Dinamarca

Matar y torturar animales… que bien se está de vacaciones

Es evidente que mentes tan preclaras como las de Ortega Cano, Jesulín de Ubrique o la familia de la difunta duquesa de Alba, adalides de la inteligencia humana, se mostrarán en desacuerdo, pues a ellos les encantaría que les clavaran banderillas en la espalda y les torturarán por placer, como en la Edad Media en una plaza, con la masa exultante.

Quizás lo que sobran son humanos

Viendo las imágenes, creedme que siento vergüenza de la especie humana, incluso de esos pobres niños que observan la escena desde una valla o se suben a lomos de una ballena muerta para celebrarlo. A mí se me revuelve la conciencia, y las tripas también.

Moby Dick se cuela en la Encíclica

Al Papa le preocupan las ballenas, cómo no, así como los guanacos con cuyo cuero los gauchos trenzaban las cuerdas de sus boleadoras. Pero más le preocupamos los hombres, el milagro natural que –de una manera u otra- preferimos maltratar, matar de ciento en ciento, tantas veces al amparo de la Ley, tantas veces ante los ojos, los oídos y la boca tapada de ese tinglado de incompetentes llamado Naciones Unidas.

Desafortunados compañeros

¿Lo hacen en nombre de la tradición? ¿En nombre de algún dios? ¿De la supervivencia o la biodiversidad? Importa bastante poco el motivo final esgrimido por el que se asesina con superioridad, crueldad, alevosía y premeditación a otro ser vivo.

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