En una crónica publicada en El País durante esa edición, cuentan que cuando llegó a San Sebastián no esperaba tal recibimiento: “Ante tanto griterío, Mel Gibson giró el rostro, se asombró y, sonriendo muy levemente, levantó la mano. ‘Me he emocionado, no esperaba una cosa así’, se le escuchó decir. ‘¿Es que les han pagado?’». La crónica prosigue: “Ante 3.000 entregados espectadores que le esperaban en Anoeta como si de un rockero se tratara, Gibson, con atuendo primoroso de traje, corbata y chalequillo, no fue capaz de emocionarse”. Sea como fuere, en esa ocasión presentó una de las películas clásicas ya del siglo XX, Braveheart, que obtuvo un gran reconocimiento por parte del público y de la crítica.