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Acabemos con la leyenda negra de YouTube: mucho más que tonterías y berridos

Hablamos sobre el poder para la divulgación de YouTube con La gata de Schrödinger, Dot CSV, La Hiperactina, El cubil de Peter y Jorge Escohotado

Acabemos con la leyenda negra de YouTube: mucho más que tonterías y berridos

La historia oficial es la siguiente: el 14 de abril de 2005, embriagados por la emoción, Steve Chen, Jawed Karim y Chad Hurley fundaron algo llamado YouTube. De una vez por todas, se dijeron, podrían compartir los vídeos con amigos sin salir de casa; se acabaron las reuniones frente al televisor. Las pruebas del experimento son algo ridículas y en cualquier caso entrañables: el primer contenido de la plataforma consiste en Karim hablando sobre lo molonas que son las trompas de los elefantes. Nunca una visita al zoo fue tan premonitoria ni tan seguida, sobre sus hombros se construyó el mayor imperio de entretenimiento que se conoce hasta la fecha. Y consigo, como se olvida a menudo, la herramienta más poderosa, atractiva y eficaz para la difusión de conocimiento.

Un año después de la experiencia paquidérmica, Google compró YouTube por 1.300 millones de euros. Una ganga. En 2020, en plena pubertad, YouTube es la tercera página más visitada del mundo, únicamente superada por papá Google y por Facebook. Está en 91 países, en 80 idiomas, tiene 2.000 millones de usuarios –cuatro veces más que habitantes tiene la Unión Europea–. Mil millones de reproducciones cada día –¡mil millones!–. Jamás tuvimos tanta información a nuestro alcance; YouTube es el sueño improbable de los viejos enciclopedistas. Lo supieron ver divulgadores, periodistas y curiosos del fenómeno, que asimilaron –como los cineastas– que no hay nada más sugerente para el ojo humano que una imagen en movimiento. Y a ello se lanzaron: a hablarnos de física, biomedicina, inteligencia artificial, historia, literatura.

Rocío Vidal –tal vez la conozcas por un canal llamado La gata de Schrödinger [303.000 suscriptores]– tenía un blog homónimo antes de comenzar hace casi dos años su aventura en YouTube. “Ponte que tenía 300 ó 400 visitas por contenido”, recuerda. “Me parecía que el blog era mucho más limitado. Yo quería personalizar la forma de divulgar ciencia, que no fuera simplemente escribir un artículo y que la gente lo leyera y que ahí acabara la interacción con el público. Quería crear una comunidad o, al menos, intentar divulgar directamente a una gente con un lenguaje y unos códigos que me dieran más juego”. La idea de saltar al vídeo estaba en su mente; el empujón definitivo lo recibió del amigo de un amigo, José Luis Crespo [QuantumFracture, 2.000.000 suscriptores], igualmente en sus veinte, que comenzó sin grandes aspiraciones y terminó por convertirse en una referencia de la divulgación youtuber.

La posición de Rocío no es distinta a la de Carlos Santana, que armó el canal Dot CSV [208.000 suscriptores] para hablar sobre inteligencia artificial hace ya dos años y medio. “Yo entré por pasión”, sonríe. “Me encantaba compartir lo que aprendía con la gente de mi alrededor. Cuando me di cuenta de que mi novia y mi madre me mandaban a callar, me dije que tenía que buscar público en otro lugar… y YouTube te da esa plataforma”. Carlos tenía la certeza de que, para tocar algunas teclas, el blog se quedaba corto. “Cuando te muestras tú, hay un doble efecto. El propio formato hace que personalices tu contenido y que la gente empatice más. Y estoy seguro de que, si cogiera todos mis guiones y los transformara en artículos, no tendría el mismo efecto”.

Cada uno, a su manera, llegó a la misma conclusión. Igual que Sandra Ortonobes, alias La Hiperactina [100.000 suscriptores], con un canal centrado en la biomedicina: “A mí el rollo de las cámaras, la interpretación, me venía de antes: hice tres años de interpretación en una escuela de cine”. Uno lo comprueba en sus vídeos; hay pocos canales de divulgación tan divertidos. “La idea no surgió porque tuviera muchos referentes y quisiera hacer lo mismo, sino porque yo comenzaba a pensar en contar lo que estaba aprendiendo, en lugar de hacer ciencia en un laboratorio”, cuenta. “YouTube me permitía fusionar dos pasiones”.

Igual que Pedro Pérez, el profesor de Historia que habita tras El cubil de Peter [105.000 suscriptores], uno de los creadores más martilleados por YouTube –y desde aquí adelanto que este reportaje tendrá una segunda parte menos laudatoria sobre la plataforma–. Pedro desembarcó en este puerto jugando a videojuegos –“eso era YouTube, al fin y al cabo”– y por ciertos azares sucumbió al deseo de divulgar sobre lo que más le gusta. “Hubo un momento en que se me encendió la bombilla”, desvela. “Siempre me ha gustado comunicar y probé a subir un vídeo contando una anécdota relacionada con un evento histórico. En este caso, la II Guerra Mundial. A la gente le gustó, aunque le chocó porque no era a lo que estaban acostumbrados. Poco a poco, la gente a la que no le gustaba ese contenido se fue yendo. Pero fue llegando otra. Cada vez más. Me di cuenta de que podía transmitir mi pasión a través de un medio nuevo”. Así, hasta la fecha. Estos cuatro casos exponen el nacimiento de cuatro nuevos líderes de la divulgación en España; hay vida más allá de La2. Y, sin embargo, sería impreciso limitar la plataforma a la voz de los jóvenes.

¿Cuántos intelectuales levantan la admiración del maestro Antonio Escohotado en España? Su hijo Jorge supo canalizar el interés –y a menudo devoción– en el filósofo dentro de este vasto territorio. La Emboscadura es editorial y plataforma al mismo tiempo, es una sonda que no deja espacio sin explorar, y nació para divulgar su conocimiento más allá de los tránsitos habituales. “La Emboscadura convirtió a mi padre en el autor más digital del país hace ya un par de años”, explica. “Lo abrí tratando de reunir todos los vídeos que había de mi padre y que iban llegando de conferencias en un único sitio. Así el lector podría elegir con criterio qué le apetecía ver. La ventaja principal era la comodidad para que el seguidor de mi padre no tuviese que buscar en varias páginas lo que ahora está sólo en una”. Y vaya si funcionó: “Los millones de visualizaciones dentro del canal [40.000 suscriptores] demuestran que la idea ha tenido un gran impacto, y así lo atestiguan también los miles de suscriptores, que no dejan de crecer. Por supuesto, esto tiene una repercusión en la venta de libros de su obra”.

Los nuevos líderes de la divulgación

Si indagamos en el público que consume YouTube, descubrimos que en gran medida tiene entre 18 y 35 años. El boom comenzó con los millennials y el testigo lo tomaron los zeta. Esta es la audiencia que alcanzan los divulgadores; es un hecho puramente generacional, claro. Los códigos, el formato, el lenguaje. Decía Javier Cansado que tiene más que comprobado que no hay nada más generacional que el sentido del humor. Y qué somos nosotros sino los hijos de Los Simpsons y el “Thanks for the info”.

La casa de los vídeos de Google ha permitido que se haya disparado el número de divulgadores, que muchos de ellos tengan miles de seguidores, es una novedad histórica. “Se ha democratizado mucho la divulgación”, amplía Sandra. “Antes, divulgar ciencia estaba en manos de cuatro afortunados que acababan siendo presentadores –porque no había presentadoras– de un programa de la tele. Tenían suerte y algunos también muchísimo talento. Pero, evidentemente, como sólo recaía en unas manos, tampoco tenías tanto contenido entre el que escoger. Ahora todo el mundo puede subir cosas a YouTube, con el riesgo que conlleva, pero hay más posibilidades entre las que elegir y llegar fácilmente a las casas. No tienes que esperar a que se emita el sábado a las cinco de la tarde; lo tienes en tu móvil cuando quieras”.

La capacidad de escoger, eso era el progreso. “Claro, porque en función de tu personalidad te va a interesar más uno u otro”, recoge el guante Rocío. «Martí [CdeCiencia, 1,3 millones de suscriptores], por ejemplo, te va a hacer reflexionar sobre la vida y va a atraer un tipo de público que yo no voy a atraer. Yo me meto en temas más polémicos, soy más políticamente incorrecta. Hay gente a la que incomodo y se va a canales que hacen una divulgación más blanca, por así decirlo. Hay gente más macarra y gente que no entra en los temas polémicos”.

Al haberse democratizado tanto –esa palabra–, al haberse atomizado tanto las temáticas de los canales –ciencia es demasiado abierto; la tarta se reparte en física, química, biomedicina, etcétera–, da la impresión de que todos caben. Se suprime, a fin de cuentas, el factor instintivamente competitivo, el uno contra uno, se crean comunidades. Se comprueba en el momento en que unos se recomiendan a otros. “Tengo la suerte de que las personas que admiro son ahora mis amigos, como Crespo, Martí o Sandra”, resume Rocío. “Al menos en el ámbito de la divulgación científica”, remacha Carlos, “estamos muy unidos. Todos entendemos que empezamos en esto por pasión, porque nos gusta. Esto te hace saber que el compañero no rema en tu contra y que le debes ayudar con lo que puedas”.

Algunos divulgadores como Jaime Altozano o el propio Crespo ya son estrellas mediáticas; otras están en camino. YouTube ha proporcionado eso: un escaparate con la única barrera del idioma, una forma sinuosa y no siempre agradecida de darse a conocer. El crecimiento más pronunciado lo vivió Rocío, su vídeo desenmascarando las estafas chamánicas de dos influencers ha conducido a al menos 1,4 millones de personas hasta su canal y le reportó 70.000 suscriptores en dos semanas. Desde entonces ha tenido un crecimiento sostenido. Sandra, Carlos y Peter han vivido un proceso paulatino. Los cuatro conocen el empinado camino de la supervivencia en YouTube. It’s a long way to the top if you wanna rock and roll.

Vivir de YouTube

No requiere demasiado esfuerzo imaginar que el volumen de negocio de YouTube es inmenso, que los dos mil millones de personas que consumen su contenido son más que apetitosos para los anunciantes –de Ferreterías García y Pitonisa Patricia a Fly Emirates y HBO–. La plataforma se alimenta del trabajo de sus creadores para ofrecer un espacio a la marcas, luego se reparte el botín con ellos al 50%. Aquí confluyen productoras, televisiones, particulares; tampoco requiere esfuerzo imaginar cuál es el eslabón más débil. Es un campo de minas, pero vivir de YouTube es posible.

Es difícil estimar cuánto se puede ganar por tener un canal: depende de la especialización del tema, de los países de la audiencia, de la cantidad de visitas –fundamentalmente–. Pero lo que marca la diferencia no es tanto el dinero que te transfiere Google como las puertas que te abre. Rocío, por ejemplo, acaba de renovar en el proyecto ScienceTruck, de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología y con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación. Consiste en llevar la ciencia a las aulas de manera divertida. «A lo mejor sacas a un chaval de una clase de matemáticas para que esté en el polideportivo aprendiendo de la ciencia”, explica. “YouTube te da tanta visibilidad que te da oportunidades de divulgar en otros ámbitos que, de primeras, no te surgirían: institutos, universidades, empresas…”. La gata de Schrödinger puede decir, un año y medio después de su inmersión, que con los ingresos directos y los indirectos le alcanza. “Espero que siga así la cosa”.

“Yo estoy donde estoy gracias a YouTube”, confiesa Pedro. “Soy profesor, he aprobado las oposiciones y he estado en lista de interinos, nunca me han llamado. Pero mi primera oportunidad me la han dado en un colegio donde mi factor diferencia fue mi labor en YouTube. Y ahora estoy escribiendo un libro. YouTube es un escaparate”. Sandra también sabe que La Hiperactina fue decisiva para conseguir su trabajo en el Instituto de Ciencias Fotónicas, en Castelldefels; Carlos reconoce que ahora viaja a sitios y está en lugares inaccesibles de no ser Dot CSV. Cuando hablamos por teléfono, Carlos responde desde el CERN, en Suiza: “Me surgen posibilidades por esto que no tendría de haber seguido mi carrera profesional. Mis padres me preguntan por el doctorado, pero me abre más puertas lo que estoy haciendo ahora”.  Y algunas de estas puertas son particularmente curiosas: “El canal te da esa falsa apariencia ante el público de que eres un experto. Incluso me ha pasado que he sido becario de una empresa y que, a raíz de ser youtuber, haya cambiado su trato completamente conmigo”.


Esta es la primera parte del reportaje, que únicamente revela las luces de la divulgación en YouTube. Todavía queda por contar, en una segunda parte, la cara B de la historia.

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