
El deber moral de ser inteligente
Estoy en Sevilla. Por la primavera recién estrenada está despuntando abril y de nuevo el mundo de la vida cumple con el rito de sorprenderse ante la trivialidad de la sucesión de las estaciones. Somos hombres y, por lo tanto, naturaleza insurgente que hace de un brote nuevo una inspiración metafísica y de la carne transeúnte un alboroto del alma. He venido a incordiar. A los intelectuales nos pagan para hacer de bufones de la conciencia insatisfecha. Así que hablaré del deber moral de ser inteligente en la facultad de derecho.



























