‘Vortex’: un batido de efectos mariposa que extrañamente funciona
La serie de Netflix sobre viajes al pasado y sus consecuencias en el futuro cumple con su premisa: entretener al espectador
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La comunidad científica dejó sin resolver la paradoja planteada por Heinrich Olbers hasta su último suspiro a los 81 años, el 2 de marzo de 1840
«Las canciones de Berrio son delicadas, atrapan la vida y la belleza, y son, aunque no sea de manera voluntaria, un plato exquisito»
El plástico se ha convertido en una verdadera paradoja. Por un lado, ha permitido gracias a su ligereza y versatilidad el desarrollo de numerosas innovaciones y soluciones que han mejorado la vida de cientos de millones de personas. Por otra parte, ha facilitado la consolidación de la obsolescencia programada como modelo económico que aumenta el consumo y activan el crecimiento y supuestamente el desarrollo.
Durante los últimos meses, el feminismo occidental se ha convertido en protagonista indiscutible de la vida pública: no hay día que pase sin que sus reivindicaciones sean apasionadamente discutidas en medios y redes. Su impacto es, o parece estar siendo, sobresaliente. Pero si dejamos ahora a un lado el debate sobre el contenido de esas reivindicaciones y nos fijamos en la estrategia mediante la cual se presentan al público, toparemos con una de las paradojas que aquejan a cualquier activismo mínimamente exitoso.
Cuánto peso han adquirido las noticias internacionales en estas últimas semanas. No hace nada no salíamos de Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias y Alberto Garzón. ¡Hasta la gestora del PSOE ha sido pasto de intensas reflexiones! Pero todo se ha quedado, de la noche a la mañana, diminuto. Ha ganado Trump, ha muerto Fidel, el Brexit empieza a materializarse, el Daesh a desmoronarse, las elecciones francesas nos inquietan tanto que incluso sus primarias nos interesan; las alemanas, a la vuelta de la esquina… Tanta desazón no es extraña. Lo raro fue nuestro ombliguismo de ayer.