De la pornografía a 'Euphoria': el sexo adolescente en 2019
Series como Euphoria son tachadas de exageradas cuando los datos señalan que un 70% de los jóvenes españoles ha visto porno en internet.
Tildada de polémica por mostrar de manera explícita sexo, violencia o consumo de drogas entre jóvenes, la serie de HBO Euphoria muestra con acierto la influencia que el consumo de pornografía a edades tempranas puede tener en las relaciones sentimentales y sexuales.
Antes de su estreno, el pasado 16 de junio, Euphoria ya se había encargado de generar la suficiente expectación como para ser comentada, semana a semana, por sus espectadores en HBO. Alguien se dedicó a contar las imágenes de penes que aparecían en el piloto. Al parecer, más de 20. Entre las escenas más impactantes: el actor Eric Dane (The Last Ship, Grey’s Anatomy), de 46 años, mantiene relaciones sexuales con una chica transexual menor de edad, personaje interpretado por la debutante Hunter Schafer, de 20. Y para ella el intercambio es de todo menos satisfactorio. La protagonista, la actriz y cantante de Disney Channel Zendaya, sufre una sobredosis y relata con todo lujo de detalles sus problemas de salud mental. Y dos adolescentes, encarnados por Algee Smith, de 24 años, y Sydney Sweeney, de 21, experimentan con la asfixia erótica a propuesta de él. La respuesta de ella es evidente: ¿por qué iba a querer que la ahogaran, menos aún, sin que antes le pregunten?
Por exageradas que parezcan estas situaciones, Sam Levinson (Nación Salvaje), creador, director y guionista de Euphoria, aseguró que simplemente intenta retratar la realidad de un adolescente de 2019. «Muchos padres van a flipar», dijo sobre esta ficción, basada en su propia lucha con la adicción a las drogas. «Puede parecer que estamos rozando los límites poniendo estas escenas en televisión, pero alguien las ha vivido», añadió. Y centrándonos en la influencia de la pornografía en la educación sexual de los jóvenes, los datos le dan la razón.
El acceso temprano, fácil y más o menos generalizado a la pornografía que ofrece internet y en particular los teléfonos móviles está transformando las relaciones sentimentales y sexuales de los jóvenes españoles. Esta es una de las principales conclusiones de la investigación Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, elaborada por la red Jóvenes e Inclusión y la Universidad de las Islas Baleares. Según sus datos, un 70% de los jóvenes españoles ha visto porno en internet. El primer acceso se produce cuando los niños tienen solo ocho años y su consumo se generaliza a los 14.
Casi un 70% de los entrevistados cerca de 2.500 jóvenes de siete comunidades autónomas, de entre 16 y 29 años y en su mayoría heterosexuales (76,7%) – reconoce que ha recibido una educación afectivo-sexual insatisfactoria y para resolver sus dudas acude a las amistades en un 72,8% de los casos; e internet en el 69,1%. Los padres y profesores solo son una opción para el 27,5%, de forma que los jóvenes reciben una imagen completamente distorsionada de cómo deben desarrollarse las relaciones íntimas, que normalmente incluye violencia abierta y prácticas de riesgo. Señalan, además, que muchos se encuentran con contenido pornográfico sin buscarlo. Y subrayan cómo el porno cosifica a la mujer, reduciéndola a objeto sexual disponible para el hombre.
“La pornografía presenta un modelo automatizado, inalcanzable y mecanizado”
Esteban Cañamares, psicólogo clínico y sexólogo certifica los datos de este estudio diciendo: “La edad de iniciación cada vez baja más y el acceso es más masivo. Lo raro es encontrar a algún chaval que no lo haga. Desde luego, a partir de los 13 años, todos absolutamente”. Y sobre su influencia en el desarrollo de las relaciones sexuales y afectivas explica: “La pornografía resulta muy perjudicial porque reduce todo al contacto anatómico, al cuerpo con cuerpo. Conocer al otro, lo que antes llamábamos ligar, gustarse, descubrir que tenemos aficiones juntos, el acercamiento poco a poco, todo eso internet lo borra y reduce la relación sexual a genitales con genitales. En ese sentido, se perjudican todos, hombres y mujeres”. Y pasa a enumerar las preocupaciones de sus pacientes. “La pornografía les da unos modelos inalcanzables: ellos tienen que tener un pene de dimensiones descomunales, unas erecciones instantáneas, aguantar mucho haciendo el amor y unas eyaculaciones masivas. Ellas tienen que tener un pecho grande, una figura perfecta, nada de grasa. A mí me llegan chicos y chicas jóvenes acomplejados por tonterías y se crean muchas pequeñas grandes angustias que les hacen sufrir mucho”, asegura.
Como Euphoria y otras series sobre adolescentes muestran, los chavales de la Generación Z sienten la presión del grupo por perder la virginidad y acumular experiencias sexuales, muchas veces olvidándose de su propio placer y simplemente tratando de satisfacer a su pareja o los estándares que, en su opinión, deberían cumplir. En el caso de la serie de HBO, renovada, por cierto, por una segunda temporada, esta realidad afecta especialmente a las chicas, cuya experiencia vital es narrada con precisión desde diferentes puntos de vista, desde su más tierna infancia y los acontecimientos que han ido conformando su personalidad hasta las dudas, conflictos y errores que, inevitablemente enfrentan en su adolescencia.
“La pornografía en internet no es educación ni formación: es la mala educación y la desinformación sexual para los jóvenes, es simplemente presentarles un modelo automatizado, inalcanzable y mecanizado”, asegura Cañamares sobre la distorsión de la realidad que ofrece la pornografía y la consecuente insatisfacción que muchos chicos sienten por verse incapaces de cumplir con estos modelos. “Pasan muy buenos ratos con mucha facilidad, pero se van a casa igual de vacíos. Siempre vuelvo a lo mismo, pero es que ni conocen el nombre de la persona con la que han estado o no son capaces de describir cómo era. Han reducido todo a una especie de masturbación: en lugar de masturbarse solos, se masturban mutuamente. Hay una relación humana cero”, señala el sexólogo.
La pornografía puede normalizar la violencia, prácticas degradantes o de riesgo
Como se apuntaba antes, el consumo habitual de pornografía a edades tempranas puede desensibilizar a los jóvenes ante prácticas degradantes o peligrosas y aumentar su interés en parafilias o prácticas extremas. Aunque esta posibilidad es real, Cañamares aclara: “Existe el riesgo de normalizar la violencia, pero no todos se van a ver influidos por estas imágenes por igual. Dependerá de la madurez previa y los valores que se les hayan inculcado, pero sí hay un pequeño porcentaje que puede dar paso a ese tipo de comportamientos”. Y el psicólogo pasa a desarrollar esta cuestión.
“Hay algo que no es educación sexual y que es muy importante: que ese chico de 13, 15 o 18 años esté bien socializado, tenga metas en la vida, tenga buenos lazos afectivos con la familia y los amigos, esté satisfecho con lo que estudia o trabaja. Una persona con estas características va a ser mucho menos vulnerable a estos malos modelos en internet. Pero claro, si escogemos un chico o una chica que no tiene éxito social, con falta de autoestima, sin lazos familiares ni ilusión, por ahí pueden encontrar la forma de ser los protagonistas, ya sea porque hacen o se dejan hacer”, señala el psicólogo. Que sin querer, apunta los arcos argumentales de varios personajes de esta serie, las formas en que utilizan el sexo o lo que este cuenta sobre ellos. Sin hacer spoilers: para muchos es un medio para lograr aceptación social, empoderarse, manipular, alcanzar sus objetivos o huir de sus miedos.
La forma en que están grabadas las escenas de sexo dirige la mirada del espectador precisamente ahí: hacia los pensamientos o sentimientos de estos personajes. “En la serie hay muchos movimientos de cámara, pero en las escenas de sexo intentamos tener siempre la cámara fija”, señaló Levinson a este respecto en la presentación de la serie en el Festival ATX. Frente a otros momentos de euforia, nunca mejor dicho, como las fiestas o el consumo de drogas, donde el montaje, los planos y los movimientos de cámara acompañan la efervescencia del momento, las escenas íntimas tienden a frenar la cámara para concentrarse en las emociones de los protagonistas. Y esta capacidad para reflejar la psique de todos estos diversos jóvenes, a lo largo de sus ocho episodios, ha sido una de las cualidades de la serie más alabadas por la crítica.
En resumen, en este mundo hipertecnológico donde los bebés nacen con una tablet debajo del brazo es prácticamente imposible mantenerlos alejados de la pornografía, que encuentran en la red sin tener que buscarla y, lógicamente, les causa curiosidad, especialmente en la adolescencia. Basta con buscar la palabra sexo en Google para encontrar millones de imágenes y vídeos pornográficos. Por eso, Cañamares recomienda, por un lado, utilizar sistemas de control parental con los niños para evitar que accedan a internet sin supervisión. Y por otro, “a partir de los 13 años por mucho que queramos van a ver porno, entonces la única solución es hablar con los hijos de que no representa la realidad. Igual que ocurre en una película de policías, que normalmente por la calle no ves grandes carreras de coches, tiros por doquier o explosiones”, señala.
“Tanto desde el colegio como en la familia hay que hablar de estos temas con normalidad. No como una clase más o una charla formal, sino como algo que se comenta al hilo de los acontecimientos, y hablar de sexo, del placer de conocerse, de compartir gustos y no reducir la sexualidad a pura mecánica”, aconseja el sexólogo. “Yo he dado charlas de formación en colegios y para conseguir que te pregunten tienes que evitar hacer una sesión formal: echar los bancos hacia atrás, que se sienten en el suelo, que se sientan entre amigos entre comillas. Las preguntas nunca son cómo ponerse un preservativo o cuáles son las enfermedades de transmisión sexual. Son cosas que te sorprenden, pero hay que estar abierto a contestar a todo y siempre con palabras muy naturales”, concluye.