún le quedan de condena.

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