Laura Ferrero: «Es de esa fractura de lo cotidiano de donde surge la literatura»
Laura Ferrero publica ‘La gente no existe’ y es una excusa perfecta para hablar con ella de todas esas cosas de las que surge su literatura: de la vida misma
Laura Ferrero publica ‘La gente no existe’ y es una excusa perfecta para hablar con ella de todas esas cosas de las que surge su literatura: de la vida misma
La culpa la tiene ese aire de fin de fiesta, esa premonición de que están a punto de encender las luces. No es algo que ocurra solo en discotecas o en verbenas de pueblo. También cada etapa de la vida tiene sus propias prisas, y esos minutos basura en los que siempre, al menos para mí, ocurre lo mejor.
La semana pasada presenté un libro que hablaba de las veces que vamos rápido en la vida, que es siempre. El libro en cuestión, Por carreteras secundarias, de Alfonso Armada, era el diario de un par de veranos en los que Armada salió a recorrer esa España deshabitada a la que solo se accede a través de carreteras secundarias.
Por ti, ¡vota la mujer!
Para abrazarse bien hay que encontrar el hueco en el cuerpo del otro y en el propio. Para abrazarse bien hay que conseguir que esos huecos, esas cavidades, se acoplen, se encuentren.
Tardé mucho en escribir –y en terminar– mi novela porque estaba esperando que algo mágico sucediera. Escribir es, a veces, esperar, mantener una puerta abierta que solo se cierra cuando llegas al final. Mientras la escribía, me llenaba el convencimiento de estar contando una historia cuando, en realidad, lo que hacía era esperar. Esto, claro, es algo que no se puede contar en las entrevistas: “Escribí mi primera novela para esperar”, porque en ese hipotético caso a una le llega el turno de escuchar la réplica: “¿Y qué esperabas?”.
En 1990 yo tenía siete años y vi mi primera película de adultos: Pretty Woman. Luego lo hice en tantas ocasiones que llegué a aprenderme los diálogos. Pero recuerdo sobre todo esa primera vez porque me pareció una película verdaderamente emocionante. Sobre todo el final, con esa canción de Roxette que decía aquello de “It must have been love, but it’s over now” mientras una nostálgica Julia Roberts miraba a través de la ventana de una limusina y un jovencísimo Richard Gere se iba al aeropuerto, dándole vueltas a si volver o no a buscar a la princesa Vivian. Y no solo la va a buscar sino que además le compra un ramo de rosas rojas. Aún estoy viendo a Richard Gere subiendo por la escalera de incendios –Richard, seguro que si hubieras llamado al telefonillo, como una persona normal, hubiera habido ascensor– hasta que después de la proeza, con el vértigo a cuestas, llega donde su querida Vivian y todo termina fundido en uno de esos besos románticos, limpios y apasionados. Entonces, una voz en off dice “Bienvenidos a Hollywood, tierra de sueños, unos se hacen realidad y otros no. Pero sigan soñando”. Gracias por el dato, que sino aún estaría esperando a Richard Gere en mi casa sin escaleras de incendios.
Se llama ‘La silla de Fernando’ y es una película-conversación con Fernando Fernán Gómez que hicieron David Trueba y Luis Alegre. Pero es mucho más que un diálogo en el que el actor y director aborda distintos temas como la guerra civil, sus tiempos mozos, las noches de Madrid, las mujeres, el amor o el franquismo…
Íbamos en un jeep viejo, destartalado. En la parte trasera había una pegatina con un elefante y un corazón en la que se leía I love Tanzania, Safari explorer y aquello era el Serengeti, me decía yo, –estás aquí, Laura, lo conseguiste– mientras el conductor trataba de sortear los baches. Fuera, a través de los cristales sucios de barro, la sabana. Leones, cebras, guepardos, jirafas y los jeeps de otros turistas que, como nosotros, estaban haciendo lo mismo: un safari. Estar ahí era como habitar aquella película documental de Ulrich Seidl, Safari. Nos habíamos convertido en un cliché.
Querida Joan: cada vez que abro mi libreta, esa que siempre llevo en el bolso, me sorprende, anotada en una esquina, tu dirección postal. Hace un par de años, cuando trabajaba en una pequeña editorial de Nueva York, la encontré entre archivadores, papeles y contratos, y la apunté. Fue un instinto, algo que hice rápido como si hubiera cámaras y estuviera asumiendo un riesgo mortal.
Volver a la realidad es duro, lo sabemos, es por eso que la rentrée es la época ideal para refugiarse en la lectura y permanecer -aunque sea por instantes- en mundos, tiempos e historias que no son los nuestros. Aquí las recomendaciones de cuatro de nuestros Subjetivos para dejar que el cuerpo regrese a los hábitos y los zapatos con calcetines, mientras el alma divaga un poco más.
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