Silvia Venegas, la directora que ha dado voz a los niños refugiados en la alfombra roja
“Cuando un niño se queda sin ganas de vivir, es que algo estamos haciendo mal”
Más de 70 millones de personas fueron obligadas a abandonar sus lugares de origen en 2018. Entre ellas hay casi 25,9 millones de personas refugiadas, según los datos de la ONU, más de la mitad son niños. Menores que huyen cada año de sus países por el miedo a la guerra, al hambre, a la pobreza extrema. Niños que han tenido que renunciar a su infancia sin tener la culpa de nada, de ninguno de los conflictos que los obligan a dejar atrás su vida, la mayoría incluso sin entender por qué. Una buena parte de ellos llega a Europa tras recorrer diferentes países en unas condiciones pésimas y lo único que encuentran son unos campamentos de refugiados donde muchos llegan a perder hasta las ganas de vivir.
En los medios de comunicación, ocupan titulares cuando llegan en oleadas, cuando protagonizan una crisis de migración, cuando huyen de un conflicto que se ha vuelto mediático, pero, al final, nos acabamos olvidando de ellos. Por eso, la directora, productora y guionista Silvia Venegas ha creado el documental Nuestra vida como niños refugiados en Europa, para dar voz a todos estos menores a los que hicimos caso durante solo unas semanas.
“Los temas que son a largo plazo, la gente pierde interés en ellos”, opina la directora de este documental que ha llevado a los refugiados a la alfombra roja de los Premios Goya 2020. “Yo creo que una cosa es cuando llegan y es el momento a lo mejor más espectacular, pero luego todo el tiempo que dura el proceso de integración y adaptación, todo eso es más difícil de seguir”.
Para visibilizar todo ese proceso que ocurre tras su llegada a Europa, que es especialmente complicado cuando se trata de menores, Venegas se desplazó a Grecia, donde hay más de 40.000 personas hacinadas en campos de refugiados con mucha menos capacidad esperando a que se resuelva su situación, y a Suecia, uno de los países europeos con un mejor sistema de acogida de menores no acompañados.
Nuestra vida como niños refugiados en Europa – Tráiler Oficial from Making DOC on Vimeo.
En Grecia, “el país por donde más refugiados han entrado y además, donde llevan esperando mucho tiempo”, Venegas escuchó algunos de los testimonios más duros. “Para mí yo creo que lo que me creaba más impotencia y más necesidad de contar esto era cuando escuchaba jóvenes en Lesbos”, recuerda, que “ya habían perdido toda la esperanza y te contaban que habían intentado hasta suicidarse”. “Para mí lo más duro fue eso, escuchar a niños, a jóvenes en este caso, porque eran chicos de 16 o 17 años, decir que se habían quedado sin ganas de vivir”, dice Venegas. “Cuando un niño se queda sin ganas de vivir, es que algo estamos haciendo mal”.
“Médicos sin Fronteras dice que el 90% de los niños que están en el campamento de Moria tiene problemas mentales”, dice sobre un campamento que “está saturado, donde mezclan a mayores con menores, con unas condiciones higiénicas pésimas”.
En Suecia, el otro lugar donde fue grabado el documental, la situación no es tan desesperada, pero los menores siguen sin tener la seguridad de que no serán devueltos a su país de origen, a pesar de tener uno de los mejores sistemas de acogida.
“Como dato, en 2015 Suecia acogió a 35.000 menores solos. Ese mismo año, España acogió a 30”, señala Venegas. En Suecia, a los migrantes menores no acompañados los alojan en pequeños grupos, con cuidadores, y los matriculan en el colegio. Sin embargo, no les garantizan que vayan a obtener el estatus de refugiado cuando cumplan la mayoría de edad. “Si hay algo que caracteriza todo el proceso, es que están siempre esperando, esperando la resolución, viven en una permanente espera, en una permanente alerta”.
En Nuestra vida como niños refugiados en Europa, Venegas ha decidido darles voz a todos estos pequeños y adolescentes, a los que aún están desesperados en un campamento de refugiados de Grecia y a los que ya pueden ir al colegio y pensar en un futuro libre, para que nos cuenten directamente lo duro que es huir del hambre, de los bombardeos. Porque no es lo mismo cuando lo cuenta un niño de nueve años que mira fijamente a cámara.
Amir, un niño afgano de nueve años que narra con soltura su vida en Grecia, es un claro ejemplo de cómo les ha sido arrancada de golpe la infancia. “Su padre solo habla darí, no se entiende con nadie, y en cambio Amir ha aprendido inglés en los campamentos de refugiados, ha aprendido un poco de griego, y es el que acompaña a su padre y le guía y hasta hace los papeles”, cuenta Villegas. “Es un niño muy mayor aunque tenga nueve años”, lo que le permitió sentarse ante la cámara con mayor facilidad.
A otros les resulta más complicado. “Recuerdo una niña que me cantó una canción de cómo su madre había perdido a un niño, a un hermano, y me lo cantaba. No me lo sabía contar, pero me lo sabía cantar”.
Por estos momentos impredecibles es por los que Silvia Venegas ha elegido el documental como formato para mostrar al mundo los problemas de los que a menudo nos olvidamos. “Hay muchas cosas que yo creo que si no es con el documental, serían más difíciles de contar”. “A mí me encanta el documental porque me permite utilizar todas las herramientas a mi disposición, el lenguaje cinematográfico, me permite utilizar la imagen, el sonido, es muchísimo más abierto”, explica la directora.
En este formato, Venegas, junto a su compañero Juan Antonio Moreno, con quien formó la productora Making Doc, cuenta “historias de personas que están en situaciones complicadas o que viven en contextos complicados”.
Con este objetivo han estado en países como Sierra Leona y Kosovo y, ahora, han decidido centrar su atención en Europa porque “muchas veces nos vamos fuera, hacemos los documentales fuera, y en este caso en Europa sí que tenemos más que decir o que contar”. Además, el documental está centrado en los menores porque “son una generación de refugiados que eran de diferentes países, Irán, Afganistán, Siria, etc., pero tenían muchas cosas en común”. “Me parecía muy importante porque creo que como nosotros tratemos a esa generación de niños, va a ser nuestro futuro”, reflexiona.
“Si en Europa tratamos a esos niños bien, les ayudamos a integrase, les ayudamos a que vayan al colegio, les acogemos, vamos a construir una Europa mejor, más justa y más solidaria y, en el caso contrario, si lo que hacemos es rechazar a esos niños, ponerles trabas, creer en los discursos de odio y de xenofobia, al final es la Europa que vamos a construir”.