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Loola Pérez: “Deberíamos entender que ser crítica con el feminismo no es una manera de quitarle autoridad”

No solo de la rabia vive el feminismo en Twitter, la autora murciana invita a revisar y debatir a través de su ensayo, ‘Maldita feminista’.

Loola Pérez: “Deberíamos entender que ser crítica con el feminismo no es una manera de quitarle autoridad”

Si de algo no se puede quejar el feminismo[contexto id=»381722″] español es de no tener referentes y mujeres que reivindiquen su lucha.

En redes sociales es visible la insistencia a favor de los derechos de las mujeres, especialmente en Twitter, donde existe un usuario que hace tributo a la novela epistolar de Söderberg y lleva por nombre @DoctoraGlas. Detrás de él se encuentra Loola Pérez, filósofa, mediadora social y sexóloga murciana, que no repara a la hora de argumentar en un tweet algún comentario desacertado en contra de la igualdad, de la violencia de género o si se intenta sacar rédito político del movimiento.

Pero Pérez no solo da “zascas” en Twitter, a finales de enero publicó un ensayo crítico sobre la vicisitudes del feminismo en la actualidad. Maldita feminista (Seix Barral) es el producto de un año de trabajo donde la autora ha tenido que documentarse no solo a través de su experiencia personal sino a través de disciplinas y reflexiones muy distintas para concretar un libro que pudiera trazar ese camino hacia un nuevo paradigma sobre la igualdad de sexos.

Entre mensajes directos, correos y links donde compartimos lecturas conjuntas, entrevisto a Loola Pérez en pleno tour promocional de Maldita feminista.

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Imagen vía Seix Barral

En Maldita feminista explicas todas las visiones alrededor del feminismo. Desde el feminismo liberal, pasando por el queer, el radical al feminismo multicultural. ¿En cuál feminismo se encuentra Loola Pérez?

Es difícil situarse en un momento donde las distintas corrientes viven unas de otras y se retroalimentan. Me reconozco dentro de la tradición feminista de la igualdad y comparto muchas visiones, que no todas, con el feminismo liberal, el feminismo pro-sex y el feminismo disidente. Sin embargo, como admito en Maldita feminista me parece esencial introducir las visiones del feminismo decolonial y multicultural, que generalmente se sitúa en la tradición de género. Establecer un diálogo con esta corriente significa para mí recuperar el espíritu de la primera ola del feminismo: defender la libertad de las mujeres contribuye al desarrollo de las comunidades, al progreso, a la buena vida. Si los abusos capitalistas están empobreciendo la vida de las mujeres y haciendo más difícil su supervivencia, así como la de sus familias, entonces no hablamos de feminismo sino de una élite femenina capaz de ser tan destructiva y egoísta como lo han sido antes otros hombres.

En la página 44 haces una afirmación interesante y polémica: no puede hablarse de patriarcado en países desarrollados de Occidente.

Las obras en las que se enmarca el feminismo hegemónico son, en general, ahistóricas y descriptivas. Es habitual que en ellas se repita la palabra patriarcado y no se defina con exactitud su origen o qué significa. Como sostiene Gerda Lerner hablar de patriarcado es hablar de un sistema histórico y no de un determinismo biológico. Esto quiere decir que no solo tiene un principio, sino que a través del proceso histórico, precisa de un final. Analizar la posición social de las mujeres en una teoría del patriarcado constituye un enorme esfuerzo por identificar también sus múltiples influencias. Porque la teoría del patriarcado admite desde las formas de civilización mesopotámicas hasta las europeas y con ello toda una serie de creencias, costumbres y funciones sociales de los sexos.

Es por ello que las explicaciones monocausales y universalistas sobre el patriarcado pueden funcionar como eslogan, pero son imprecisas y vagas desde lo académico. Necesitan de un esfuerzo intelectual que no encontramos, sin desmerecer, en los libros de Caitlin Moran. Pero ojo, tampoco existe ese esfuerzo intelectual en muchas académicas españolas, las cuales se acercan a la hipótesis del patriarcado de un modo sumamente tradicionalista, reinterpretando las relaciones entre clases como una relación entre los sexos. Cuando el análisis sobre el patriarcado se centra en un único aspecto ‘los hombres vencieron a las mujeres a través del control de su cuerpo’ renunciamos a muchos matices sobre la construcción de la cultura y por ende, de las raíces patriarcales.

Cuando el análisis sobre el patriarcado se centra en un único aspecto ‘los hombres vencieron a las mujeres a través del control de su cuerpo’ renunciamos a muchos matices

Me refiero, por ejemplo, a las estructuras de parentesco, la división del trabajo basada tanto en las diferencias biológicas como jerárquicas o a los significados de todas esas estatuas antiguas que veneraban a las mujeres como diosas o que idolatraban la maternidad o la voluptuosidad femenina. En esos símbolos históricos la mujer no ocupa una categoría de pasividad o sumisión sino que es representada como una fuerza transformadora de la civilización, como una figura venerada y poderosa. Otro aspecto que no hay que perder de vista es la posible participación de las mujeres en las relaciones de subyugación masculina. Está tan arraigado a nuestro imaginario la idea de que las mujeres han sido agentes pasivos y piadosos durante la historia que a muchas feministas de hoy les ofende esa hipótesis. ¡Y justo esa visión tan androcéntrica no es que sea culpa del feminismo sino de esa élite que ha interpretado la historia desde la visión masculina, restringiendo otras experiencias!

¿Cómo se sostiene tu afirmación de que el patriarcado ya no existe en Occidente con estadísticas como que la brecha salarial entre hombres y mujeres en España creció en 2018 un 37% al tener hijos?

Tanto el origen como el fin del patriarcado admite un análisis sobre las funciones de hombres y mujeres. No se puede mantener al mismo tiempo un posicionamiento que admite que el patriarcado es transhistórico y que el gobierno va a hacer políticas públicas feministas. Algo no encaja ahí y es el hecho de que no se puede ignorar que la organización social de Occidente se ha transformado a medida que se ha reconocido de forma legítima los derechos de las mujeres.

Ahora bien, cuando hablamos del fin del patriarcado en Occidente no estamos hablando de que las mujeres tengan los mismos intereses laborales y familiares que los hombres o que ya no existan situaciones donde haya desigualdad. Para muchas mujeres la maternidad es un ámbito muy atractivo en sus vidas y renuncian a su carrera para prestar la máxima atención a su familia. Otras, en cambio, sí que encuentran dificultades para conciliar su vida laboral y familiar.

Defiendes la gestación subrogada y la prostitución. En ambos casos apelas a la libertad de quién ejerce y a la creación de leyes y protección de las mujeres que ejercen. Sin embargo, ¿si hubiese más posibilidades laborales para estas mujeres no habría más opciones para que ellas no tuvieran que vender su cuerpo? ¿Dónde queda la línea ética y moral con respecto al cuerpo de la mujer en las posturas del feminismo radical y el liberal?

Defiendo la regulación ética, garantista y con perspectiva de derechos humanos en la gestación subrogada. Esto quiere decir que no estoy a favor de cualquier regulación en gestación subrogada: los derechos de la gestante y del bebé tienen que estar en el centro. Y, por tanto, deben existir desde mi juicio ético determinadas limitaciones como que se impida la participación en el proceso de gestación subrogada a mujeres que se encuentren en situación de pobreza. Es importante explicar esto porque la gente asocia la gestación subrogada a modelos como el que se da en la India, que a mí me parecen un error y terribles. Pero claro es que la India no es precisamente un ejemplo en el respeto de los derechos humanos a las mujeres. El modelo canadiense es mucho más justo y sensible con los derechos humanos.

Y en cuanto a la prostitución. Bueno, yo no defiendo la prostitución sino los derechos de las trabajadoras sexuales. Se vende un servicio, no un cuerpo. Nunca he visto a ninguna compañera que se dedique al trabajo sexual desmembrada después de su trabajo. Las putas no son Mister Potato. Para algunas personas la prostitución puede ser un trabajo con el que sobrevivir o ganarse la vida, pero para otras puede ser un infierno. Depende, pues, de las condiciones en las que se ejerce y también, de las opciones que tienes en tu vida para abandonar la prostitución y poder dedicarte a otro trabajo. Muchas instituciones creen que la alternativa a la prostitución son actividades laborales sumamente precarizadas. Hay un mal planteamiento. Las posibilidades laborales deben ser realistas, sí. Pero también hay que contemplar las preferencias. Hay mujeres que prefieren elegir con qué hombres acostarse a cambio de dinero que trabajar en un restaurante de comida rápida o destrozando animales en un matadero.

La ética y moral que estas corrientes asocian al sexo es una mezcla entre materialismo dialéctico y puritanismo sexual.

Pienso que no es contradictorio reivindicar mejores alternativas laborales para las mujeres que se dedican a la prostitución y quieren abandonarlas y el hecho de que se escuche las demandas sociales y políticas de las putas. Lo único que se hace silenciándolas y difamándolas es propiciar una mayor exclusión social. Bueno, el feminismo cultural y radical son, generalmente, abolicionistas. La ética y moral que estas corrientes asocian al sexo es una mezcla entre materialismo dialéctico y puritanismo sexual. El sexo para estas corrientes solo está bien visto si hay amor, placer o está determinado por la militancia, como es el caso del lesbianismo político. Pero si se asocia a la emancipación o al dinero, entonces les resulta sucio y siempre asociado a la explotación. En ese sentido, se despojan a las mujeres de su capacidad de agencia y ahonda en una supuesta pasividad.

Afirmas que la debacle del feminismo hacia la banalización empezó con los MTV del 2014 con Beyoncé delante de unos neones que formaban la palabra Feminism. Que el feminismo llegue al mainstream como etiqueta, ¿no sirve para la lucha feminista? Si no sirven los símbolos ¿cómo se captan seguidores a la lucha?

Los símbolos pueden ser persuasivos y atractivos, pero no analizan ni profundizan en las barreras y demandas que debe enfrentar el feminismo. No deberíamos comprender los símbolos como una cuestión entre la aprobación y la desaprobación, el halago o el rechazo. Lo interesante es analizar si su estímulo es suficiente para crear pensamiento feminista, si invitan a la revisión teórica o si, simplemente, tiene una implicación transformadora en la vida de la gente. Hay que reflexionar sobre si los valores que encontramos en los símbolos feministas, esos que invaden la cultura popular, poseen un significado distinto cuando te lo vende una mujer privilegiada que es imagen de multitud de marcas. Se corre el riesgo de que el feminismo se convierta en un producto y de que se despoje a la reivindicación de la igualdad de género de su carácter subversivo y transformador para convertirse en el fetiche en una economía de mercado. De hecho, pienso que adaptar el feminismo a esos términos puede llevar al colapso.

Criticas la sororidad, especialmente porque ciertas feministas usan la tragedia de otras como mercancía. Tú, siendo víctima de abuso, ¿crees que es una postura hipócrita por parte del feminismo en todas sus vertientes con respecto a las abusadas?

Más que una postura hipócrita yo lo llamaría utilitarista. El feminismo hegemónico utiliza a el dolor de las víctimas para tener legitimidad en su discurso. Hace del dolor ajeno una bandera, un símbolo y esto funciona como un chantaje emocional, ¿quién se atreve a cuestionar el movimiento que acoge a las víctimas? Aunque se cuestione para mejorar, como es mi caso, está mal visto. Te convierte en una extraña enemiga. No obstante, hay dos cosas en este sentido que me preocupan más. En primer lugar, el hecho de que el feminismo hegemónico defina a las víctimas solamente desde una identidad pasiva y un destino determinista. Manda un mensaje bastante peligroso y desalentador donde ‘ser víctima’ es lo peor que te puede pasar, determinará todos los aspectos de tu vida. En segundo lugar, no tenemos que perder de vista esta tendencia en el feminismo hegemónico que nos dice que las víctimas siempre tienen la razón y que la única respuesta deseable es el resentimiento. Yo creo que liberarse de la ira es liberador, te ayuda a avanzar, a pasar página. Sin embargo, el feminismo hegemónico lo que le está diciendo a las mujeres es que tienen que vivir enfadadas, que tienen que maximizar sus beneficios a través de la pena narcisista, las condena al inmovilismo.

Más allá de hablar de sororidad o no, el problema real no es aceptar que las mujeres somos más que eso que nos han vendido como arquetipo de madre, buena y virgen. ¿Hablar de sororidad solo entre mujeres no es excluir una parte de nuestra psique oscura y violenta del contexto de ser mujer?

¿Excluir? Lo veo más bien como una forma de purificar, santificar e infantilizar a las mujeres. Actúa como un comodín: si eres mujer y te equivocas, no te preocupes, seré sórica contigo y no te juzgaré. Se insiste en un código de conducta basado en la autocensura. Es cierto que como precepto moral, la sororidad puede tener una utilidad en las relaciones entre mujeres. Sin embargo, el concepto parte de una idealización de las mujeres y de las relaciones entre nosotras con el que me muestro sumamente crítica. El estudio científico de la competencia intrasexual muestra que mientras en los hombres es más frecuente el uso de la agresión, en el caso de las mujeres buscamos afectar el estatutos o bienestar de una persona evitando el enfrentamiento directo. Eludimos la agresión para usar otro tipo de conductas basadas en el aislamiento social, la degradación del atractivo de otra persona o la difusión de falsos rumores que pueda debilitar su estatus. Cuando se trata de herir o dañar la reputación de alguien, nadie maneja mejor la lengua que nosotras. Negar esa parte de nosotras es pedir que seamos perfectas. Lo que habría que hacer es educar para modular y controlar esas tendencias tan frecuentes en el comportamiento femenino, pero la sororidad no educa, solo impone un código de conducta normativo.

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Loola Pérez | Foto por TresSotomayor.

Es el feminismo español es muy fan de mujeres maduras como Virginie Despentes, sin embargo, ha convertido en un boom editorial a varias influencers e ilustradoras que terminan explicando desde la simplificación cómo masturbarse, cómo son nuestras vulvas, etc. Como sexológa, ¿cómo ves ese boom editorial junto al boom del Satisfyer?

¿Qué puedo decir? El intrusismo y la impostura no pasa de moda. Resultan, en cierto modo, peligroso porque difunden mucha información errónea, estereotipada y poco científica sobre la sexualidad o la salud sexual. Y bueno, sobre el Satisfyer, bienvenido sea si ayuda a muchas mujeres a disfrutar del placer sexual y conocer mejor sus cuerpos. Pero, eso sí, no hay que idealizarlo. A muchas mujeres les será útil, pero a otras seguramente les deje frías o resulte hasta incómodo. Las mujeres tenemos una sensibilidad en cuanto al placer sexual muy diferente entre nosotras. Lo que a una le vale para correrse no significa que vaya a funcionar con otra. Para elegir un juguete sexual hay que saber qué tipo de estimulación te gusta y de no ser así, hay que estar preparada para explorar entre diferentes opciones.

¿El machismo se ha metido en la cama de muchas mujeres y por eso no se sabe pedir lo que se quiere o es un miedo al propio ser sexual?

No podemos mantener que el machismo es el culpable absoluto de todo. Hay mujeres que ante el deseo sexual se pueden sentir sucias y tender hacia la culpabilidad. Puede que ahí haya una influencia de la cultura machista que ha dificultado el acceso de las mujeres al conocimiento sexual o ha distorsionado la sexualidad de las mujeres y la ha asociado a dos figuras antagónicas la puta y la esposa. Pero también hay mujeres que tienen dificultades en su intimidad por otro tipo de razones, a menudo de carácter psicológico y personal. En las dificultades de la intimidad no te acompaña el feminismo sino un buen terapeuta.

El miedo no solo es de la mujer. También el hombre puede sentir miedo, no solo al aceptar disfunciones sexuales, sino a aceptar y hablar de sentimientos, eso que se ha dicho es tan propio de la mujer. ¿Se puede acabar con la palabra macho mientras partidos como Vox siguen conservando esa visión?

No me preocupa la palabra macho, pero sí que los hombres no sepan gestionar sus emociones porque definen su identidad bajo un estereotipo. Ese estereotipo lo puede reafirmar un partido político, pero también un equipo de fútbol, un profesor en el colegio o tu propia novia.

¿Qué hay de cierto en las nuevas masculinidades? ¿Realmente hay aliados o simplemente repiten discursos para ser aceptados? ¿Cómo se introduce a los hombres fuera de la famosa “Guerra cultural de los sexos”?

Hay de todo. Los hombres están viviendo una crisis de masculinidad y si negamos su participación en el feminismo, si infantilizamos las relaciones con ellos, se rebotarán en su ira y buscarán consuelo en gurús como Jordan Peterson o partidos sumamente reaccionarios asociados a la ultraderecha. Les harán sentir cómodos en su ira y resentimiento, pero ya está, no habrá ningún cambio.

¿El feminismo en España no se sitúa dentro de una ideología al igual que sus políticas? ¿Ser de izquierda o de derechas? Pensamientos inamovibles y binarios, ¿no estará ahí el problema para cualquiera que intenta unir o debatir a pesar de las diferencias? 

No sé si ahí está todo el problema, pero sí que uno de las dificultades que está teniendo el feminismo actualmente es sortear lo dogmático y llevar sus reivindicaciones y demandas a un plano más universalista, donde no importe ser de derechas o izquierdas. El feminismo es el movimiento por la igualdad entre los sexos y esa idea debería borrar la diferencia entre derecha e izquierda. Es un error asociar el feminismo estrictamente a la izquierda cuando esta ha sido históricamente machista y homófoba. Ahora, en cierto sentido, tampoco lo hacen mejor, porque instrumentalizar los movimientos sociales afines a la igualdad es una forma de desviar el foco sobre el machismo interno, en las bases, en las militancias y las estructuras.

Planteas un manifiesto contra el autoengaño. En uno de los puntos afirmas que el feminismo no debe fragmentarse, así como le pasa a la izquierda. Sin embargo, ¿no lo estás fragmentando con este ensayo?

 No lo creo. En Maldita Feminista realizo un análisis descriptivo y si me apuras, una propuesta de carácter revisionista sobre el momento en el que se encuentra actualmente el movimiento feminista. Hablo de la pluralidad de corrientes que encontramos en el movimiento feminista, pero enfatizo la importancia del diálogo, la revisión de los posicionamientos y la capacidad crítica para buscar nuevas estrategias ante las desigualdades. Incluso hago alusión a que muchas corrientes feministas ya no admiten límites rígidos, han dado paso a una permeabilidad en sus reivindicaciones. El hecho de ser crítica con el feminismo hegemónico no me parece una forma de fragmentar sino que reafirma un deseo por reconducir las reacciones y posiciones del movimiento. Deberíamos entender que ser crítica con el feminismo no es una manera de quitarle autoridad o importancia en el desarrollo de las democracias sino de reafirmar mi compromiso por la igualdad, pero desde un lugar que trata de trascender lo doctrinario y populista.

Usas muchos referentes de todos los feminismos en tu ensayo, desde Judith Butler a Virginie Despentes. También hablas de psiquiatras o biólogas como Helen Fisher. ¿Faltan referentes más allá de las mujeres que abrieron las primeras cajas de Pandora?

Hay referentes de sobra, de lo que dudo es de que exista interés por conocerlos o darlos a conocer más allá del elenco de turno.

Pensando en referentes, criticas los estudios de género por quedarse encerrados en lo académico, por aparentar superioridad moral ante quienes no los conocen. Si la universidad se ha convertido en un mundo endogámico que solo debate en sus círculos y no sale a la calle, ¿cómo podemos debatir sobre feminismo en la actualidad?

No hay que renunciar a debatir sobre el feminismo y las relaciones entre los sexos en las universidades. Una cosa es describir lo que está pasando y otra muy distinta que se adueñe de nosotras una sensación derrotista. Censuras como las que vivieron las trabajadoras sexuales en la Universidad de La Coruña o de las que también fue objeto Pablo de Lora en la Universidad Pompeu Fabra nada tienen que ver con los valores del feminismo, sino del dogmatismo y la intolerancia. El feminismo no puede olvidar la reivindicación por las diversas visiones del mundo en cuanto a las relaciones entre los sexos y tampoco puede construirse de espaldas al conocimiento científico. Hay muchas personas feministas, que como yo, sienten que su pensamiento es híbrido y no se acurruca en el dogma de una corriente o en los eslóganes del feminismo hegemónico. A mí me gusta decir que hay que perder el miedo a tener una mala reputación y quizá eso es lo que encontramos en mi libro, un pensamiento libre, independiente y dialogante, que lejos de sentenciar, a lo que invita es a la reflexión y al análisis. Son tiempos difíciles para el pensamiento crítico, pero abandonarlo solo hará que contribuyamos a una sociedad más mediocre y a un feminismo sumamente superficial.

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