
Un país aburrido
Sueño con el día en el que la vida política española sea tan tediosa que los amigos no me pregunten más por ella. Proyectos de ley, enmiendas, discursos a media tarde en un parlamento vacío, tasas y subvenciones como pilares de un lugar donde merezca la pena vivir. Hace unos días trabajé con la cadena japonesa de televisión NHK y el corresponsal recordaba las muchas veces que había estado en España en los últimos años. Lo decía con ese brillo que se les pone en la mirada a los periodistas cuando hacen presa. El divertimento en política, como las revoluciones, siempre lo disfrutan otros desde lejos, como ha demostrado Jon Lee Anderson.