El cantante Lluís Llach se postula para dirigir la ANC tras alejarse de Puigdemont
Llach presentó su dimisión del ‘gobierno paralelo’ del ‘expresident’ en protesta por pactar con Sánchez
Llach presentó su dimisión del ‘gobierno paralelo’ del ‘expresident’ en protesta por pactar con Sánchez
«¿Persistirán los empresarios catalanes en pedir estabilidad o volverán a sucumbir al tsunami quimérico que arrasa con toda posibilidad de prosperar y de crecer?»
El cantautor se muestra a favor de una cuarta lista independentista pero en contra de que la lidere la ANC
«Quienes salgan a la calle convocados por Sociedad Civil Catalana tendrán esta vez enfrente a un Gobierno del Estado dispuesto a pactar con el independentismo»
Con 600.000 asistentes, según la Guardia Urbana de Barcelona, la manifestación de la Diada de este 2019 es la menos multitudinaria desde 2012
Con un lazo amarillo en su camisa, ha defendido la vocación pacífica de todas las concentraciones organizadas en el marco del independentismo
El experimento separatista —empieza a ser difícil llamarle proceso a algo que hace años que gira sobre sí mismo— ha abierto las puertas de la sociedad catalana a una retórica izquierdista, pero no de cualquier izquierda.
España limita al norte con Operación Triunfo, al sur con los mensajes ‘guasapeados’ de Puigdemont, al centro tiene al frailuno de Estremera (Oriol), y en las alcantarillas linda con el sabio pueblo votante. La «masa crítica», que dicen los pensadores de diario.
La novela que nos gusta y el periodismo clásico compartían una premisa precisa: contar una historia. Y contarla bien. En el ámbito del marketing político ha hecho fortuna el término storytelling, que no es otra cosa que transmitir un relato con fines persuasivos. O sea la Biblia de toda la vida pero en eslóganes torcidos. No hay que negarle eficacia a la estrategia nacionalista de construir, en los tres últimos siglos, y de manera intensísima en los últimos cuarenta años, un relato áureo que desafiaba, manipulaba y en último término tergiversaba los hechos más elementales de la historia.
El error sería considerar que hay un Lluís Llach artista y un Lluís Llach soplón, acusica, represor, que aún no manda y ya está castigando. Castigador ha sido siempre: sus canciones y sus mohínes de ser hipersensible eran ya una tortura, un suplicio insoportable. No hay dos Lluís Llach, sino un único Lluís Llach: entre sus diversas brasas hay una continuidad absoluta, porque todas salen del mismo brasas.