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5 razones por las que ver "Queridos blancos"

El racismo, y específicamente el racismo en Estados Unidos, tiene orígenes diversos y arraigados y, en muchas ocasiones, no es ni siquiera reconocido como un problema. Pero en Queridos blancos no sólo el problema existe sino que se discute, con humor y con seriedad, desde todos los puntos de vista y sin dejar nada en claro, salvo, obviamente, que el racismo es un horror. Queridos blancos no se distrae, no se arrepiente, no va diciendo, como Crash, la película ganadora de un Óscar, que discute en profundidad el racismo cuando no lo hace.

5 razones por las que ver «Queridos blancos»

Puede que en España la directa pero a veces sutil discusión en que se sumerge Queridos blancos de Netflix no sea algo que suene familiar o incluso digno de tomar en cuenta. El racismo, y específicamente el racismo en Estados Unidos, tiene orígenes diversos y arraigados y, en muchas ocasiones, no es ni siquiera reconocido como un problema. Pero en Queridos blancos no sólo el problema existe sino que se discute, con humor y con seriedad, desde todos los puntos de vista y sin dejar nada en claro, salvo, obviamente, que el racismo es un horror. Queridos blancos no se distrae, no se arrepiente, no va diciendo, como Crash, la película ganadora de un Óscar, que discute en profundidad el racismo cuando no lo hace.

Esta serie, basada en la película del mismo nombre que triunfó en Sundance en 2014, es compleja y abierta, no resuelve nada porque resolverlo sería simplificar algo que sus personajes y su universo saben muy bien que es todo menos simple. La premisa es simple: en una universidad de la Ivy League -las mejores del país- los estudiantes negros deben lidiar con el racismo tanto abierto como tácito de la institución y sus compañeros blancos. Hablando así parece que Queridos blancos es una historia aleccionadora y hay mucho espectador que le huirá a eso. Pero no. La serie tiene un agradable e irónico sentido el humor -es una comedia ante todo- que la convierte en un gran experimento de sátira moderna. ¿Necesitan más razones para verla?

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Imagen promocional de «Queridos Blancos» | Imagen vía Netflix

Razón 1: Los personajes

Queridos blancos tiene varios personajes principales, que normalmente son el centro de uno o más episodios: Sam (Logan Browning), la chica negra activista que tiene un novio blanco; Reggie (Marque Richardson), el chico negro activista que la ama y no es correspondido; Troy (Brandon Bell), el chico negro “adaptado” que cumple con lo que se le pide; Coco (Antoinette Robertson), la chica negra brillante pero insegura que ha vivido tanto desprecio que sobrevive “blanquificándose”; Lionel (DeRon Horton), el chico negro recién salido el armario que trabaja para el periódico de la universidad y Gabe (John Patrick Amedori), el chico blanco concientizado que está enamorado de Sam. Hay más personajes memorables, Joelle (Ashley Blaine Featherson) es uno de ellos, pero los episodios se centran en estos chicos y sus vidas en el campus, tanto las políticas como las personales. Y es que ninguno de ellos es un estereotipo o es dicotómico, todos son tridimensionales y contradictorios y ninguno, como es de esperar de cualquier veinteañero, sabe muy bien quién es o qué quiere. Esto da pie, buen pie no como en otros casos -sí, 13 razones es contigo-, para muchas más temporadas en que ver no sólo la trama externa a ellos desarrollarse sino verles a ellos mismos crecer y conocerse, formarse como personas que es al final lo que pasa en los años universitarios.

 

Razón 2: La estructura

Queridos blancos funciona como un libro, una buena novela satírica. Cada episodio es un capítulo y tiende a cambiar de perspectiva a personajes diferentes. No es sólo esto. Hay un narrador, muy parecido al excelente narrador de Jane The Virgin incluso en el tono del humor, y puede que no haya monólogos internos, pero hay saltos a pensamientos e imaginaciones de los personajes (que en caso de Gabe que es estudiante de cine, por ejemplo, son todas parodias de clásicos cinematográficos). Y tiene otro elemento recurrente que podría considerarse literario. Al final del episodio, casi siempre en momentos muy íntimos, los personajes miran a la cámara, como si el espectador estuviese inmiscuyéndose, pero también como si fuese su cómplice.

Es una estructura inteligente y proclive al humor, además de ser capaz de volver a repasar eventos desde diversas perspectivas.

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Fotogramas de «Queridos Blancos» | Imagen vía Netflix

Razón 3: Su sentido del humor

La sátira bien hecha no se consigue en todas partes. Tampoco una serie que haga reír con humor inteligente. Queridos blancos tiene un pozo de personajes de los que elegir para soltar frases ingeniosas y geniales. Y no pasa como en la mayoría de las series hoy en día, en que la genialidad de los personajes cuando hablan no tiene ninguna justificación y los hace sentir ajenos al mundo. En Queridos blancos todos los personajes fueron admitidos en una de las mejores universidades del país, por lo que no es difícil imaginar que tienen cultura y referencias. Eso no quita que también tengan citen cultura pop. El humor es inteligente y siempre está presente.

 

Razón 4: La parodia de Scandal

Hay un evento frívolo que es el centro de la vida de los estudiantes negros en esta universidad, como dice en un momento Lionel: las noches de Defamation. En esas noches los estudiantes se sientan frente al televisor y ven el nuevo episodio de la parodia de la serie Scandal. Y es que Defamation es algo que merece la pena ver. Exagerada, absurda, melodramática es la versión elevada a la 10 de lo que es la ya exagerada, absurda y melodramática Scandal. ¿Un ejemplo de una escena? Es mejor verla.

 

Razón 5: El manejo de la brutalidad policial

SPOILER ALERT.

Cuando la serie ha avanzado algunos episodios sucede algo que marca la vida de todos los personajes y da un giro, o por lo menos aumenta la tensión, a las relaciones interraciales en la universidad (este episodio lo dirige Barry Jenkins, director de Moonlight, ganadora del Óscar 2016). Durante una discusión en una fiesta entre Reggie y un estudiante blanco llega la policía. Cuando los separan al único que le preguntan si es estudiante es a Reggie, que molesto se niega a mostrar su carnet si sólo se lo piden a él. Y de repente pasa, con tanta rapidez y casi normalidad (para el policía) que es pasmoso por lo real. El policía saca un arma y lo apunta. Y todo cambia. Todos gritan que estudia allí, que no ha hecho nada. Todos graban, lloran, temen. Todos saben lo que puede pasar en un segundo porque pasa con demasiada frecuencia. La secuencia olvida por un momento la rabia, porque el terror es demasiado. Pero la rabia está, la rabia y el miedo y la indignación.

La televisión ha intentado tratar el tema de los asesinatos perpetrados por policías contra ciudadanos afroamericanos en Estados Unidos en varias ocasiones, pero en casi todas ha fallado. En algunos casos porque ha tomado la perspectiva de un personaje blanco ante el asunto –UnREAL, en otros porque lo ha resuelto muy fácilmente (Scandal) o en otros porque ha absuelto técnicamente al asesino debido a la circunstancia –Orange is the New Black. En Queridos blancos no pasa nada de eso. La reacción y las acciones posteriores son diversas y complicadas, algunas apostando por el camino institucional para no generar más conflictos (porque los conflictos pueden terminar con que te maten) otras apostando por pelear contra una cultura de violencia tan asumida que sucede sin provocación y no tiene consecuencias para el atacante. Lo que sí queda claro es que la rabia y el miedo están ahí, siempre, y que nadie que no los sienta cotidianamente puede realmente entenderlos, solo puede tratar de ayudar.

 

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