Arde Galicia, arde Asturias, y como cualquier otro fenómeno sobre el que se pose el ojo de mordor de la actualidad mediática, arde hasta consumirse la verdad sobre lo que ocurre. No es que la conozcamos con plenitud, sino que no importa en realidad cuál sea. Lo que cuenta no es lo que acaece, sino cómo recombinamos los elementos que nutren las noticias para trabar un relato que nos convenga.
Habrá que hacer algo contra la desigualdad en la vocal final. Asturias debe preocuparse por ello. En cualquier cartel indicador de las carreteras del Oriente podemos ver que los pueblos durante tiempo sojuzgados por la dictadura de la forastera y castellana ‘o’ final ya han sido liberados: Niembro y Barro ya son, orgullosamente, Niembru y Barru. Su asturianidad es incuestionable.
Hoy contemplamos el dolor y el desconcierto de los familiares de los pasajeros y tripulantes del vuelo malayo que ha desaparecido en su vuelo a Pekín, y de los del barco hundido en Asturias.