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Ignacio Martínez de Pisón: “Hay muchas cosas de los primeros años del franquismo que no terminamos de saber” 

Ignacio Martínez de Pisón: “Hay muchas cosas de los primeros años del franquismo que no terminamos de saber” 

Tras Enterrar a los muertos, Ignacio Martínez de Pisón regresa a la no ficción con un libro, entre el ensayo historiográfico y el reportaje periodístico, acerca de Filek, un consumado estafador austríaco que, tras algunas timos de juventud -el primero de todos: la invención de un inexistente linaje aristocrático- llega a España en los años de la Segunda República y que, tras pasar la Guerra Civil en prisión, consigue estafar a Franco y a parte de su Gobierno, quienes son seducidos por el “extraordinario” invento del austriaco: combustible sintético, mezcla de extractos vegetales y agua del Jarama.

 

En 2005, con Enterrar a los muertos nos descubrió la figura de José Robles, el traductor al castellano de Dos Passos. Ahora nos descubre a Filek, el desconocido que estafó a Franco.

Me interesa contar historias de personajes que no se hayan contado antes. En el caso de Robles, a través de archivos y del testimonio de la hija, descubrí cosas que no se sabían y, en el caso de Filek, he descubierto prácticamente todo, porque apenas se sabía nada de él. No es tan fácil encontrar personajes interesantes a través de los cuales puedas narrar una época. Si algún día encuentro algún personaje al estilo de Robles o de Filek, sin duda volveré a escribir no ficción.

Por lo que he entendido, no quiso ficcionalizar ningún episodio, ni tan siquiera rellenar los vacíos que la historia oficial dejaba en blanco.

No, no quería, porque cuando cuentas una historia que es de verdad, por poca ficción que metas esa poca ficción lo contamina todo, por eso la evité, aunque evidentemente tuve que hacer más de una conjetura, puesto que hay escenas que yo imagino que se produjeron, pero que no puedo probar documentalmente. El problema de la historia de Filek es que hay muchas lagunas: la documentación llega hasta donde llega y yo puedo documentar su trayectoria, pero en ella hay unos huecos que soy incapaz de rellenar.  Lo más curioso es que, después de haber publicado el libro, hablé con el librero de la librería Diógenes y me comentó que su abuelo había tenido relación con Filek. Su abuelo, Laureano Salvador Bou, de hecho, sale citado en el libro, puesto que es uno de los estafados con la falsa gasolina sintética. El librero me contó que su abuelo le hablaba mucho de Filek y que, una vez descubierta la estafa, su abuela seguía creyendo que se había perdido la oportunidad de hacerse millonarios. Con esto, lo que quiero decir es que la capacidad de seducción de Filek era tremenda.

Tan tremenda que sedujo a Franco, no sé si cegado ante la posibilidad de exportar el invento y convertir a España en una potencia.

Franco pensaba que le había tocado la lotería, pensaba que esa gasolina era un premio de la providencia, puesto que, para su proyecto de economía autárquica, lo que le faltaba era una fuente de energía y, en concreto, una fuente de petróleo. La aparición de un tipo como Filek, que, además, había demostrado ser un devoto para su figura y que ponía a su servicio su invento, hizo que Franco confiara plenamente. Además, hay que tener en cuenta que Filek llega a Franco respaldado por Serrano Suñer y Felipe Polo y esto facilita que termine convenciendo al dictador y a su gobierno del éxito de la gasolina sintética.

No dice mucho de la inteligencia ni de Franco ni de su Gobierno.

¡Para nada! Mientras que ni Gil Robles, cuando era ministro de la guerra, ni Largo Caballero aceptaron ningún invento de los que le ofrecía Filek, Franco se creyó en engaño. En el primer gobierno de Franco después de la guerra convivieron unos cuantos militarotes poco dotados para la gestión de un gobierno con algún que otro político que sabía algo más acerca de lo significaba gestionar un gobierno. Al respecto, es muy bueno el testimonio del ministro de Hacienda, José Lerraz, que se ríe para sus adentros de lo torpes que son sus compañeros; mientras él sabe que lo de Filek es una estafa, los demás, probablemente, no solo no sabían nada, sino que cayeron en el engaño y creyeron que Filek era un genio que les estaba ofreciendo una gasolina fantástica. En toda esta historia, con este gobierno chapucero de fondo, hay elementos humorísticos propios de Azcona. Los consejos de ministro durante los dos primeros gobiernos de Franco, tal y como los cuenta Larraz, eran bastante zarrapastrosos y, de hecho, Larraz comenta que aquellos consejos le recordaban a una reunión en un casino de pueblo, donde los asistentes se pasan horas y horas hablando del precio de las alpargatas para no llegar nunca a ninguna conclusión.

Como ya sucedía en Enterrar a los muertos con la figura de José Robles, Filek es el medio a través del cual narrar un periodo histórico, en este caso, la República, la Guerra Civil y los primeros años de dictadura.

Mientras que a veces el personaje de Filek es algo opaco y no podemos saber mucho de él, sí es posible conocer a través de su figura la época en la que vivió. Date cuenta de que Filek vive unos momentos muy importantes del siglo XX, probablemente vive los momentos más convulsos dentro de la historia reciente de España y de Europa: desde la descomposición del imperio austrohúngaro, que había sido un régimen con bastantes garantías jurídicas y en el que se había vivido con cierta armonía hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Segunda República, la Guerra Civil y el inicio del régimen franquista que, por entonces, se constituye como un régimen genocida.

 

Entre todos los episodios que vive está Paracuellos, sobre el que usted, apoyándose en los historiadores y de forma cautelosa, afirma que Carrillo estaba al tanto de lo sucedió.

Yo no he estudiado el tema, pero, por lo menos, Carrillo estaba ahí. Mientras su padre, Wenceslao, se mantuvo en el Partido Socialista y trabajó en la seguridad en Madrid, Santiago Carrillo trabajaba en el Gobierno, que entonces estaba en Valencia, y, desde sus puestos, cada uno de ellos demostró para que lado tiraba: mientras Santiago Carrillo toleró todas las anomalías legales, las sacas y el incumplimiento de las sentencias judiciales, su padre se empeñó para que se respetaran las sentencias judiciales y se pusieran en libertad los presos que habían sido absueltos.

Ignacio Martínez de Pisón: “Hay muchas cosas de los primeros años del franquismo que no terminamos de saber”  1
«No podemos girar página sin antes conocerlo todo de nuestra historia.» | Foto vía Seix Barral.

Esta falta de unidad de criterios, no sé si llamarlo descontrol, ¿es lo que salvó a Filek de Paracuellos?

Ciertamente es curioso que, viviendo toda la guerra desde cárceles madrileñas, se salvara de Paracuellos, mientras que se llevaban a sus compañeros de celda a morir fusilados, primero a los de la cárcel Modelo y, después, a los de la cárcel de Porlier. Y, efectivamente, esto demuestra que, durante los primeros meses de la Guerra Civil, la República había perdido el control de las prisiones. Luego, recuperó más o menos su control, las secciones republicanas hicieron valer su poder en las prisiones. Tras la guerra, con el gobierno franquista, Filek vuelve a ser víctima del descontrol, pero esta vez se trata de un descontrol organizador: el Gobierno decide que algunos presos no tienen que pasar por el juzgado y lo convierten a él en preso gubernativo. ¿Por qué? Porque su estafa no tenía que ser aireada, pues, de lo contrario, habría dejado en muy mal lugar la reputación el Gobierno de Franco, que, tras ser engañado por un estafador de medio pelo, no podía arriesgarse a que se abriera un sumario y a que se diera publicidad a una sentencia, donde se contara de qué manera se produjo la estafa. Por esto, él se convierte en uno de los tantos presos gubernativos que había en las cárceles tras la guerra y cuyo destino dependía del capricho del ministro de Gobernación, sin tener posibilidad alguna de defensa.

En el libro, el campo de concentración de Nanclares tiene un papel protagonista y eso que todavía se conoce bastante poco de los campos de concentración franquistas.

Sí, es verdad. Hasta principios de este siglo, había muy pocos trabajos en torno al universo concentracionario franquista; ahora, por el contrario, hay bastantes. El profesor Javier Rodrigo escribió Cautivos, que fue uno de los primeros buenos libros sobre los campos de concentración. Es un libro del 2004 o del 2005, es decir, hasta hace bien poco no hubo referencias bibliográficas acerca de este tema. Por mi parte, yo me comencé a interesar por la historia de los campos cuando escribí Enterrar a los muertos, porque el hijo de Robles fue a parar a un centro de concentración. Por aquella época, es decir, 2005, ya empezaban los historiadores a interesarse por los campos, un tema que hasta entonces no se había tocado, si bien al final de la guerra y durante los primeros años de dictadura hubo bastantes campos de concentración y algunos de ellos, como el de Nanclares, eran particularmente duros. Nanclares estaba dedicado a trabajos forzados, donde los reclusos se encargaban de la construcción del campo; sin ser un campo de exterminio, sí lo era de concentración al estilo nazi, con un índice de muertos, por la insalubridad y la escasa alimentación, muy alta. La pregunta que nos tenemos que hacer ahora es por qué se sabe tan poco y, sobre todo, por qué después de tantos años una realidad tan crucial de nuestra historia ha sido solo relativamente estudiada por los historiadores, que solo recientemente han comenzado a escribir sobre ello.

¿Puede tener que ver con una cierta política memorialística que aboga más por el silencio que por descubrir la realidad de los hechos?

Podría ser, porque es cierto que hay muchas cosas de aquella época que no terminamos de saber, aunque parece que ahora los historiadores están intentando desvelarlo, algo imprescindible para poder conocerlo todo. No podemos girar página sin antes conocerlo todo de nuestra historia.

En sus artículos “Los detectives de la transición” y “Los papeles secretos de Franco”, Marta Fernández escribía acerca del bloqueo de la documentación oficial. Es un hecho que, a diferencia de Estados Unidos, los archivos presidenciales no son públicos -el de Adolfo Suárez, de hecho, está en manos de la familia, como también pasa con el resto de ex presidentes del Gobierno. ¿Fue difícil rastrear no sólo la vida y trayectoria de Filek, sino la historia de su estafa a Franco?

Los archivos públicos no solo son accesibles, sino que los archiveros trabajan muy bien y, de forma muy generosa, te buscan documentos que ni tú sabes que existen. Sin embargo, como comentas, es también cierto que existen archivos que están cerrados y con excusas muy peregrinas. A mí me habría gustado poder investigar cosas en archivos militares, pero, con excusas pintorescas sobre reformas y catalogaciones, me daban a entender que no ,e podían ayudar y, por tanto, que no me estaba permitido consultar el archivo. Por desgracia, por motivos técnicos, legales o porque a ningún Gobierno le ha interesado desclasificar según qué documentos, hay archivos o documentación que están en poder de la Administración y que no se han puesto a disposición de los investigadores. Por suerte, como mi investigación tiene que ver con un asunto de hace 80 años, los documentos que me interesaban están supuestamente todos desclasificados.

¿Supuestamente todos?

Bueno, no todos. Los documentos notariales, salvo que, si eres descendiente directo, no se pueden consultar hasta pasados 100 años. Uno se pregunta irremediablemente el porqué de esta protección de datos después de 80 años. Yo quería mirar los protocolos notariales de 1939, pero no pude y no lo podré hacer hasta el 2039 y los quería mirar porque estoy seguro de que, en alguna notaría, Filek firmó algún documento o constituyó alguna sociedad con alguien. Me gustaría saber quiénes fueron sus socios, quiénes se lucraron con él, pero, como te decía, no lo podré saber hasta 2039.

El secreto es un arma política.

No creo que a ningún político le interese ocultar cosas que ocurrieron entonces, porque la visión que tenemos de lo que ocurrió en aquella época ya está bastante documentada y bastante probada por testimonios.

¿La situación fue diferente cuando consultó los archivos del antiguo Imperio Austrohúngaro?

Trabajé con los archivos de Hamburgo, que, en realidad, son británicos, es decir, de los aliados, y con los archivos austriacos, donde ha quedado muy poco a causa de las dos guerras. Lo que ahí se conserva lo he podido consultar sin problema. Lo cierto es que los archivos se desgajaron y los que sobrevivieron a la Primera Guerra Mundial desaparecieron con la Segunda. En Hungría, por ejemplo, tienen muy poca cosa, solamente lo suficiente para saber que Filek era un impostor. Esto contrasta con lo que ocurrió en Alemania, tras la caída del muro: al año siguiente, cualquiera podía ir a mirar las fichas de la STASI, ya fueran suyas o de sus amigos. Recuerdo un amigo mío, que vivió un tiempo en Berlín y que decidió ir a comprobar los archivos. Allí descubrió que un amigo suyo estuvo informando a la STASI y esto lo pudo constatar solo un año después de la caída del muro.

Entonces en la decisión de desclasificar o no desclasificar hay una voluntad de transparencia o de mantener en secreto determinadas informaciones.

Puede ser que sea así. Me pregunto por qué en algunos países de desclasifican documentos confidenciales en tan solo un año y en España hay documentos de los años 50 a los que todavía no podemos acceder. No sé si es falta de transparencia, puede que simplemente sea una chapuza más o, a lo mejor, es por falta de medios o por falta de interés en organizar los archivos.

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