«Para mí, lejos de tanta aventura sápida, resultan un bocado familiar y reconfortante, que se ingiere con pasmosa facilidad, acompaña divinamente el chateo y trae recuerdos nostálgicos de sabores perdidos»
«Esa cosa tan española de echar pestes de España, que los independentistas (esos españolazos) hacen como nadie, no me sale»
Ninguno de los cuentos de navidad que he escrito por encargo sucedía en realidad en navidad, siempre he hecho un poco de trampas. Me gusta la nochevieja, la noche de reyes, pero la navidad me resulta profundamente antipática.
«Hay una alianza natural entre la verdad y la desgracia –escribió Simone Weil–, porque una y otra son suplicantes mudas, eternamente condenadas a permanecer sin voz ante nosotros».
Podemos tener la opinión más indulgente de nosotros mismos, y sin embargo cualquiera apreciará en su propia caligrafía algo así como el rastro de un crimen. Quizá la consideración parezca exagerada, pero alguna incomodidad cierta tendremos con nuestra propia letra toda vez que –según los doctos en paleografía y diplomática- el afán por imitar los tipos de imprenta alcanza rasgos de constante universal. Cuando, a mediados del XIX, el Gobierno español impuso la enseñanza de la cursiva inglesa, se excusó el extranjerismo con la alusión a la “letra imperfecta, confusa y muchas veces ininteligible” que por entonces se enseñaba y se escribía. Imperfecta, confusa, ininteligible: no hace falta ser médico para reconocerse ahí.
No me escandaliza demasiado que los padres eduquen a sus hijos en lo que consideran bueno. Mucho peor sería que los educasen en aquello que consideran malo o que no los educasen en absoluto, si tal cosa fuese posible. Por eso no logro tirarme de los pelos al ver que algunos de mis compatriotas llevaron a sus hijos a las cabalgatas de los farolillos independentistas o, mejor dicho, llevaron farolillos independentistas a las cabalgatas de reyes de sus hijos. Como no me escandalicé al ver que los llevaban a las manifestaciones del 11-S, o a las contrarias a la Guerra de Irak o a las en defensa de la vida y de la familia. Y todavía menos me indigna que los lleven al futbol o a los toros, para que aprendan allí a ver más y mejor y se curen de ser aquellos ciegos que no ven más que a 22 tipos corriendo en calzoncillos o a un sádico en mallas torturando a un pobre animal indefenso. Tienen, al menos, derecho a intentarlo. Porque es sabido que los niños tienen su propia lista de prioridades, y me imagino que la luz de un farolillo indepe poco podría hacer para eclipsar la llegada de un rey mago.
Si, como dice Manuel Arias en su reciente La democracia sentimental (Página Indómita, 2016), las ideologías son “atajos cognitivos” que simplifican y empaquetan una realidad cuya complejidad lo exige para que podamos asimilarla y lidiar con ella, lo primero que ha de hacer un partido político al representarlas es cumplir ese mandato básico: no añadir bruma y ruido a lo que ya de por sí nos desborda cada día. El PSOE, más que un “atajo cognitivo”, ha sido este año una “distracción decepcionante”. No ha sido ningún faro contra la incertidumbre, sino la incertidumbre misma.
Amanece tras una noche mágica, para los niños y para los adultos con sensibilidad. Llamándome como me llamo y siendo mi santo desde que tengo uso de razón es un día más que especial para mí. Siempre me he dado mucha cátedra con los niños en materia regia y he presumido de una influencia inexistente para que mi mediación con Sus Majestades tuviera éxito. Los sueños, sueños son, y muchas veces se hacen realidad.
He oído decir que en momentos de ocio el demonio busca ocupación. También he oído decir que los niños no deberían conocer el aburrimiento. He visto y oído suficientes cosas sobre el tedio y la crueldad en el mundo para saber que cualquier hombre sensato con un mínimo de sensibilidad sería incapaz de contemplar la pelea a muerte de los dos insectos de la imagen sin sentir piedad por ambos. Los escarabajos rinoceronte van a romperse los cuernos (nunca mejor dicho) en una lucha forzada por la supervivencia y el instinto más salvaje de puro deseo animal. El escenario del torneo está manipulado. Los organizadores del evento colocan a un escarabajo hembra en el interior del tronco sobre el que combaten dos gladiadores macho. Fijándonos en la fotografía de Reuters, vemos en medio de los negros adversarios el rostro perplejo de un chaval con gorra de béisbol. La pugna vertical de los rivales ofrece al objetivo de la cámara el bello contraste de la simetría de los cuernos y el armazón azabache de los luchadores coronados por la delicada textura de sendos hilos fucsia.