Majid Majidi y 'Los hijos del Sol': el cine como herramienta de lucha contra la injusticia social
«Creo que el cine es uno de los medios esenciales en términos de impacto, del número de personas que puede influenciar y de la voz que puede tener en una sociedad»
La inocencia de creer en un tesoro escondido y las ganas de quien tiene toda la vida por delante. A la vez, la madurez para encajar los golpes y la fortaleza de salir adelante a pesar de los obstáculos. Niños que quieren ser niños aunque ya nunca puedan volver a serlo del todo, niños que cargan en sus hombros más peso del que muchos de nosotros viviremos jamás. Eso retrata en la película Los hijos del Sol Majid Majidi, un director iraní que ha dedicado gran parte de su carrera al cine social, que nos trae con sus películas realidades que a menudo preferimos ignorar.
«La idea me vino cuando encontré a una escuela real para trabajadores infantiles que fue fundada por una ONG, por unos jóvenes que se reunieron y crearon esta escuela en Teherán, y a mí me impresionó mucho ver cómo habían podido reunir a tantos niños, darles un futuro y acostumbrarse a adaptar sus métodos de educación para ellos, que no tienen la costumbre de ir a la escuela», cuenta el director en una conversación con varios medios de comunicación. «La investigación la empecé dentro de la escuela, viendo a los menores y empezando por ellos para luego salir y buscar a esos chicos trabajadores», añade.
Además, Majid Majidi cuenta que tiene «una relación muy personal» con este problema, «porque yo pertenezco a la misma clase social, yo también vengo de un mundo en el que los pequeños tienen pocos derechos». Afirma que muy pronto sintió «esa misión de representar a estos niños vulnerables, olvidados en la sociedad». Así, aunque para sus trabajos en general puede tener «influencias de novelas y de películas», esta en concreto «es más bien un trabajo de terreno de investigación».
Alí, el protagonista de la película, tiene 12 años y es su historia la que Majid Majidi utiliza para guiarnos en un viaje a través del día a día de uno de los 152 millones de menores que sufren esta realidad en el mundo. Junto a sus tres amigos, trabaja para sobrevivir y ayudar a su familia. Pero a veces, como si no fuera suficiente con esa vida, el trabajo no llega y tiene que recurrir a los delitos menores para conseguir dinero rápido. Finalmente su desesperación le lleva a aceptar un encargo que acabará en la Escuela del Sol, una institución que educa a niños sin hogar.
Es ahí donde entran en juego los adultos y donde el director muestra escena a escena la influencia que logra la conexión entre la inocencia infantil y la madurez en aquellos que los rodean. «Es interesante ver que uno siempre supone que los niños son más vulnerables y pueden someterse a la influencia de los adultos, pero que puede también ser al revés, ellos también pueden influenciar a los adultos precisamente por esa experiencia de niñez que tienen, de la libertad que tienen cuando tienen que enfrentarse a la realidad», explica el director.
A pesar de esta madurez impropia de su edad, Majid Majidi deja clara la vulnerabilidad de Alí y quienes, como él, están a merced de adultos sin escrúpulos que acabarán impidiéndoles un futuro mejor. Prácticas que perpetúan la pobreza generación tras generación, que impiden la educación y el progreso de millones de niños en el mundo para beneficio de unos pocos.
Para denunciar esto usa Majid Majidi la película y su cine en general. «Creo que el cine es uno de los medios esenciales en términos de impacto, del número de personas que puede influenciar y de la voz que puede tener en una sociedad», afirma. «Lo propio del cine es que toca a todo tipo de personas, al pueblo, a las élites, políticos» y además, este arte cuenta con presencia en eventos como «los festivales y sitios en los que el cine se toma en serio, no solo como un instrumento de diversión, también de comunicación y por eso también de un cambio posible en la sociedad».