Mi grito de guerra viajero, “¡Nada cultural!”, me impidió entrar en el Museo Nacional de Brasil en mis visitas a Río. La idea es que los museos siempre estarán ahí, sin mudanza, mientras que la calle muda cada cinco minutos. En los viajes con los días contados, me cuesta sacrificar por un museo media hora en un chiringuito de Copacabana tomando un agua de coco o una cerveza ‘bem geladinha’. Pero ahora Copacabana sigue ahí y el museo ha desaparecido. Podré volver a Copacabana y al Museo Nacional ya no.
Melchor Miralles consigue un agente de policía incorruptible en Rio de Janeiro: un poli de plástico.
El famoso “espíritu olímpico” ha quedado muy mancillado después de varias celebraciones. Tendría que haber servido para que, por un tiempo, se lograra una especie de tregua en los conflictos bélicos que asolan el “ecúmene” (la Tierra habitada). Nada de eso se ha producido. Antes bien, las olimpiadas modernas han servido para exaltar el nacionalismo.
Entradas gratis para 240.000 cariocas, para que las tribunas se vean llenas, a toda hora y en las más estrambóticas disciplinas deportivas. La imagen es lo único que vale, y si hace falta repartir entradas a diestra y siniestra, todo está justificado.
Las esculturas de Ron Mueck conmocionan tanto por su hiperrealismo como por la ruptura (casi desgarro) de escala y contexto. Sus personajes generan desasosiego y producen un malestar que tiene que ver con el espacio vital, como si un moribundo se te sienta al lado en el metro y comienza a morirse hacia donde tu estás.
El Carnaval de Río me ha ganado: me quedo con este nido de humanoides desorientados, confundidos en una nada hiperpoblada de seres iguales que han perdido el rumbo, (la chaveta) y la identidad.
Lo confieso. Echo de menos el Carnaval. Siempre digo que Madrid lo tiene todo salvo dos cosas: playa y carnavales. Y, ojo, no es porque a los madrileños no les guste disfrazarse, pero prefieren hacerlo en Navidad y Halloween.
Pancartas de manifestantes contra el Mundial de Río de Janeiro: una imagen de la semana y de muchas semanas. La polémica avanza en torno a las elecciones de sedes olímpicas y mundialistas por parte del CIO y la FIFA.
Apareció en el escenario como una auténtica estrella de rock. Reflectores y juego de luces amarillas para la ocasión.