A Dorothy le dicen que si es buena chica y sigue el camino de baldosas amarillas, perseverando cabezota a pesar de las dificultades, llegará ante el gran mago de Oz, que les dará, a ella y a sus acompañantes, lo que más desean. Lo malo es que al llegar a la Ciudad Esmeralda, muchacha y acompañantes, se encuentran con lo que nos encontramos tantos actores, pintores o escritores: que el mago de Oz, como cualquier magia, tiene truco. Decepcionados, Dorothy y sus compañeros creen que todo ha sido en vano, pero enseguida comprenden que al perseguir un mágico espejismo de ilusión, atravesando mil vicisitudes, se han llenado los bolsillos de éxito.