A falta de noticias terrestres que no me despierten rabia, dolor o tristeza, me voy al espacio. Necesito un respiro. Tengo ganas de ingravidez y debilidad por las fotos cósmicas de The Objective. Me gusta encontrarlas en medio de las cosas que pasan en la superficie terrestre.
Lo que nos faltaba. Que la luna fuera más joven de lo que es. Mejor noticia imposible. Si hay un astro con el que muchas mujeres nos sentimos reflejadas y comprometidas mensualmente es con la Luna.
El telescopio espacial Gaia comienza a mapear las estrellas. Una cartografía compuesta por mil millones de puntos luminosos, que en realidad no representan más que el 1% de la población estelar de nuestra galaxia.
NGC5257 y NGC5258 interactúan y tienen agujeros negros supermasivos en el centro, tal que las Haciendas del Estado y de las Autonomías. Ni les han puesto nombre chulo por si discuten en vez de interactuar, que no se sabe muy bien a qué conduce, a veces.
Es imposible no maravillarse ante las imágenes de nebulosas, galaxias y constelaciones que nos rodean. Es imposible no sentirse pequeños ante ese Universo impensable que se extiende un mínimo de unos cien mil millones de años luz a nuestro alrededor y del que no conocemos apenas nada.