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La riqueza visual del cine de Pedro Almodóvar

El cine de Almodóvar rehuye la invisibilidad de los mecanismos expresivos propios del cine convencional, poniendo en un primer plano el artificio.

La riqueza visual del cine de Pedro Almodóvar

Comienzan los títulos de crédito iniciales de la película y se escucha en la sala de cine: “Cómo se nota que es de Almodóvar”.

Sucede algo inesperado y bizarro en cualquier ámbito de nuestra vida, y escuchamos: “La situación parece sacada de una película de Almodóvar”.

El carácter extrovertido y exuberante de una persona le lleva a decir sobre sí misma: “Si Almodóvar me conociera, me sacaría en sus películas”.

La Agrado, un personaje puramente almodovariano.

Sin lugar a dudas, este tipo de situaciones son ciertamente reconocibles. Y es que el universo artístico del director Pedro Almodóvar ha calado en la sociedad española hasta el punto de usarse el neologismo almodovariano para adjetivar ciertos eventos, personas, lugares u objetos que recuerdan a la estética característica de sus filmes. ¿Pero en qué consiste realmente ese universo tan llamativo y personal que nos permite referirnos a él para hablar de otras realidades ajenas a su arte? En su teatralidad está la clave.

Este filme es de Almodóvar

Cuando Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) se estrenó en todo el mundo, constituyéndose en su primer gran hito internacional, dos cosas llamaron la atención. La primera de ellas fue la relectura de la screwball comedy clásica hollywoodiense. La segunda, la impronta visual de sus películas.

Y es que el valor estético de la puesta en escena de las películas de Almodóvar es fundamental. La selección de los colores empleados es en el primer elemento que salta a la vista. El claro predominio del rojo o el azul saturan la colorimetría de la imagen, dándole una gran personalidad al look de estos filmes, reforzando asimismo el vitalismo característico de su cine.

El uso del color rojo en el cine de Almodóvar.

La estilización de sus imágenes también ha sido clave. Y es que el melodrama clásico de Hollywood, con la filmografía de Douglas Sirk a la cabeza, planea en el imaginario sobre lo almodovariano. No solo por su evidente filiación al género, sino también por la utilización de su estética colorista y sofisticada.

Fotograma de Sólo el cielo lo sabe, de Douglas Sirk vía imdb.com

Así, hay en todas sus películas un concienzudo trabajo por dotar de sentido estético a todo lo que es mostrado, usando recursos, como la metáfora visual, para vehiculizar sus narraciones. Nada es lo que parece en un primer vistazo, pero todo lleva a generar la atmósfera pasional que rige el comportamiento de los protagonistas de sus filmes.

Pero si por algo ha acaparado la atención de la crítica es por la cantidad de referencias al mundo del arte que podemos encontrar en estas películas.

Por ejemplo, vemos una multitud de elementos provenientes de las artes plásticas que adornan las paredes de los hogares de los personajes, capaces estos, además, tanto de conversar sobre lo más mundano, como de leer a autores como Cormac McCarthy o Doris Lessing, disfrutar de un concierto de Caetano Veloso o emocionarse con una actuación televisada de Chavela Vargas.

La cultura en general, como sistema, penetra en el estilo de Almodóvar, dotando de una mayor complejidad a su cine, puesto que la estética de las otras artes se hace patente en estas películas. Y, además, sin distinguir entre los ejemplos más intelectuales o los más populares.

La música popular, del Dúo Dinámico, en ‘Átame’.

Reinterpretando lo español

Almodóvar nació y creció en una España rural y bajo la dictadura franquista. El carácter sobrio de la época, promocionado desde el nacionalcatolicismo del momento, eludía cualquier atisbo de fantasía en una sociedad pragmática dedicada al trabajo y a la observancia de la moral católica. Ante esta situación, el cine se constituiría como la única puerta de entrada de una libertad que a los ciudadanos les era negada. Así, el cine clásico y su star system sería la única vía de evasión en una España gris y anodina.

A pesar de esto, lo español ha sido una constante en su cinematografía, aunque con reescrituras desde lo kitsch o lo paródico. La iconografía de elementos típicos de la cultura española hacía aparición, y de forma desprejuiciada, en sus filmes. La exuberancia de la liturgia católica con su imaginería religiosa; el mundo de la tauromaquia como arte espectacular; la gastronomía, con el gazpacho convertido en elemento de culto; la zarzuela como expresión lírica popular, presente en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón o Volver

El gazpacho de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’.

De cada elemento cultural español, el cine de Almodóvar realiza una reinterpretación ajustándolo a su propia visión artística. Así, las películas españolas de monjas de los sesenta, como Sor Ye-yé, hacen aparición en su filme Entre tinieblas, pero ahora con monjas lesbianas o toxicómanas que muestran una nueva España en transición y que se quiere alejar de los tópicos del pasado.

Y es que no solo el cine de Almodóvar se hace eco de la tradición más castiza, sino que actúa como eco de la parte más vitalista de la España del momento: la movida madrileña. El discurso rupturista y liberador de esta nueva generación de artistas (Ceesepe, Pablo Pérez Mínguez, Ouka Leele, Costus, Radio Futura…) no solo se hace presente visualmente en estas películas, sino que incluso las propias primeras películas de Almodóvar son consideradas documentos de la época.

Laberinto de pasiones.

La vida es puro teatro

El cine clásico, o Modo de Representación Institucional, según Nöel Burch, como patrón narrativo, se configuró desde los grandes estudios de Hollywood para imponer su modelo sobre el audiovisual hasta nuestros días. Entre sus características está la generación de un alto grado de verosimilitud, con un alto poder persuasivo, gracias a su efecto de realismo. De esta forma, lograba distanciarse del teatro, asociado a lo falso y artificioso.

Esto resulta paradójico en el cine de Almodóvar, porque si hay un arte que resalta en estos filmes es precisamente el teatral.

Encontramos Haciendo Yerma, de Lluís Pasqual, y Un tranvía llamado deseo, de Tenessee Williams, en Todo sobre mi madre; Café Müller y Masurca Fogo, de Pina Bausch, en Hable con ella; La voz humana, de Jean Cocteau, en La ley del deseo

La ley del deseo.

Un sinfín de intertextos que hacen referencia al arte escénico y que vienen a señalar el carácter teatral de la vida, en cuanto las vidas de los personajes están vinculadas a lo que es representado sobre el escenario.

Pero más característico aún resulta cómo el resto de elementos están tomados desde el punto de vista teatral, es decir, en su naturaleza artificiosa.

Véanse los diseños de vestuario de Jean-Paul Gautier para Victoria Abril en Kika, o los altares paganos en películas como La ley del deseo.

El cine de Almodóvar rehuye la invisibilidad de los mecanismos expresivos propios del cine convencional, poniendo en un primer plano el artificio del arte gracias a todos los recursos mencionados. Y, en consecuencia, destacando el carácter visual de estos elementos, rompiendo con la verosimilitud y logrando un alto grado de espectacularidad en las imágenes creadas.

Como canta La Lupe en Mujeres al borde de una ataque de nervios, con una letra que recuerda al filósofo Baudrillard, “Teatro, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”.

 


 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

The Conversation

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