«Más de un tercio de la inversión extranjera es inversión fantasma, que no crea empleos ni riqueza en el territorio que la recibe»
Màxim Huerta acaba de contar en una entrevista que su nombre se lo puso, mucho años después de bautizado, algún clérigo de la cadena autonómica valenciana de televisión. Convirtieron al entonces joven Máximo Huerta, de Utiel, en Màxim “por hacer país”; un poco como en versión a lo Berlanga –o Vizcaíno Casas– de la escena en que el joven Vito Andolini recibe su nombre para la posteridad de un funcionario perezoso en la isla de Ellis.
Fantástica foto de Alberto Estévez. Leo Messi en el banquillo de los acusados, junto a su padre, al que se parece mucho, una botella de agua a mano para pasar el mal trago y la mirada fija en el Tribunal, aunque la del progenitor parece más perdida. Había gran expectación en la Audiencia de Barcelona. Los peritos fueron contundentes en la explicación prolija sobre la estructura fraudulenta de las sociedades del futbolista. Fueron duros al afirmar que Leo estaba al tanto de todo, aunque la estrella del Barça dijo con cara de yo no fui: “Me fié de mi papá”.
Ni las imágenes que estos días nos llegaban de los Estados Unidos mostrándonos un país casi polar, conseguían el mismo efecto que el anuncio de la imputación de la infanta Cristina.
Ya era hora de que, escándalo tras escándalo, un putero de alta gama acostumbrado a mear en los rostros que conforman la base del pueblo fuera expulsado del foro en que se construye la política