«La sentencia del Supremo trae el retorno de los ‘quinatristesas’, unos seres periódicos que lloran por las esquinas del progresismo del ‘resto de España’ las penas de los nacionalistas»
«Se cierra definitivamente una fase del procés y se abre otra incierta en la que se agravará, probablemente, el desconcierto del nacionalismo catalán, cada vez más atomizado»
«Las penas por sedición y malversación no son menores, y no cabe menospreciar el efecto que pudieran tener en una convivencia malherida»
«La resolución del Supremo hace pensar que quizá no sea necesario tanto un cambio de ley como una buena lectura de las leyes que ya tenemos»
El mayor Trapero confirmó esta semana ante el Tribunal Supremo lo que hace unos días había declarado el exjefe de los servicios de Inteligencia de los Mossos, Manuel Castellví: el Gobierno de la Generalitat, con el President Puigdemont al frente, decidió no desconvocar el referéndum, a pesar del alto riesgo de desórdenes públicos que preveían los mandos policiales.
A Ruth Bader Ginsburg la han convertido en una suerte de heroína que defiende a los más débiles
Del referéndum simulado a la “cocina” del Parlament; del desprecio a Santi Vila a la paciencia de Marchena; de la cárcel de Soto del Real al palco del Santiago Bernabéu y de una línea telefónica para ocho fiscales a otro Gobierno sin desarrollar la Administración de Justicia. La actualidad jurídico-política da para mucho estos días gracias al foco mediático permanente en el juicio del llamado “procés”.
En el programa de sátira política de TV3, Polònia, se representa regularmente a los jueces del Tribunal Supremo como figuras casposas y con el crucifijo siempre a mano en esta suerte de nacionalcatolicismo 2.0 que es, para ellos, la democracia española.
Laura Fàbregas opina en el Subjetivo sobre el juicio del procés contra los 12 líderes del 1-0, un juicio que «no es una valoración que impugne a nuestra democracia; servirá para perfeccionarla».