Arias Maldonado

Estrella distante

No será fácil que Europa se aproxime a los ciudadanos. Se trata de un proyecto racional que no se deja sentimentalizar fácilmente. A su favor están los datos; en contra, la facilidad con la que simboliza el status quo cuyo derribo promete acceso a la nación soberana y protectora. Es una ilusión, pero de ilusiones se vive.

¡Oh, mujeres, no hay mujer!

¡Oh, mujeres, no hay mujer!

«¿A quién, pobre de mí, he sido adjudicada como esclava?», se pregunta el corifeo en Las troyanas de Eurípides, cuando las mujeres del bando derrotado esperan el resultado del sorteo -institución democrática multiusos- que les asignará destino entre los griegos tras la caída de Troya. Han pasado 25 siglos desde entonces y aquel lamento resignado se ha convertido en un movimiento social y político de gran sofisticación teórica.

Políticas de la atención

Políticas de la atención

Decía nuestro Ortega que el enamoramiento es un fenómeno de la atención. Quiere decirse: de la atención del enamorado, centrada de manera irresistible en el objeto de su amor. Pues bien, lo mismo puede decirse de la política contemporánea, o al menos de uno de sus aspectos decisivos. A saber: aquel que consiste en ganarse la atención de los ciudadanos. A fin, se entiende, de persuadirlos de la bondad de un argumento; argumento que opera políticamente en la esfera de la cultura antes de convertirse -si tiene éxito- en norma estatalmente sancionada. Aunque también puede ocurrir que la norma ya exista y no sea lo bastante respetada, en cuyo caso la tarea persuasiva tiene por objeto su asimilación individual y social. Es el caso de la peculiar protesta que ha llenado de ropa interior usada las calles de Johannesburgo. Su propósito, además de reclamar de las autoridades una mayor eficacia policial en la lucha contra los delitos sexuales, es introducirse en el software del delincuente potencial e inhibirlo así de su acción, por la vía de incrementar la reprobación social del violador.

Lógica del naufragio

Lógica del naufragio

«¿Cómo he llegado hasta aquí?», se repetía el protagonista de Once in a Lifetime, una de las más redondas canciones de Talking Heads, al verse atrapado en una vida burguesa de la que ya no puede escapar. Y la misma pregunta se estará haciendo ahora el PSOE, desgarrado internamente tras haber sido bendecido en dos elecciones consecutivas con la capacidad de decidir sobre la formación de gobierno. Bien es verdad que se trataba de una bendición amarga: podía decidir e influir, pero difícilmente liderar. Porque para liderar había de pactar con un nacionalismo catalán radicalizado, además de con un Podemos empeñado en fagocitarlo. De ahí que el socialismo haya venido negando psicológica y afectivamente una realidad desagradable: la necesidad de entenderse con su archirrival conservador. Pero la realidad, como la banca en los casinos, gana siempre.

Pop Life

Pop Life

Si uno se para a pensarlo, resulta asombrosa la importancia que ha adquirido la celebridad en la sociedad tardomoderna. Unos quieren ser famosos y otros observan a quienes desean serlo: su candidatura, ascenso, decadencia. En los últimos años, la hipermedialidad digital ha exacerbado este rasgo inherente a la cultura de masas: uno puede convertirse en estrella manejando una cuenta de Twitter o ejerciendo de youtuber. También la política ha experimentado en los últimos años una acusada tendencia a confundirse con el papel cuché, hasta el punto de que Pablo Iglesias dejó escapar hace unos días su deseo de que España se masturbe con su formación política. Andy Warhol supo identificar esta aspiración universal a la notoriedad cuando ironizó diciendo que en el futuro todos seríamos famosos durante 15 minutos.

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