David Foster Wallace se suicidó deprimido y sin medicación el 12 de septiembre de 2008. Tenía 46 años. Parece injusto comenzar a escribir sobre Wallace partiendo del final, si es que así comprendemos la muerte. Wallace tenía una escritura torrencial, compleja, profundamente apasionada. Su talento desbordaba y tenía un estilo tan particular que podría tildarse de wallaciano. Pocos escritores han tenido la capacidad de expresar los laberintos emocionales del ser humano como él; en su prosa y en su no ficción se encuentra su devoción por los rusos, por Kafka, por Pynchon. Incluso por Wittgenstein, un filósofo imposible.