¿Cómo funciona la mente de un terrorista?
Los terroristas no son depravados, ni psicópatas, a pesar de la extensa creencia popular que apoya esta teoría. Un documento de Defensa de Estados Unidos se propone explicar los condicionantes psicológicos, sociales y culturales de los terroristas del Estado Islámico y desmentir así una supuesta patología mental que explicara un comportamiento fundamentalista y violento.
El documento, encargado por el departamento de Defensa americano a expertos en neurología, psiquiatría, sociología y otros, trata de “fusionar las consideraciones neurocientíficas sobre las estructuras y funciones básicas del cerebro con las influencias sociales y culturales con el fin de proporcionar una visión integral de las motivaciones de las conductas terroristas”, según reza su introducción.
La lucha contra el terror del Estado Islámico se está empezando a entender como una batalla total. No es suficiente el uso militar de las armas, como los bombardeos, sino que también es necesario comprender al enemigo, entender cómo funciona su mente, para batallar también en los aspectos de la psicología humana, especialmente en cuestiones como el reclutamiento de futuros yihadistas o el fundamentalismo islámico.
Desmontando el mito
El informe del Gobierno norteamericano tiene un fin muy conciso: desmontar el mito de las posibles psicopatías de los terroristas. Según la introducción del Doctor Robert Schmidle, el documento se asienta sobre dos pilares: por un lado, “la postulación de la normalidad de la agresión” y, por otro “la advertencia contra el uso de términos como loco, psicópata, y su mal uso en la descripción de las conductas del Estado Islámico”.
En sucesos de extrema violencia, crueldad y terror, la sociedad tiende a ‘excusar’ este tipo de acciones con problemas mentales. No sólo en terrorismo, sino también en delitos sexuales. Tal vez, el justificar los actos deleznables de seres iguales a nosotros nos sirva para cerrar los ojos ante la realidad: la maldad es, simple y llanamente, consustancial al ser humano.
Sentido de pertenencia
El sentido de pertenencia es la satisfacción de una persona al sentirse parte integrante de un grupo. El sujeto se siente conscientemente identificado con el resto de los integrantes, a quienes entiende como pares. Además, este proceso psicológico -que comprende lo social- también comporta una parte activa: el sujeto siente la necesidad de defender a su grupo.
Un ejemplo de sentido de pertenencia puede encontrarse en la relación entre una persona y su país. Este hecho puede derivar en nacionalismos. Pero en el caso del Estado Islámico, el sentido de pertenencia va aún más allá. El Doctor Schmidle asegura en su análisis que “la gente que busca a unirse a IS, aspira a ser aceptada por la organización de la misma manera que se une a cualquier otra autodenominada organización elitista”. Sentido de pertenencia puro y duro.
Condiciones socioculturales
Cuando las perspectivas vitales de un individuo se ven reducidas a una vida mediocre, sin aspiraciones reales, éste se convierte en el blanco perfecto para formar parte de un movimiento fundamentalista. Luchar por unas ideas se transforma entonces, casi por arte de magia, en un ideal romántico. Y mientras más fuerte sea ese sentimiento, más violenta será la lucha. Esto también entra en relación con la psicología humana, e incluso con la neurociencia.
En el caso de IS, según el experto en neuroética, el Doctor James Giordano, «diversas circunstancias ambientales pueden conducir a sentimientos individuales y de grupo de la marginación, la vulnerabilidad y la represión«, situaciones que «pueden favorecer los procesos neuro-cognitivos de idealización y emoción agresivas, que pueden escalar a comportamientos violentos».
Las condiciones socioculturales no se limitan a los territorios de influencia directa del Estado Islámico, sino que se extienden también a otros lugares. Con los atentados de París salió a la luz una realidad incómoda: Bélgica es el país que mayor número de yihadistas exporta per capita. Las razones son diversas, pero subyace una muy esclarecedora: Bélgica es un estado fallido. Las diferencias culturales, los rencores basados en errores históricos o el desgobierno, hacen que el caos social se asiente en el corazón de Europa. Por tanto, es comprensible la falta de un sentido de pertenencia al uso en Bélgica, lo que propicia una facilidad a la hora de radicalizar. De hecho, ese sentimiento de marginalidad es mayor en Occidente que en Siria o en Iraq, por eso les resulta tan sencillo captar yihadistas, por ejemplo, en territorio europeo. Además, la islamofobia y demonización vez más generalizada del Islam por parte de las sociedades occidentales, arrojan aún más sentimientos de rencor, alentando la idea de enemigo común.
Propaganda: la bala más fuerte
«Es históricamente válido que lo que una cultura considera terrorista, otra cultura lo considera un luchador por la libertad», explica el Doctor Schmidle. El prisma cultural es básico en labores de propaganda.
La propaganda es un pilar fundamental, y el Estado Islámico sabe cómo hacerla. Según este documento, la construyen con un discurso totalmente racional: «Aunque son moralmente inquietantes, los vídeos de IS con decapitaciones informan con una cierta racionalidad que es compartida por aquellos que pertenecen o quieren ser aceptados por IS», lo que les convierte inevitablemente en cuerdos «ya que en realidad se están comportando de acuerdo con las normas de racionalidad dentro de su propia organización».
La reunión de factores psicológicos, neurológicos, sociales, históricos y medioambientales, constituye el estudio sobre la mente de un terrorista. Ante la falsa teoría de que las razones que mueven a matar por unos ideales se reducen al ámbito de la psicopatía, la dura realidad: el ser humano es así, al menos en parte. Por otro lado, hallamos la inteligencia del que sabe tocar las teclas adecuadas para atraer al más vulnerable: un individuo como cualquiera, con ganas de luchar y nada que perder.
Este documento no busca justificar una conducta como la lucha terrorista del Estado Islámico, sino que intenta explicar lo inexplicable para, entre otras cosas, combatirlo con mayor eficacia.