Los jóvenes reconquistan la ficción televisiva: de 'Por 13 razones' y 'Élite' a 'Euphoria'
Abandonados por la TV, las plataformas de streaming han encontrado en los adolescentes un nicho nativo digital que deseaba verse reflejado en la ficción.
Después de ser abandonados por las cadenas generalistas, plataformas de streaming como Netflix han encontrado en los adolescentes un nicho de población nativo digital que deseaba verse reflejado en la ficción. Y en su retrato generacional, no huyen de nada: el suicidio adolescente, el bullying, la homofobia, la violencia sexual, la influencia de la pornografía en las relaciones sentimentales y sexuales, los peligros de las redes sociales.
De manera cíclica, las series juveniles resurgen en la televisión. Y décadas atrás, cada generación podía reclamar la suya. En España: Al salir de clase, Compañeros o Física o Química. En Estados Unidos: desde títulos posteriormente elevados a la categoría de culto como Freaks and Geeks o Esta es mi vida a culebrones como Sensación de vivir, Dawson crece o The O.C. Pero al filo del 2010 las cadenas generalistas se olvidaron de sus espectadores más jóvenes, que después de huir a Youtube y el mundo digital, vuelven a contarse a través de la ficción gracias al empuje de plataformas de streaming como Netflix.
Para empezar, “creo que hay que diferenciar entre el espectador joven y la programación juvenil”, afirma Concepción Cascajosa, profesora de Comunicación Audiovisual la Universidad Carlos III de Madrid. “En España durante un tiempo las series con un formato juvenil y protagonizadas por jóvenes tuvieron muchísimo éxito. Es el caso de El barco o El internado, ficciones de amplio espectro con personajes de todas las edades. Ese formato de serie se dejó de hacer y parece que los jóvenes se quedaron un poco fuera o en los laterales”, explica. “De manera combinada, el público joven es el que más está abandonando la televisión lineal, entonces igual no tenía sentido intentar llegar a él a través de esa programación y había que darle un contenido específico que fuera nativo digital”, como demuestran Más de 100 mentiras en Flooxer (Atresmedia), Boca Norte en Playz (Televisión Española) o la enésima adaptación internacional de Skam, en nuestro país producida por Movistar.
Tanto por su nivel de producción como por su apuesta por las audiencias de nicho, Netflix ha liderado esta tendencia, devolviendo las series juveniles al centro de la conversación global. Por 13 razones, GreenHouse Academy o Las escalofriantes aventuras de Sabrina desde Estados Unidos, Dark en Alemania, Élite en España, Baby en Italia, The Rain en Dinamarca, Sex Education y The End of the Fucking World desde Reino Unido o Siempre bruja en Colombia son algunos de las ficciones que, desde diferentes géneros y perspectivas, han puesto sobre las mesa la realidad de los adolescentes.
“Netflix tiene un carácter un poco híbrido: es una plataforma en línea, pero tiene un espectro de espectador muy amplio, de modo que vio ese espacio de oportunidad en la ficción juvenil”, señala Cascajosa. “Netflix se basa en el consumo intensivo: quieren que estés con ellos el máximo número de horas posible. Y los jóvenes son los que más horas pasan consumiendo audiovisual entre videojuegos, móviles o redes sociales”, continúa diciendo sobre su lógica de producción. “Han detectado que hay un público de línea que consume Netflix porque comparten cuentas y para ellos es una aplicación nativa que ven en el móvil o la tablet, de modo que podían lograr muchos suscriptores”, añade.
Por 13 razones: del suicidio adolescente, el bullying o la violencia sexual
El ejemplo paradigmático quizá sea Por 13 razones. Estrenada el 31 de marzo de 2017, este drama adolescente ha conseguido replicar y extender el éxito de su fuente de origen, la novela homónima de Jay Asher, hasta alcanzar, de momento, las tres temporadas. “Muchas de estas ficciones tienen que ver con un género literario, que es la novela juvenil, de la que se habla muy poco porque parece que no está legitimada culturalmente cuando es uno de los grandes motores de la industria editorial. Además, se relaciona con el mundo de los youtubers o los booktubers, y por tanto tiene una pata en lo digital”, apunta a este respecto Cascajosa.
Su polémico punto de arranque: la joven de 17 años Hannah Baker se quita la vida dejando tras de sí varias cintas de casete donde explica sus motivos y señala a las personas a las que considera responsables de su decisión. Además de mostrar el suicidio de la protagonista de manera particularmente gráfica, la serie aborda otros temas sensibles como la violencia sexual, el bullying o la influencia de las redes sociales en la vida de los adolescentes. Convertida en un fenómeno, Netflix tuvo que reforzar las advertencias previas a los capítulos tras emitir la primera temporada. En la segunda, incluyó un mensaje donde los actores animan a los espectadores que puedan sufrir problemas parecidos a los de sus personajes a pedir ayuda. Y el pasado mes de julio, poco antes del estreno de la tercera temporada el 23 de agosto, decidió editar y prácticamente eliminar la controvertida escena del suicidio de la protagonista. Detrás de esta decisión se encuentran las denuncias de varios padres y un estudio que relaciona la serie con el aumento de la tasa de suicidios entre los jóvenes estadounidenses.
“Por 13 razones es una ficción muy venal, muy emocional, en algunos momentos es un psicodrama monumental. Esas emociones absolutamente desbocadas tienen que ver con lo que sienten los jóvenes: todo es a vida o muerte y parece algo definitivo”, señala Cascajosa. “Los críticos de 40 años deberían ser aceptablemente prudentes con este tipo de series que no están hechas para ellos. Yo prefiero ser respetuosa y, cuando no entiendo algo, pregunto a mis estudiantes”, recomienda a los detractores de esta y otras series adolescentes.
Educación sexual, nostalgia ochentera y brujas feministas
Muy distinta es la aproximación de la más reciente Sex Education, una dramedia estrenada el 11 de enero de 2019 sobre un joven inadaptado que, sin darse mucha cuenta, monta un consultorio sexual donde atiende a sus compañeros. En sus consultas utiliza los conocimientos de su madre, una terapeuta sexual interpretada por Gillian Anderson que a menudo le incomoda con su franqueza hablando y disfrutando del sexo. Esta improbable premisa permite a la ficción hablar de cuestiones como la masturbación femenina, el placer femenino o el aborto, así como de temas recurrentes en la ficción juvenil como la homofobia, el bulling o las redes sociales.
Si atendemos a las cifras de Netflix, más de 40 millones de hogares vieron esta serie durante su primer mes de emisión, muchos de ellos treinteenagers o padres que se acercan a este tipo de ficciones para rememorar su no tan lejana adolescencia o descubrir cómo viven los jóvenes de hoy. “Sex Education tiene un puntillo de nostalgia, sobre todo para una determinada generación, ya que responde a esa fantasía de ojalá yo hubiera tenido alguien que me explicara todo esto”, señala Cascajosa. “La ficción de este perfil puede servir, por un lado, para que los jóvenes se sientan representados y, por otro, para que las familias o los padres pueden ver estas series y tener un tema de conversación con los hijos: verlas juntos o por separado para entender qué les está pasando, qué están pensando o qué les preocupa”. En el caso de Por 13 razones, la profesora cree que se dan ambas situaciones, aunque con Sex Education recomienda precaución: “Al ser sexualmente explícita yo creo que los padres pueden verla para entender a sus hijos, pero no verla con los hijos porque no está en ese espacio de comodidad verla juntos”, añade.
Hablando de nostalgia, un título destaca por encima de la multitud que produce Netflix: Stranger Things. Sin ser una serie juvenil, esta producción se dirige a esos adultos que fueron niños en los 80 y que, como aquellas series intergeneracionales, logra captar a diferentes públicos con personajes de todas las edades. “Parte de ser adolescente o joven es tener una especie de rechazo y necesidad de reafirmar tu identidad como un adulto con autonomía. Los contenidos de niños no funcionan con esa edad, sino con los treintañeros que sienten que les gustaría volver a esa época porque todo era mucho más fácil”, señala Cascajosa en referencia a la tercera temporada de Stranger Things, por la edad que van cumpliendo los protagonistas, la más juvenil hasta el momento.
Inpirada en los cómics de Archie, Las escalofriantes aventuras de Sabrina continúa otra tradición televisiva estadounidense: la de producir series juveniles de fantasía o ciencia ficción dirigidas al público femenino que Warner y The CW iniciaron en la década de los años 90. Títulos como Buffy, cazavampiros, Roswell o Embrujadas entroncan con esta reinvención de la bruja adolescente, más feminista –como demandan los tiempos– y en clave de terror. De hecho, el proyecto fue desarrollado originalmente por The CW como un spin off de Riverdale. Pero las reemisiones de esta última serie funcionaron tan bien en Netflix que la plataforma decidió hacerse con Sabrina, estrenada, como no podía ser de otro modo, de cara a Halloween, el 26 de octubre de 2018.
Élite: los adolescentes españoles que triunfan en todo el mundo
Poco antes, el 5 de octubre de 2018, llegó Élite, trastornando al alumnado de medio mundo con su efectista pero eficaz relato. La segunda serie española de Netflix contaba con absolutamente todos los ingredientes para triunfar y, precisamente ahí, radica su genialidad: en haber sido capaz de construir un brillante thriller protagonizado por incandescentes jóvenes a los que, como es propio del género y de su edad, les pasa un poco de todo. El creador de Física o Química, Carlos Montero, y el cocreador de Los protegidos, Darío Madrona, son los artífices de esta producción de Zeta Audiovisual, responsables a su vez de taquillazos para púberes como Tres metros sobre el cielo o Tengo ganas de ti, ambas adaptaciones de las novelas adolescentes y también superventas de Federico Moccia. En el elenco destacan Miguel Herrán, María Pedraza y Jaime Lorente, los jóvenes protagonistas de La casa de papel, serie de Atresmedia convertida en un fenómeno global tras su retransmisión en Netflix hasta el punto de convertirse en la serie de habla no inglesa más vista de la plataforma. El resultado de este combo mortal: según los datos de Netflix, 20 millones de hogares vieron la primera temporada de la Élite durante su primer mes de emisión. Y el próximo 6 de septiembre tratarán de mejorar el dato con la segunda entrega.
Entrando en materia, la narración de Élite comienza con un asesinato en Las Encinas, el colegio más exclusivo del país. Unos meses antes, el centro había admitido a tres alumnos de clase obrera que perdieron su escuela en un terremoto. Mientras la policía investiga el crimen, la narración salta en el tiempo y apunta a la posible culpabilidad de todos los jóvenes, a quienes conocemos mientras experimentan con el sexo, el amor, las redes sociales, el alcohol y las drogas. También incluye en sus tramas temas como el VIH, la homofobia o el choque cultural que experimentan dos hermanos musulmanes.
«Es una serie que trabaja la diversidad y la inclusión muy bien, algo que a veces es más fácil trabajar en series juveniles que con series de adultos como ya habían hecho otras ficciones españolas. Es una serie bien construida e inteligente, que sabe lo que quiere contar y lo cuenta bien. Es una serie que te dan ganas de seguir viendo porque conectas con este universo. Y tiene personajes femeninos muy potentes. Con esto no quiero decir que antes no los hubiera, lo interesante es que toda la serie está construida sobre eso: todos los personajes femeninos deciden, controlan la manera en que se relacionan, cómo se representa el sexo y el papel de la mujer”, señala Cascajosa.
Euphoria: la demoledora apuesta juvenil de HBO
La guinda del pastel la acaba de poner la prestigiosa HBO con Euphoria, un relato sobre la ansiedad de la generación Z cuya impecable factura ha logrado fascinar a jóvenes, pero también a muchos adultos. “Es un ejemplo bastante curioso de cómo una cadena asociada a contenido más explícito, rompedor, provocador o libre, de repente, coge esa temática y hace su propia serie juvenil”, apunta Cascajosa sobre este drama, estrenado el pasado 16 de junio y renovado un mes después por una segunda temporada.
Como sus antecesoras, Euphoria se toma muy en serio el universo que quiere representar dando todo el protagonismo y poder de acción a los adolescentes, especialmente a los personajes femeninos. Pero también arriesga con la narrativa y su apabullante estética. Construye una banda sonora espectacular. Juega con referencias de los 80 y los 90 hasta llegar al nuevo milenio. Y por el camino retrata la angustia vital de estos jóvenes nacidos después del 11-S. Sus pírricos esfuerzos por alcanzar la (¿inalcanzable?) euforia del título. La falta de esperanzas o perspectivas que comparten con los espectadores de mayor edad. La inseguridad ante el aspecto físico, las relaciones sentimentales o el sexo. El abuso de los fármacos para tratar problemas de salud mental. La influencia de la pornografía, internet o las redes sociales en la construcción de la identidad. Ya sea de fiesta o en la feria. Junto al resto del clan o en la más absoluta soledad.
Huyendo de los discursos grandilocuentes, Cascajosa se pregunta ahora: “¿Pero Euphoria es algo realmente nuevo? ¿Es muy diferente a lo que hizo Reino Unido con Skins? Yo no lo creo. Lo que pasa es que las preocupaciones de los personajes de Skins, son muy diferentes a la generación de Euphoria”. Porque gran parte del éxito de estas ficciones radica no tanto en renovar el género, sino en su capacidad para retratar a su generación. Y narrarlo de manera que todos podamos sumergirnos en ellas.
“Creo que estas series están contando estas historias en unos términos que permiten entrar en el relato. A veces hay un punto de vista que tiene que ver con los padres, otras se pueden ver desde la curiosidad o desde la crisis de identidad, ya sea sexual, de salud mental o por el consumo de drogas. Euphoria cubre un espectro muy amplio del concepto de crisis. Y al final habla de la adicción: a la gente, las redes sociales, al dinero, al sexo, a la violencia… Es muy fácil que cualquier persona que haya pasado por alguna de estas crisis entre en la serie”, concluye Cascajosa.