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Arte

ARCO 2020: más pánico al arte que al coronavirus

La nueva edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, entre polémicas naifs y más obras de mujeres

ARCO 2020: más pánico al arte que al coronavirus

El segundo día de ARCO sigue los protocolos: los reyes paseando, los fotógrafos –treinta, cuarenta– apelotonados a su paso, los galeristas a súplica viva: “Tenga cuidado, no pise aquí, póngase en otro lado”. El espacio restante era eso: restante. Sin mucho ni poco tráfico arriba y abajo, una asistencia significativa –dadas las circunstancias–, alguna mascarilla. Los pabellones 7 y 9 de Ifema albergan la nueva edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid con las dudas comprensibles a su relevo presidencial –¿habrá algún cambio?– y la amenaza psicológica del coronavirus. En lo que compete a los cambios, los más significativos han sido la ausencia de un país invitado y una mayor presencia femenina (un 7% más); la dinámica, por lo general, sigue siendo la misma.

Alrededor no hay tanto pánico al coronavirus como obras insignificantes y muy caras, ridículamente cursis, que no son fieles al elemento fundamental del arte protesta: que sea arte. El capital te culea, de Teresa Margolles. Cien años de soledad [no realmente], de Alfredo Jaar. Mirar/Ver/Percibir, de Antoni Muntadas. ARCO no es ajeno a la banalización, como tampoco lo somos los asistentes. Un simpático matrimonio descansa en un banco del noveno recinto, no encuentra el asunto tan grave. “Hoy no le pongo pegas a nada”, sonríe la mujer.

–¡Qué empática está usted!

–Será eso, no pongo ningún pero.

–Y eso que hay cosas terribles, ¿no cree?

–Como todos los años.

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Dos mujeres con mascarillas durante la inauguración oficial ARCO 2020. | Foto: Juan Carlos Hidalgo | EFE

Aquí y allá se cruzan con la mirada esta y otra pieza trivial, tan ridícula que la pregunta es qué hace aquí, por qué se asume como “lo de siempre”, por qué la división entre lo banal y lo artístico no es más clara. La mujer justifica que hay motivos para venir, que no todo va a ser sangrado de ojos: Leandro Navarro, Luis Bordillo, los primerísimos Mirós y Picassos. Hay compradores en el pabellón 7 con los ojos bien abiertos, atentos a las propuestas, dibujando inversiones por dentro. Vienen de América, Japón, Italia. Hablamos con una potencial compradora brasileña, acaba de llegar; no sabe qué comprar, pero sabe que va a comprar. En el pasillo que une los pabellones camina entre pausas un hombre impecablemente vestido.

–¿Le gusta lo que ve?

Él sonríe, hace un gesto de duda.

–Bueno, esa obra de Jason Martin, sí, por ejemplo. Pero se están perdiendo muchas cosas por el camino.

–¿A qué se refiere?

–ARCO no es, ni de lejos, lo que era hace años. Y aun así debe existir: sería una pena que desapareciese.

–¿Incluso con el cuadro de Franco?

El hombre se encoge de hombros:

–Ni siquiera es polémico; más polémicos son las falsificaciones y los plagios.

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Un visitante fotografía la obra ‘Franco no era tan malo como dicen’. | Foto: Juan Carlos Hidalgo | EFE

La polémica del año, un año más

Es posible que la responsabilidad sea compartida entre medios y organización. Esa búsqueda compulsiva por lo polémico, lo incendiario o lo incómodo. A menudo sin ser ni una, ni otra, ni otra. El año pasado fue un ninot de Felipe VI –creación de Santiago Sierra y Eugenio Merino– que nunca, a ciencia cierta, obtendría el indulto fallero. Este año las fotos le corresponden al trabajo de Riiko Sakkinen, un finés que vive en un pequeño pueblo llamado Pepino, en la provincia de Toledo. Su hijo volvió con una anécdota y la anécdota desembocó en idea: un profesor explicó en clase que Franco no fue tan malo, que hizo cosas buenas. El creador finés no pudo resistir el impulso: enseguida comenzó a diseñar una obra que imita el retrato más conocido del dictador. El artista acompañó el trabajo de sátira tipográfica, rodeando su silueta de algunos de los clichés más extendidos –con licencias– sobre su legado: los pantanos, la Seguridad Social, ya saben.

Un programa de televisión se propone hacer burla del o con el cuadro: el cámara graba a la presentadora, con enanismo, que sigue una por una las órdenes del director. “Lee lo que pone en los márgenes”. Primer intento: “Inventó la tauromalaquia”. Segundo intento: “La tauraquia”. Tercer intento: “Tauromanaquia”. Muchos graban la escena y ella posa y entretanto un hombre se acerca con el ABC bajo el brazo y dice “Viva Franco. Jijiji” y ella sigue con su trabajo, a sus cosas, entrevista a un inversor: “Si yo fuera una obra de arte, ¿me comprarías?”.

Bienvenidos a ARCO.

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