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Hugh Thomas: homenaje al historiador inglés que desenmascaró al franquismo

Apenas una semana después de la muerte del historiador Hugh Thomas, su discípulo Paul Preston –igualmente fascinado por la historia de España, particularmente de su siglo XX– escribió un bonito homenaje en forma de biografía en el diario El País. Y la sensación que queda tras leerla es que la vida de Thomas fue fascinante: trabajó como diplomático, en universidades, vivió la política británica de mitad de siglo entre bambalinas, viajó a España, conoció España, desenmascaró al franquismo, viajó tanto como pudo para investigar sobre aquello que le apasionaba. Su obra más recordada –y la que, probablemente, ha merecido este homenaje en la Casa de América, con visita del ministro Iñigo Méndez de Vigo incluida– la publicó en 1961 y la bautizó con el escueto título La Guerra Civil española. Aquella obra armó un gran revuelo.

Hugh Thomas: homenaje al historiador inglés que desenmascaró al franquismo

Apenas una semana después de la muerte del historiador Hugh Thomas, su discípulo Paul Preston –igualmente fascinado por la historia de España, particularmente de su siglo XX–, escribió un bonito homenaje en forma de biografía en el diario El País. Y la sensación que queda tras leerla es que la vida de Thomas fue fascinante: trabajó como diplomático, en universidades, vivió la política británica de mitad de siglo entre bastidores, viajó a España, conoció España, desenmascaró al franquismo, viajó tanto como pudo para investigar sobre aquello que le apasionaba. Su obra más recordada –y la que, probablemente, ha hecho más por que tenga lugar este homenaje en la Casa de América, con visita del ministro Iñigo Méndez de Vigo incluida– la publicó en 1961 y la bautizó con el escueto título La Guerra Civil española. Aquella obra armó un gran revuelo.

En este acto hay personalidades de todo tipo, incluso títulos nobiliarios, y hay invitados que conocieron bien al historiador de Windsor. “Era todo un personaje, y un gran amigo para muchos de los que estamos aquí”, dice Sir John Elliott, catedrático emérito de Historia Moderna de la Universidad de Oxford. Se levanta de su silla, a sus 86 años, y lee un discurso escrito para el momento. “En Hugh Thomas tenemos un historiador con vasta energía”, dice, en un castellano impecable. “Es un narrador soberbio, a veces demasiado complaciente –para mi gusto–, pero alcanzable para todo el mundo”.

Recuerda que una de las obsesiones de Thomas era el conflicto que tenemos los españoles con nuestra propia Historia. Dice Elliott que aquello comenzó a hacerse evidente en 1520, cuando el Imperio español navegaba en la cresta de la ola, con la Revolución de los Comuneros. Con todo, sus mayores esfuerzos se enfocaron en descubrir la verdad sobre la Guerra Civil y posterior dictadura franquista. Para ello viajó a España siendo un veinteañero y sin hablar castellano. Esta anécdota la cuenta el ensayista Tom Burns Marañón, que fue amigo de Thomas, aunque no tanto como su padre o su abuelo (Gregorio Marañón).

“Hugh me dijo muchos años después que no hacerle caso a mi padre fue la mejor decisión de su vida”, dice Burns Marañón. Porque su padre trató de disuadirle, de que dejara de esforzarse por algo que no tenía razón de ser, aquel día que el joven inglés se acercó a su casa en Toledo. El padre de Burns Marañón le dijo: “No sabes español. ¿Estás loco? Nadie te va a contar la verdad. No lo hagas”. Pero lo hizo y el libro se convirtió en todo un éxito entre los españoles en el exilio, a traducción de Ruedo Ibérico. Como se puede desprender, no superó el corte censor del régimen, aunque enfureció al dictador, que veía cómo se desmentían cada una de sus ficciones.

En aquel mismo artículo de El País, Paul Preston sostiene que Manuel Fraga, entonces ministro de Información, creó un centro oficial para combatir las investigaciones de Thomas. «El libro tuvo tanto éxito que el propio Franco se veía obligado a responder con frecuencia a afirmaciones hechas por Thomas», añade. «El caudillo decía que eran todo mentiras, negando que murieran civiles cuando mandó bombardear Barcelona o que existieran las ejecuciones masivas«.

Hugh Thomas fue un enemigo de los nacionalismos y un liberal convencido. “Se le echa en falta”, dice Burns Marañón, con cierta nostalgia. “Era un hombre libre”. Tampoco era amigo de confesiones; de hecho, aseguró que el gran éxito del siglo XXI ha consistido en que existen muchos países donde se puede vivir y morir sin religión. Y llegado a este punto y con un clima político tenso e inevitable en España –a propósito de Cataluña–, el ensayista desliza cuál sería la posición del historiador: “Nos habría hablado de ese ejemplo de pensamiento desordenado del independentismo catalán”. Es esta una cuestión que se bordea con moderación, sin abordarla a fondo. Tampoco el ministro, que ocupó su sitio y siguió el avance del acto, a pesar de los periodistas, con el escritor Jorge Edwards en el estrado.

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