No, la nariz del perro no es un termómetro fiable
Son muchos los mitos en torno al perro, algunos falsos pero inofensivos, pero inofensivas, otros más peligrosos porque están directamente relacionadas con la salud del animal y derivan en malos consejos.
Son muchos los mitos en torno al perro. Teorías que carecen de respaldo científico, pero que por alguna razón están arraigadas en la cultura popular y van pasando de generación en generación sin ningún tipo de cuestionamiento. Creencias como que un año de perro equivale a siete de humano o que los perros ven en blanco y negro, por ejemplo. Ambas falsas, pero inofensivas. Otros mitos, en cambio, son más peligrosos porque están directamente relacionadas con la salud del animal y derivan en malos consejos. El más popular en este terreno es el que de forma equivocada asegura que una nariz fría y húmeda es signo de buena salud, mientras que una nariz caliente y seca implica enfermedad. Pero no, la nariz del perro no es un termómetro fiable.
Los perros nacen ciegos y sordos, pero con un sentido del olfato perfectamente desarrollado que les permite procesar toda la información del entorno. Poco a poco van desarrollando los otros sentidos, pero el olfato mantiene su importancia. La estructura de la nariz es compleja y cuenta con más de 200 millones de células sensibles al olor. Además de importante, es única. La forma de las líneas y los orificios nasales de un perro son diferentes a los del resto, de ahí que en algunos países se utilice la huella nasal para identificarlos. Y sí, lo normal es que la nariz esté fría y húmeda, pero la salud es otra historia.
La temperatura de la nariz del perro está determinada por factores externos como el clima y el ejercicio físico. La humedad, la logran lamiéndose y a través de la producción de mucosa. Por lo tanto, son dos características que varían a lo largo del día y que no son garantía ni de salud ni de nada. Un perro perfectamente sano puede tener, en determinado momento del día, la nariz caliente y seca, mientras que uno enfermo puede tenerla fría y húmeda. Pero el mito está tan arraigado, que cuando sentimos la trufa de nuestro perro un poco más caliente de lo habitual nos preocupamos y pensamos automáticamente que tiene fiebre.
Tal y como ocurre con la mayoría de los mitos, es imposible saber con seguridad en qué momento de la historia comenzó a asociarse la idea de nariz fría y húmeda con salud. Lo más probable es que el pensamiento derive de una época en la que el moquillo estaba muy extendido, ya que un síntoma del virus es la hiperqueratosis, que consiste en el engrosamiento de la nariz y de las almohadillas de las patas. En contraposición, una nariz fría y húmeda se consideraba prueba de que el perro no tenía la enfermedad. Pero que no tenga moquillo no significa necesariamente que no tenga alguna otra enfermedad.
La humedad de la nariz permite al perro captar un mayor número de olores y lo ayuda a determinar de qué dirección vienen. Además, juega un papel importante en el mecanismo de refrigeración del animal. Por eso, se lamen de forma regular para mantenerla húmeda. Pero que esté seca puede tener una explicación tan sencilla como que durante la siesta pase un rato largo sin lamerse o que haya estado jugando bajo el sol o que se encuentre ligeramente deshidratado después de una buena sesión de ejercicio. Nada de qué preocuparse. En un período corto de tiempo la trufa vuelve a estar tan húmeda como siempre.
Con la temperatura ocurre lo mismo. Cuando hace mucho calor o el animal pasa largo rato cavando en el parque u olfateando algún objeto, lo más probable es que el contacto con la superficie haga que la nariz del perro esté más caliente de lo habitual. Pero al refrigerarse o cambiar de actividad, la temperatura baja y la trufa vuelve a estar fría al tacto. Aunque es cierto que hay razas que tienden de forma natural a tener una nariz más caliente y más seca que otras, cada perro es diferente. Es importante que conozcamos bien los parámetros normales de temperatura y humedad de la nariz de nuestro perro, pero también los de coloración, aspecto y estructura, para poder acudir al veterinario en caso de notar cualquier cambio.
¿Cómo tomar la temperatura a un perro?
La única forma de saber con certeza si un perro tiene fiebre o no, es tomando su temperatura con un termómetro rectal. Una tarea que, aunque puede parecer sencilla, tiene un grado de dificultad importante ya que hay que tranquilizar y controlar al animal para que no se mueva durante la toma. Por seguridad, lo mejor es hacerlo entre dos personas. El procedimiento en sí es sencillo. Hay que sujetar al perro de pie, subir la cola con cuidado, introducir la punta metálica del termómetro en el ano y esperar hasta que suene la señal que indica que la temperatura se ha registrado con éxito. Antes y después de cada uso, es importante desinfectar el termómetro con un algodón empapado en alcohol.
La temperatura normal de un perro es un poco más elevada que la de los humanos, oscila entre los 38 y 38,5 ºC. Pero además de la temperatura elevada, la fiebre normalmente viene acompañada de otros síntomas como aletargamiento y falta de apetito.