Puigdemont lleva a Estados Unidos su propuesta de referéndum independentista catalán
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, ha dado a conocer sus demandas soberanistas en Estados Unidos
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, ha dado a conocer sus demandas soberanistas en Estados Unidos
El Tribunal Supremo ha condenado a Francesc Homs a un año y un mes de inhabilitación y una multa de 30.000 euros por «un delito de desobediencia grave cometido por autoridad administrativa en relación a la consulta del 9-N de 2014»,
El ex presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha anunciado la presentación de un recurso ante el Tribunal Supremo contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que la semana pasada le condenó a dos años de inhabilitación por desobedecer al Tribunal Constitucional y organizar una consulta independentista el 9 de noviembre de 2014, calificada ilegal por el alto tribunal.
Miles de personas se han manifestado en Barcelona contra el «golpe separatista» en Cataluña bajo el lema Aturem el cop separatista (Paremos el golpe separatista), informan varios medios. Según el Ayuntamiento de Barcelona, fueron 6.500 las personas movilizadas, una cifra que los organizadores elevan a 15.000.
Las sentencias cumplen en el ruedo ibérico un doble cometido: tanto enjuician y determinan una causa como, no sé si por acción u omisión, emiten un juicio crítico, o un retrato, sobre la sociedad en la que persisten. Daños, benditos daños, colaterales del Estado de derecho, acaso.
Y cito:
“Desobediencia es, según el Instituto de Estudios Catalanes, el “rechazo colectivo a obedecer alguna ley o norma para hacer presión pacíficamente sobre el poder constituido”. Desobediencia es la palabra más exigida por la CUP desde que se inició el proceso. Desobediencia es por lo que ha sido inhabilitado Mas. Y Joana Ortega. E Irene Rigau. A ojos de la justicia, los primeros desobedientes de Cataluña han sido ellos.
La herida abierta por la corrupción en Cataluña está supurando. Asistimos a las patrióticas llamadas a romper la única patria de los catalanes, que es España, y al mismo tiempo a juicios a los que se somete cada ‘procés’ de latrocinio del Estado por parte de la clase política catalana; toda la que ha tenido poder.
La inhabilitación de Artur Mas es como entrar en un coma irreversible y se suma de modo heterogéneo a las graves revelaciones del caso Palau y a la reaparición judicial del caso Pretoria, mientras la dinastía Pujol va hundiéndose en la amalgama de evidencias procesales. Ahora de nada le sirven todos los esfuerzos dedicados últimamente a ser de nuevo candidato en unas elecciones anticipadas. La afortunada inhabilitación ha dado un respiro a quienes preferían verle desaparecer de escena, incluso a quienes todavía esperan que haya algún indicio de vida entre las ruinas de Convergència. Aunque sea en términos metafóricos, en paralelo con la metástasis de la corrupción, ¿puede hablarse de un contagio de la ruina institucional? Y, por otra parte, ¿cuándo y cómo, si es factible, regresa la vida pública a una normalidad de la que fue apartada por la falacia independentista?
El presidente autonómico Carles Puigdemont interrumpió una sesión del Parlamento de Cataluña para proclamar que “la democracia española está enferma”. El diagnóstico es certero. Lo que resulta extraño es que sea él quien lo profiera. Es como si, estando en cama con fiebre, un paciente recibe la visita de sus virus para que le anuncien apesadumbrados: “Parece que tiene usted una gripe”.
Anatole France tenía razón: los dioses, también los de la democracia, siempre tienen sed.
Cuántas ocasiones nos viene dando en los últimos tiempos el nacionalismo catalán para que recordemos el aforismo de Nietzsche: “En las fiestas patrióticas también los espectadores forman parte de los comediantes”. Es desolador cómo el ridículo nacionalismo ha prendido entre una población que en otros ámbitos de su vida acierta a comportarse de un modo menos risible.
Después de mucha demora el ex presidente francés Nicolas Sarkozy sigue ahora los pasos de Jacques Chirac y se convertirá en el segundo presidente de la V República francesa en ser llevado a juicio, en ambos casos por manejar el dinero con excesiva y fraudulenta desenvoltura. Este hecho ¿honra o deshonra a las altas instituciones de gobernación del país vecino? ¿Quedará maltrecha su noción de la “grandeur” que tan cara le es, o saldrá de este mal viaje reforzada?
El Palacio de Justicia de Barcelona es la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Fue construido entre 1887 y 1908 con el objetivo de ubicar en un solo edificio los juzgados de la capital y la Audiencia Provincial. Las cuatro fachadas del palacio fueron decoradas con diversas esculturas y relieves que pretendían homenajear a personajes, acontecimientos y disciplinas de raigambre local y universal: desde el derecho romano al Consejo de Ciento, pasando por Alfonso X el Sabio. El proyecto original preveía además que la entrada principal estuviera presidida por un Moisés, rodeado de la Fortuna y la Templanza, sobre el que se colocaría una estatua de la Justicia. Curiosamente, la Fortuna y la Templanza fueron sustituidas por alegorías del derecho común y foral español y la Justicia reemplazada por una gran veleta de hierro de forja.
Sobre las 09.30, media hora más tarde de lo previsto, el expresidente de la Generalitat, Artur Mas, y las exconsejeras Joana Ortega e Irene Rigau se personaban en el Tribunal Constitucional para declarar por la celebración de la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014. «Vamos con la cabeza bien alta, lo volveríamos a hacer», afirmaba este domingo el expresidente de la Generalitat. A primera hora de este lunes el presidente Carles Puigdemont ha afirmado en una escueta declaración institucional que la causa del 9-N «nunca tendría que haber llegado a los tribunales”. La Fiscalía pide diez años para Mas por los delitos de desobediencia y prevaricación y nueve para sus colaboradoras.
Parapetados tras unas enormes letras que formaban la palabra «democràcia» (democracia) cientos de personas, entre ellas diputados, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, el ex presidente Artur Mas y el vicepresidente Oriol Junqueras, han acompañado a Forcadell antes de entrar a declarar ante el juez. El cortejo ha cruzado a pie, de forma solemne y entre gritos de «independencia» y portando esteladas, el Parc de la Ciutadella hasta el Palacio de Justicia, situado a apenas 500 metros. Durante la marcha se han podido escuchar gritos de “Forcadell no estás sola”, “Valiente”, “Esto va de democràcia” o “Fuera, fuera fuera, la justicia española”. El independentismo considera la citación de Forcadell un «ataque» a la misma institución del Parlament y, por ende, a todos los ciudadanos catalanes.
Forcadell ha declarado como investigada durante poco más de media hora, en una comparecencia en la que se ha negado a contestar a las preguntas de la juez instructora y de la Fiscalía, a los que ha reprochado que al imputarla han incumplido su deber de defender la inviolabilidad del Parlament. Su declaración se produce en una semana en la que el Tribunal Constitucional ordenó suspender cautelarmente el plan de ruptura con España que el Parlament aprobó el pasado 6 de octubre.
La justicia, cadenciosa e inexorable, enfrenta a Artur Mas y dos consejeras de la Generalidad de Cataluña ante el conflicto que tienen sus acciones con la ley. La Fiscalía de Cataluña entiende que han incurrido en los delitos de prevaricación y desobediencia grave; es decir: dictar resoluciones injustas a sabiendas y actuar en contra de las decisiones legales de la autoridad, cuando convocaron la consulta de secesión del 9N. Los delincuentes han hecho mención tantas veces a la dignidad de sus acciones y el orgullo con que las realizaban que resultaría chocante que no aceptasen con el mismo orgullo una sentencia condenatoria.
Según la Guardia Urbana, unas 80.000 personas arroparon a alguno de los dirigentes independentistas procesados. El acto apeló constantemente a la defensa de la democracia y de los políticos, que según los convocantes no hicieron otra cosa que acatar la voluntad popular. Los manifestantes corearon gritos de «Independencia» y proclamas como «Fuera la justicia española». Los manifestantes advierten que esta no será la única manifestación en contra de los procesamientos a políticos independentista. «Comienza la hora de la movilización permanente», apeló el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart.
Una decena de cargos electos están siendo investigados y 250 Ayuntamientos han sido denunciados por adoptar medidas relacionadas con la independencia como no colgar la bandera española.
Los hechos presuntamente delictivos se centran en el periodo de tiempo que va desde el 4 de noviembre —fecha en la que el Tribunal Constitucional prohibió la consulta organizada por la Generalitat— y el 9 de noviembre de 2014, día de la consulta. El TSJC recuerda que el Tribunal Constitucional «comunicó directamente la existencia» de la resolución al expresident mediante un correo electrónico. El Gobierno catalán argumenta que dejó la organización de la consulta en manos de voluntarios. Sin embargo, el auto apunta que la Generalitat permitió que los trabajos encargados a empresas privadas siguieran adelante. El 9-N, día de la votación, «acaeció en todo momento bajo el control directo de la administración autonómica» presidida por Mas, señala el auto. Y continúa: Mas, «auxiliado» por Ortega y Rigau, «articuló una estrategia de desafío completo y efectivo» a la suspensión ordenada por el TC. Los resultados de la jornada, por ejemplo, fueron difundidos públicamente por la vicepresidenta Joana Ortega.
La Fiscalía pide una pena de diez años de inhabilitación para que Mas no pueda desempeñar ningún «cargo público electivo» ni «ejercer funciones de gobierno» en ningún ámbito, sea local, autonómico o estatal. En el caso de Ortega y Rigau, la petición de inhabilitación se rebaja a los nueve años.
Tanto Tsipras como Artur Mas, basan toda su estrategia en la mentira. Ambos engañan a los que pueden, pero en ambos casos, son organizaciones fallidas, que no son capaces de sobrevivir por si mismos.
A este paso Artur Mas conseguirá que Messi fiche por el Getafe y la monja Forcades ingrese en las Milicias Carlistas y se eche al monte.
«Siempre lo he dicho, la industria catalana es muy importante para España. A mi padre le llena de orgullo y satisfacción decirlo, y a mi también…»
No sé si Artur Mas conseguirá celebrar la consulta del 9N pero lo que sí ha logrado es monopolizar el debate político y eso, tiene su mérito. Parecía difícil, pero esta semana el President ha tensado un poco más si cabe la cuerda de su desafío soberanista.
Más de un millón y medio de personas formaron una V gigante, colorista y pacífica el pasado 11 de septiembre en dos de las vías principales de Barcelona. Las imágenes dieron la vuelta al mundo por su plasticidad y sobre todo por su significado.
Lo de morir matando es algo que Artur Mas ha interiorizado como nadie. Anoche hizo gala de ello en una entrevista televisiva en la que la periodista apenas podía meter baza.
El lío ha ido a más. Y a Mas. Cada vez que ambos mandatarios han procurado un encuentro se han encontrado un desencuentro. Y es que Rajoy, incomprensiblemente, se niega a incumplir la ley para resolver el lío promovido por Mas.
Digamos que el President quiso llevarse a todos al huerto pero acabó metido en un jardín. De ese laberinto ya hay algunos que empiezan a salir por patas. Pero ya no hay marcha atrás. Tal vez ha elegido morir como jardinero con las Hunter puestas.
Si la sociedad de la comunicación no hace más que producir robinsones, más solos que nunca, tampoco debiera sorprendernos que la sociedad de la información nos mantenga a todos ignorantes de la realidad. A veces todo parece un fake a gran escala, ya cuesta mucho distinguir la verdad de las apariencias.
«ERC no tiene ni puta idea de gobernar». Lo afirmó Duran i Lleida, aunque luego se disculpó por haber dicho puta. ERC es el partido que manda en Cataluña mientras CiU hace que gobierna.
Lo mejor del año pasado es eso, que ya ha pasado. Estrenamos el calendario manifestando la firme intención de cambiar de hábitos.
Dicen que «la mona, aunque se vista de seda, mona se queda», y esta MONArquía que tenemos lo está demostrando.
The King’s Speech, la famosa película británica de Tom Hooper, habla de las dificultades para expresarse de Jorge VI. El rey inglés padecía, por lo visto, una acusada tartamudez.
Sería cosa mía, pero me pareció que este año había algo más de interés general por escuchar lo que tenía que decir el rey de un país roto, empobrecido, desanimado y expoliado.
Llegado el momento de votar, el sentido común impediría a la mayoría social catalana seguir a esos bocachanclas que juegan con el futuro del pueblo al que dicen amar
El líder nacionalista escocés Alex Salmond ha afirmado que una Escocia independiente será bienvenida con entusiasmo como nuevo miembro de la Unión Europea. ¿Por qué? Porque lo dice él.
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