Sin material de origen al que aferrarse y ciertamente empeñada en mantener su identidad terrible y hermosa, vuelve la serie que el año pasado se ganó a espectadores y a crítica con su distopía machista.
“Mi nombre es June Osborne y soy… libre”. La segunda temporada de The Handmaid’s Tale empieza literalmente donde se quedó en su último episodio. June, Offred, atrás de un camión negro de las fuerzas de seguridad, sin saber si se dirige a su salvación o su muerte. No es un lugar ligero en el que comenzar y la serie, terrible y hermosa desde sus inicios, no suelta su firme intención de ser incómoda y dura en todo el tiempo que transcurre en su primer episodio.
The Handmaid’s Tale se convirtió el año pasado en un fenómeno por su narrativa poética a nivel visual y terrorífica a nivel de historia y en su segunda entrega el show quiere mantener la que se ha convertido en su identidad. Si sus primeros capítulos tuvieron siempre el confort de tener un material de origen ya existente y excelente, en estos nuevos episodios el relato debe intentar no perder el rumbo que la novela de Margaret Atwood le daba. Y, aunque a veces efectista (esto no es novedoso, el uso de la música en la primera temporada ya lo fue también), logra conmover y horrorizar a pocos minutos de su comienzo.
June llega, junto a las otras criadas, a un estadio donde serán castigadas por su rebelión pasada cuando se negaron a matar a pedradas a Janine -la criada que en la temporada pasada se negó a renunciar a su bebé. Todas llevan el terrorífico, y muy efectivo a nivel visual, tapabocas que ya conocemos por el terrible episodio protagonizado por Ofglen, todas miran de frente a la muerte. Y desde este momento en adelante las cosas no van a mejor.
Es preferible no saber mucho antes de sentarse a ver esta primera entrega, es más efectivo llegar sin aviso. Pero es obvio que Offred no muere y que la historia seguirá por caminos desconocidos y fuera, probablemente, de Gilead. Es también en este episodio cuando vemos en flashbacks lo que se convertiría, sólo se puede asumir eso, en la toma del poder por la fuerza de quienes ahora gobiernan este horrible lugar en que manda “el Señor”. Puede que la historia parezca moverse poco en estos primeros 60 minutos, pero es porque requiere sumergir a los espectadores de nuevo en este mundo y lenta pero firmemente recordarles lo horroroso que es Gilead y el miedo con el que allí se vive. La diferencia es que el lento desarrollo de la primera temporada estuvo lleno de un excelente manejo de la rutina y el día a día y terminó en un desenlace construido con meticulosidad y delicadeza. Ahora, ya en estos territorios de la historia, la acción toma la mayor parte del tiempo y eso puede ser complicado de manejar.
Elisabeth Moss está genial, como siempre, y vemos poco de ningún otro de los personajes que conocemos. Sólo a la despreciable Aunt Lydia y su crueldad desatada ante estas criadas desobedientes y a Serena y su desesperación por ser madre. Moss es capaz, y esto ya se sabe, de transmitir sólo con su cara todos los complejos sentimientos que pasan por la cabeza de Offred en cada instante de su dolorosa odisea. Es una mezcla sutil de indiferencia, rebeldía y terror que conmueve y engancha. Y en su mayoría es esto, porque a diferencia de la primera temporada en que la voz en off era una constante, aquí la acción se desarrolla silenciosamente la mayoría del tiempo…no sabemos qué piensa Offred. Y esto es extraño y no se sabe del todo si más efectivo o menos como forma narrativa, habrá que ver lo que pasa mientras avanza la historia. Pero sí está claro que se extraña la voz de Offred, su anhelo, su ira, su miedo, su ironía… la serie eficientemente, y siguiendo con su tendencia a grandes declaraciones y escenas potentes, sólo usa la voz en off en el principio y en el final para poner acentos ante dos momentos opuestos y muy importantes, la represión y la libertad.
Habrá que ver qué pasa en los siguientes episodios y cómo se maneja esta temporada sin mapa previo. De momento, y aunque tal vez menos conmovedora que los mejores episodios de su primera temporada, la serie sigue siendo capaz de revolver el estómago y al mismo tiempo fascinar con su poética visual. Atrás dejamos, o eso esperemos, a Offred. Aquí vuelve June.
Bendito sea el fruto, The Handmaid’s Tale… te recibimos con los brazos abiertos.