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Desmontar los espectros para reescribir el mañana: voces de jóvenes académicos sobre la Venezuela postchavista

Desmontar los espectros para reescribir el mañana: voces de jóvenes académicos sobre la Venezuela postchavista

Reuters

El pasado viernes 3 de noviembre la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa acogió un congreso de académicos que se reunieron para analizar el periodo postchavista; el que comenzaría con la desaparición física de Hugo Chávez. Magdalena López, investigadora venezolana de la institución lusa, organizó el evento con la intención de hacer partícipe a Portugal del debate mundial que existe en torno al país latinoamericano. Al simposio acudieron investigadores afincados en Estados Unidos y Europa. Existía la intención de traer también a varios académicos radicados en Venezuela, pero el alto coste del traslado hizo imposible su presencia.

 

Corría el mediodía en una de las salas de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa cuando el veterano periodista venezolano Tulio Hernández, sentado en una de las últimas filas del aula a medio llenar, levantó la mano para decir lo siguiente: “Estoy viendo un proceso de reflexión sosegado en lugar de opiniones cargadas de rabia”. Era su forma de aplaudir cómo se estaba desarrollando el seminario “Cultura, violencia y poder en la Venezuela (post)chavista”. Una rara avis en la que no se registraron interrupciones, cruces de acusaciones o la demonización del “otro”; la rutina habitual en los simposios que desde hace años se organizan en todo el mundo para tratar el caso venezolano.

Tulio escapó de Venezuela hace unos meses. Fue después de que el presidente Nicolás Maduro pidiera públicamente, en televisión, cárcel para él. Dice que lleva dos semanas sin escribir su columna dominical en El Nacional, uno de los diarios más críticos con el gobierno de Maduro. Es la primera vez en 20 años que se ausenta tanto tiempo. Se le percibe triste y cansado. O, como dicen allá, con el corazón arrugado. “En España estoy preparándome para vivir una vida nueva, pero no sé cuál va a ser”, explica. Tiene 61 años.

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Portada de «Una nación a la deriva» de Tulio Hernández | Imagen vía Libros El Nacional

Su intervención va a ser la última de la jornada. También va a ser la más melancólica. Sin embargo, las conferencias de Lisboa le dan motivos para la esperanza. Cuando le toca el turno de bajar al estrado a exponer, Tulio comienza repitiendo la felicitación lanzada al mediodía desde la última fila del aula; qué bien que todo esté discurriendo por cauces analíticos y serenos. Y añade: “Está apareciendo un nuevo tipo de venezolano, gente joven que se está formando fuera con la intención de regresar”.

En efecto. La mayoría de los ponentes invitados al seminario son académicos venezolanos que no llegan a los 40 años y desarrollan proyectos de investigación en universidades solventes de Estados Unidos y Europa. Aunque proceden de áreas de estudio distintas –la literatura, el arte, la ciencia política o la música– todos comparten denominador común: están especializados en su país.

No ahorran en críticas al gobierno de Nicolás Maduro, ni al chavismo en general, pero las exponen sin visceralidad. No parecen interesados en trazar estrategias para derrocar a nadie ni chapotean en la amargura típica de las comunidades exiliadas. El tono imperante está exento del afán de venganza. Se esfuerzan en pensar la Venezuela de mañana y en cómo integrar dentro del relato nacional las dos últimas décadas sin que eso suponga un nuevo desastre para las generaciones futuras.

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Poster promocional de las conferencias en Lisboa | Imagen vía Borja Bauzá/The Objective

 

Se habla de perdón, por ejemplo. “Los venezolanos van a tener que perdonar y tolerar a gente que no les gusta”, asegura Andrés Malamud, investigador en la propia Universidad de Lisboa y secretario general de la Asociación Portuguesa de Ciencia Política (APCP). Malamud se refiere principalmente a los actuales dirigentes del país. Los presentes asienten mientras el politólogo va citando precedentes: Alemania, Argentina, Sudáfrica, España, Chile. En algunos casos se condenó a los que daban las órdenes, en otros el perdón fue generalizado. El grado de misericordia en Venezuela dependerá –dice– de cuánto poder atesoren los que hoy mandan cuando abandonen las instituciones.

María Teresa Vera-Rojas, doctora por la Universidad de Barcelona y la University of Houston, y especialista en el estudio de la literatura y cultura contemporáneas del Caribe hispano, también interpeló a los opositores. En su ponencia, Vera-Rojas criticó el enfoque de Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria (Kalathos), un libro que se ha publicado recientemente y en el que se denuncian los atropellos cometidos por el régimen de Maduro. La académica no cuestionó la validez de la denuncia, o sea la existencia de esos atropellos, pero sí se refirió a “los síntomas alarmantes de una sociedad en descomposición”. El principal: la falta de empatía hacia los “otros” –los chavistas– en algunas de las crónicas recopiladas y la consiguiente falta de acercamiento para intentar comprender por qué todavía hay millones de venezolanos defendiendo el legado de Hugo Chávez.

Este es un tema que también abordó Rebeca Pineda Burgos, investigadora en la City University of New York (CUNY), al diseccionar la novela Patria o Muerte (Tusquets). En ella el escritor Alberto Barrera Tyszka aborda la enfermedad y muerte de Hugo Chávez y representa el chavismo como una multitud, un cuerpo colectivo en el que la individualidad brilla por su ausencia. ¿Hasta qué punto se puede empatizar con un cuerpo sin ojos?

Pero la mirada hacia el futuro pasa irremediablemente por el análisis del pasado. Irina Troconis, de la New York University, quiso llamar la atención sobre un hecho curioso: la omnipresencia de Hugo Chávez en las calles de Venezuela casi cinco años después de su muerte. En carteles, murales, pósteres, camisetas y tiendas de suvenires; el Comandante sigue acechando en cada esquina. “Venezuela es un país que ha renunciado al orden temporal; ya no hay pasado, presente o futuro. Todo lo ocupa el espectro de Chávez”, explica Troconis. A Chávez se le compara con el Che Guevara y con Simón Bolívar. El revolucionario argentino murió en 1967 y El Libertador algo antes: en 1830. El país que susurra a los muertos, pensaría un observador sarcástico. Pero las consecuencias son graves: “Al estar en todas partes, Chávez se convierte en algo obvio, y su obviedad le convierte en algo incuestionable; así permea y condiciona la vida de los venezolanos”. Sería, en palabras de la propia Troconis, un espectro con vida política. Un culto cuasi religioso. Esta es una realidad que los opositores no deberían perder de vista cuando acabe el ciclo chavista en Venezuela.

Quizás el momento más emotivo de la jornada se dio al reproducirse el documental El ocaso del socialismo mágico, del cineasta romano Michele Calabresi, presente en la sala. El filme, de 78 minutos de duración, trata de explicar el porqué del chavismo; el porqué de su llegada y el porqué de su éxito en las urnas. La crisis del sistema político (y económico) de entonces explicaría lo primero y las políticas sociales destinadas a empoderar a las clases bajas venezolanas explicarían lo segundo. Ninguno de los entrevistados en el documental, y eso incluye al famoso opositor Leopoldo López, niega que Chávez quiso atacar, y atacó, problemas endémicos de la sociedad venezolana. Sin embargo, conforme avanza la película y se comprueba el descalabro de la estructura económica puesta en marcha por Hugo Chávez, el espectador también comprende el porqué de la situación actual. Calabresi cierra el documental con imágenes de gente rebuscando comida en la calle. Al encenderse las luces en el aula se hizo evidente que varios asistentes habían llorado. “Somos un país dinamitado y en el que nadie cree ya en nadie, un país que está a las puertas de una tragedia cuyas dimensiones todavía desconocemos”, sentenció Tulio Hernández tras el visionado.

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Poster de El ocaso del socialismo mágico | Imagen vía Borja Bauzá/The Objective

Sin duda. Pero no es menos cierto que, en ocasiones, las vanguardias surgen del peor contexto. Lo explicó Magdalena López, investigadora del Centro de Estudios Comparatistas de la Universidad de Lisboa y organizadora del simposio, en el discurso introductorio. Los efectos negativos de la crisis venezolana –dijo– son imponentes, pero, al mismo tiempo, esos efectos negativos han producido corrientes de pensamiento, obras y un ‘boom’ crítico y cultural sin precedentes en Venezuela. En opinión de esta investigadora, la convulsión intelectual generada por el chavismo al descubrirse como el falso heredero de la tradición guerrillera latinoamericana estaría dando paso a un renacimiento cultural de lo más prometedor.

Y, como me confesó el día después Magdalena López, uno de los objetivos del simposio era precisamente ese: poner en contacto a esa suerte de renacentistas para empezar a tejer un entramado intelectual y cultural dispuesto a explicar a los venezolanos, y de paso también al resto del mundo, qué futuro le espera a un país que nunca se soñó en ruinas.

 

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