Por qué el ‘postureo’ es una idiotez, según Saul Leiter
Saul Leiter prefería fotografiar las gotas de lluvia en una ventana que a un famoso y jamás se sintió digno de reconocimiento. Tampoco le importó.
Prefería fotografiar las gotas de lluvia en una ventana que a una persona famosa y jamás se sintió digno de reconocimiento. Tampoco le importó un pimiento. Y sin proponérselo, como ocurren las mejores cosas, se convirtió en uno de los fotógrafos más excepcionales de la historia.
– La gente se preocupa demasiado por cosas que no tienen importancia.
– ¿Eso ha retrasado su obra?
– ¿Retrasado? ¿Qué es lo que se supone que debía hacer?
‘In No Great Hurry’ (2013)
Sentado en su apartamento de la calle 10 de Greenwich Village, rodeado de una desordenada marea de libros, negativos de fotos, pruebas, pinturas, una marioneta despeluchada de Soemes y cajas y cajas de más fotografías que un día pensó que debería archivar pero jamás hizo porque le gusta posponer las cosas –“No veo ninguna razón para tener prisas”, dice-, Saul Leiter, el fotógrafo tranquilo, no puede dejar las manos quietas. Hay más de seis décadas de trabajo colonizando su piso. Es demasiado. Demasiado. Margit Erb, su asistente, le sugirió que alquilase un trastero y las metiese allí, pero teme que se las roben. Y es curioso, porque para Saul Leiter las cosas más importantes de la vida no son las que se consiguen, sino las que se tiran. Y él es incapaz de deshacerse de nada. Excepto de la fama, que estuvo esquivando más de sesenta años.
“¿Logro? Yo solo hago fotos a las ventanas de la gente”, rechista al comienzo del documental ‘In No Great Hurry’(2013), dirigido por Tomas Leach, que se estrenó poco antes de su muerte y donde se revela parte de la filosofía vital del más silencioso de los fotógrafos. Un artista que prefirió tomar café, escuchar música y pasear por Nueva York cámara en mano que esforzarse por ser reconocido.–“Yo aspiraba a no ser importante”, dice–. Y haciendo lo que nadie hacía, porque tampoco le importaba la opinión de nadie, se convirtió en el pionero del color en un momento, finales de los años 50’, en que la fotografía urbana era en blanco y negro; captando algo genuinamente diferente, que es lo que uno encuentra cuando deja que la vida le conmueva en lugar de tratar de conmover. Y sobre todo, de aparentar.
En una época en que tener éxito se ha convertido en nuestro Santo Grial y en que el ‘postureo’ y el ‘aquí me arrimo’ parecen ser las mejores armas para conseguirlo, recogemos cuatro ‘katas’ de Kung Fu para el anonimato BIEN de alguien que siempre presumió de vivir en una ‘confusión placentera’.
1. Nunca des nada por sentado
Cuando tenía 14 años Saul escribió un poema titulado ‘Los caminos a Dios’, que empezaba así: “Los caminos a Dios son estrechos y desgastados y la hermosura es un pecado riéndose”. Nacido en una familia de judíos ultraortodoxos de Pittsburg, su padre era un eminente y severo rabino que a menudo caía en la crueldad y priorizaba la búsqueda del conocimiento por encima de la bondad o la felicidad. Él estaba llamado a seguir sus pasos, pero un día se hartó de la religión: “Vivimos en un mundo demente donde hay todo tipo de personas que tienen diferentes ideas de Dios y se las arreglan para saber lo que él quiere, y aun así la gente se lo cree y organizan su vida en función de eso”, cuenta. Pese a provocar un cisma familiar, se marchó a Nueva York para estudiar arte y convertirse en pintor.
Y sin embargo, cuando piensas que eliges entre A y B, la vida te empuja a C. Su amistad con el fotógrafo Eugene Smith y el efecto que causó en él asistir a una exposición de Cartier-Bresson cambió el rumbo de su carrera y en 1948 empezó a explorar la fotografía en color con ojos de pintor.
2. Abraza tu sombra
“He disfrutado de tener libros, mirar cuadros y tener a alguien en mi vida que me importase y a quien le importase. Daba más importancia a eso que a la idea de tener éxito”, confiesa Leiter en el documental. Su pareja, Soemes Bantry, a la que a menudo retrató, fue la única persona que creyó en él cuando a nadie le interesaba lo que hacía o cuando se le criticó por empezar a fotografiar en color. Y eso le bastaba.
No obstante, el hombre que mejor capturó las sombras y los reflejos de Nueva York, esos chicos agujeros por los que contemplar la verdadera ciudad, no duda en abrazar también su propia sombra, cuando dice: “No es porque no quisiera que mi trabajo fuera apreciado, pero por alguna razón –quizás porque mi padre desaprobaba casi todo lo que hacía- en algún secreto lugar de mi ser yacía el deseo de evitar el éxito”. La primera parte de esta cita suele quedar ‘fuera de campo’, pero la humildad con la que siempre lo han descrito adquiere nuevos matices y nos invita a pensar en qué hay detrás de nuestra necesidad de aplausos o nuestra aversión al reconocimiento.
E igualmente, nada desmerece al artista, pero de la misma forma que su pintura influyó en su fotografía, sus fantasmas familiares también lo hicieron. Tanto en su obra como en su vida. Como decía Saul Leiter: “Hay cosas que están descubiertas y otras que están ocultas. La vida real tiene más que ver con lo que está oculto”.
3. Quédate quieto hasta que algo suceda
El fotógrafo Henri Cartier-Bresson hablaba del ‘instante decisivo’, ese momento irrepetible que llega cuando aprendes a esperar con una mirada atenta hasta que la foto te encuentre a ti. Las prisas nunca fueron buenas compañeras de Leiter, que hizo de la parsimonia todo un arte y por eso admiraba también a los artistas zen, que sabían detenerse cuando acababan un trabajo antes de empezar el siguiente. Y tan quieto se quedó, a pesar de la ingente cantidad de imágenes que nos ha legado, que cuentan que en una ocasión se encontró a Cartier-Bresson fotografiando su barrio en 1959, le hizo una furtiva fotografía y no se atrevió a saludarle.
Su encuentro con Willem de Kooning fue diferente: sacó su cámara para tomarle una foto, al pintor no le gustó la idea y Saul se fue sin más. A fin de cuentas, siempre prefirió aquellas fotos en donde ocurre algo en una esquina y no estás seguro de qué; las varillas de un paraguas, una silueta detrás de un escaparate cubierto de vaho, el cogote de un ciudadano corriente…. Fotografías sutiles que “cosquillean tu oreja izquierda”, bromea.
4. Sé tú mismo, incluso cuando parezca imposible
Desde mediados de los 50 hasta bien entrados los 80, Saul Leiter trabajó como fotógrafo de moda para algunas de las mejores revistas, como Harper’s Bazaar’s, Elle o Esquire. La oportunidad le llegó gracias al futuro director de Harper’s, que descubrió sus diapositivas en color en una exposición y le ofreció una colaboración, llevando su estilo abstracto y colorista a las portadas. “¿Qué mal hay en ello? Creo en la búsqueda de la belleza y las cosas bonitas del mundo”, cuenta. Y cuando ya no se lo pareció tanto, porque la fotografía se burocratizó y empezaron a aparecer ejecutivos, managers y asistentes de los asistentes, cerró su estudio y se dedicó a pintar con su cámara instantáneas de la ciudad que fue su musa.
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Hasta el 31 de octubre la Fundación Foto Colectania acoge en Barcelona la exposición ‘In Search of Beauty’.