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Oficios de la muerte: "Morimos muchas veces a lo largo de la vida"

Oficios de la muerte: «Morimos muchas veces a lo largo de la vida»

Me llamo Ana Mª Jiménez, nací en Barcelona hace 40 años, mi pareja es un oso y tengo una hija. Dirijo la Asociación de Filosofía Yogui Farginen en Badalona y soy profesora de yoga. Cuando mi madre murió tenía 18 años. Un año antes había soñado con su fallecimiento -algo que ya me ha pasado otras veces- y me sorprendió tanto que empecé a indagar en el esoterismo y la magia para intentar entender el misterio de la muerte. No estoy bautizada ni pertenezco a ninguna religión, pero he estudiado muchas.

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Cuando era más joven pensaba que no había nada después de la muerte, pero a medida que fui profundizando en diferentes formas de espiritualidad y un poco también por la vida, esta idea cambió radicalmente. Un día leí sobre Los ocho pasos del yoga en un libro del mago Aleister Crowley y me interesó tanto que comencé a practicarlo, hasta convertirme en profesora. Ahora ya no entiendo la magia igual, dejo que las cosas sucedan por si solas, y si me equivoco o me desvío asumo que es parte del camino. Esa es una de las enseñanzas del yoga.

Estuve mucho tiempo trabajando con la figura de mi madre hasta que conseguí integrarla. Quería entender por qué murió tan joven, qué nos aportó, si existía una relación kármica que pudiera explicar por qué me estaba sucediendo a mí y cuál era el sentido de la muerte y el sufrimiento. A medida que avanzaba en la práctica y el estudio, comprendí que a lo largo de la vida sufrimos pequeñas muertes de aspectos de nosotros mismos -no solo la pérdida de otras personas-, y que todas las explicaciones que me había dado al respecto de estas muertes eran interpretaciones de mi mente, fruto de lo que filosofías como el hinduismo definen como una ilusión. Formamos parte de algo que no nace ni muere. Y antes debemos alcanzar una conciencia mayor, que algunos llaman Ser, realizando un “Yo Superior”.

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“Soñé la muerte de mi madre un año antes de que ocurriese y empecé a indagar en la magia y el esoterismo para entender este misterio”. | Foto: Ana Mª Jiménez

Cuando llevaba un año practicando yoga, un día estaba recibiendo una clase y todo se mezcló en una espiral, es decir, estaban las paredes, el suelo… pero las imágenes y los sonidos empezaron a deformarse y experimenté que no existía «Yo», formaba parte de la totalidad sin separación. Creo que esa fue la semilla… ahora investigo la no existencia de la muerte. Extraño, ¿no? Antes pensaba en el sentido del sufrimiento. Diría que sufrimos más de lo necesario y nuestro mayor padecimiento está relacionado con el miedo a morir, a que todo acabe; pero si suprimimos el error de creer que somos una conciencia individual con un ego construido por nuestras experiencias y heridas que quedan grabadas en la mente-, entonces nuestra intuición se despierta, somos capaces de escuchar al universo y reconocer cuál es nuestro camino. Al menos eso creo.

 

«No quiero reencarnarme, sino liberarme» – Ana Mª Jiménez

 

Mi abuelo falleció sacando la lengua, resistiéndose a la muerte; necesitaba más tiempo para reconciliarse con su vida y las consecuencias de sus actos. En cambio, mi madre murió en su cama, en paz, comprendiendo mejor ese momento. Cada persona muere de forma diferente. A menudo me pregunto si hubiera podido ayudar a mi madre a hacer ese tránsito con todo lo que sé ahora. Pero al menos he podido ayudar a otros…

Recuerdo a una alumna que venía a mis sesiones de yoga nidra -el yoga de los sueños, que se realiza tumbados sin moverse en la posición de cadáver y que la libera la mente de las pequeñas heridas que se nos quedan grabadas y se convierten en patrones que repetimos, como el karma para los budista-; la chica me pidió que fuera a hacerle una sesión a su madre, que estaba muy enferma de cáncer. Un par de días antes soñé con ambas: estaban en un jardín precioso, se las veía felices pero la madre no quería verme en el sueño, e intuí que su muerte estaba próxima. Dudé muchísimo de si debía ir a verla, no quería darle esperanzas pero tampoco estaba segura de que fuese así. Al final acudí y le hice la sesión de nidra, y cuando acabé la expresión de la mujer era diferente, brillaba. “Eres un ángel”, me dijo. Había desconectado por un momento de todo ese dolor físico. Al cabo de una semana murió. No sé, ese tipo de cosas te hacen pensar…

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«Si suprimimos el error de creer que somos una conciencia individual con un ego construido, somos capaces de reconocer nuestro camino». | Foto: Ana Mª Jiménez

No quiero reencarnarme, sino liberarme. Aunque no voy a negar que me gusta la creencia, porque me encanta todo lo relativo a la espiritualidad. Creo que en esta vida ya nos ocurren cosas que tienen su sentido si las ves en perspectiva y aprendes de ellas, si no dejas que la herida se grabe en la mente y, a medida que capas del ego van muriendo, vas cambiando y nuevas capas aparecen. Así que es un poco como reencarnarse, ¿no?

Algunos de mis alumnos, cuando llevan un año o dos practicando yoga dan un giro a sus vidas: deciden mudarse de ciudad, emprender un viaje, romper una relación… También vienen personas, algunas de ellas enfermas, que se preparan para para trascender, digamos. Y siempre hay cambios, pequeñas muertes. Estoy convencida de que conforme avanzamos recuperamos la inocencia de los bebés, libres de los condicionamientos del dolor del ego. Déjame que te pregunte algo: ¿Tienes conciencia de ti antes de haber nacido? ¿No te dice eso algo?

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