El tráfico de animales es la cuarta industria del mercado negro más lucrativa después de las drogas, la prostitución y el contrabando de armas. Pero las leyes internacionales han demostrado ser muy ineficaces y poco contundentes. Se calcula que sólo quedan 30.000 rinocerontes, ya que cada año mueren 1.000 a manos de cazadores furtivos; cada año son asesinados 20.000 elefantes para conseguir sus colmillos; y, actualmente, sólo quedan 3.500 tigres en estado salvaje.
Pese a la alarmante extinción animal, los traficantes mantienen un negocio lucrativo gracias a la nula persecución de las autoridades internacionales. La lista de contrabandistas de animales la encabezaba hasta ahora Lao Vixay Keosavang, conocido como el Pablo Escobar del tráfico de vida silvestre, pero ahora hay nuevos capos liderando este turbio negocio: los hermanos Bach. Bach Mai —también conocido como ‘Boonchai’— y su hermano Bach Van Limh son los responsables de todo el contrabando de animales de Tailandia a Laos. Los Bach, pese a ser conocidos por su actividades ilegales -al tráfico de animales se suma el contrabando de vehículos- actúan con total impunidad gracias a una tapadera muy bien montada, basada en negocios de productos agrícolas y forestales, venta al por mayor de materiales de construcción, equipos eléctricos u hoteles y servicios de alimentación.
La investigación ha sido publicada coincidiendo con una conferencia en Johannesburgo donde 182 países han firmado la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES), donde se está debatiendo el futuro de los animales aniquilados por esta industria criminal.