Una noche del pasado mes de diciembre el presidente de Madagascar, Hery Rajaonarimampianina, se calzó una camisa blanca, un traje oscuro y una corbata a juego. Minutos después atravesaba las calles de Antananarivo, la capital del país, en dirección a Ampefiloha, un barrio tirando a mediocre alejado de lo que la Lonely Planet considera el “distrito centro” de la ciudad. Rajaonarimampianina tenía una misión que cumplir: inaugurar una sala de cine. La única que tiene el país.
El Plaza, que es como se conoce a la sala, está alojado en un viejo anfiteatro que sirvió como almacén de varios ministerios y agencias gubernamentales durante décadas. Tras sufrir un incendio en 2009, el edificio quedó abandonado hasta que en 2016 la empresa Canal 7 Events firmó un acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional para reconstruir el auditorio. “Lo único que seguía en pie eran las paredes, todo lo demás es nuevo”, explicó el día de la inauguración Andry Raobelina, consejero delegado de Canal 7 Events, cinéfilo declarado y principal impulsor del Plaza, a la agencia Radio France Internationale.
Aunque no ha trascendido la cantidad que Canal 7 Events y el Ministerio de Educación Nacional han invertido en la remodelación y puesta en marcha del cine, el resultado impresiona. El Plaza tiene poco que envidiar a las salas europeas o norteamericanas; precedida por una explanada asfaltada (la bocacalle que desemboca en el lugar está compuesta por arena y piedras) y unas columnas cuidadosamente pintadas de colores, se despliega una cristalera plagada de caras conocidas: Tom Cruise, Will Smith o Dwayne Johnson, entre otros. Dentro hay un vestíbulo con varios mostradores. Los guiños al pasado y presente de Hollywood son constantes. La sala propiamente dicha cuenta con varios accesos y tiene capacidad para 800 personas.
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Aunque el Plaza es el único cine del país, no ha sido el primero. Durante buena parte del siglo XX salir a ver películas fue un plan muy popular en Madagascar. Especialmente entre 1960, el año de la independencia, y 1997, cuando el presidente Didier Ratsiraka decidió cortar las subvenciones a la industria cinematográfica. Ratsiraka, un militante socialista que había llegado a ser ministro de Asuntos Exteriores durante la Guerra Fría, pensó que era mejor gastarse el dinero en comprar películas de propaganda rusas que luego emitiría el canal de televisión estatal. Sin las ayudas del gobierno, muchas salas tuvieron que dejar de importar cine extranjero. Era demasiado caro. En consecuencia, poco a poco fueron bajando la persiana. Cuando llegó el siglo XXI no quedaba ninguna.
Dos de los últimos cines en cerrar sus puertas durante el mandato de Ratsiraka fueron el Rex y el Ritz. Situados el uno frente al otro, su ubicación –a pocos metros del palacio presidencial– y su capacidad –el Rex podía alojar hasta 800 personas y el Ritz hasta un millar– dan una idea de la importancia que llegó a tener el cine en la vida social de Antananarivo. Por algún motivo, los teatros que alojaron aquellas salas siguen todavía en pie. Según explican los vendedores ambulantes de la zona, solo se abren en domingo, cuando algún pastor o alguna organización religiosa los alquilan durante un par de horas para poder ofrecer misa.
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De momento, la oferta del Plaza es limitada. Según explica la encargada, una joven llamada Stéphanie Lyda Randrianiaina, aunque el cine está abierto todos los días para facilitar que el público compre entradas, sólo se ofrecen tres pases a la semana: el sábado a las 10.00 horas, el sábado a las 14.00 horas y el sábado a las 16.00 horas. ¿Y las sesiones de tarde y noche? Lyda explica que no hay porque no acudiría demasiada gente. El barrio de Ampefiloha parece tranquilo durante las horas de luz, pero es mejor poner distancia de por medio en cuanto empieza a anochecer.
Otra característica del Plaza es que no repite película. En cada pase se proyecta una diferente, y cada semana se cambia la cartelera. La única excepción a la regla fue “Piratas del Caribe: La venganza de Salazar”, y vino dictada por la gran afluencia de público. Lo que decidió la dirección del cine fue permitir un pase más ese mismo sábado. Luego salió de la cartelera como todas las demás.
Los filmes tienen dos cosas en común: no son estrenos mundiales –porque entonces sería demasiado caro importarlos– y están enfocados hacia un público infantil o familiar. Además de la quinta entrega de la saga “Piratas del Caribe”, el Plaza ha proyectado recientemente “Madagascar 3: Los fugitivos”, “El Rey León”, “Ferdinand” y “Transformers: El último caballero”.
Según ha dicho en varias ocasiones Andry Raobelina, el consejero delegado de Canal 7 Events e impulsor del proyecto, su intención siempre ha sido la de intentar devolver a Antananarivo el toque cinéfilo que perdió durante el mandato de Ratsiraka. Un toque cinéfilo, eso sí, que de momento está pensado para el disfrute de las clases medias y altas. Las entradas cuestan, dependiendo de si la película es en 3D o no y de su antigüedad, entre los 10.000 ariary y los 30.000 ariary. Es decir: entre los 2,5 euros y los 7,5 euros. El salario mínimo en Madagascar es de 47 euros al mes. Además, las películas se pasan en francés, un idioma que ya solo dominan las personas de cierto estatus social.
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El Plaza no reinará solo durante mucho tiempo. Está previsto que antes de verano el presidente de Madagascar, Hery Rajaonarimampianina, se calce otra camisa, otro traje y otra corbata a juego para asistir a la inauguración de una segunda sala –sin relación con Andry Raobelina– en un centro comercial ubicado en una de las pocas zonas nobles que tiene Antananarivo. No es descartable que después vengan más.