Gaming Sounds: Clark Aboud, el sonido de la aventura

Slay the Spire, del estudio MegaCrit, fue una de las grandes sensaciones indie del pasado año. En un entorno en el que los juegos de cartas o deckbuilders tienen cada vez más presencia en el mercado y empiezan a recuperar relevancia en los eSports (no hay más que ver la acogida del reciente Legends of Runaterra, de la todopoderosa Riot), asociarse a este género parece una garantía de éxito.

Sin embargo, diseñar un videojuego de cartas puede ser una empresa mucho más complicada de lo que cabe imaginar. Demasiado a menudo los jugadores terminan por quejarse de un equilibrio entre mazos deficiente (lo que se conoce como balanceo), o estrategias desiguales que hacen que unas estén siempre en desventaja frente a otras. Al final, la frustración se adueña de los fans mucho más rápido que en otros géneros. Y si decae la base de jugadores, el fracaso está a la vuelta de la esquina, sobre todo si hablamos de un multi.

Ante lo resbaladizo del terreno, MegaCrit apostó por el a menudo olvidado singleplayer, aunando una mecánica dinámica de construcción de mazos durante la propia partida con el roguelike, un género de concepción sencilla y posibilidades muy amplias. Es, en esencia, la idea de exploración de mazmorras, casi tan antigua como el propio videojuego, pero con una pátina de desafío creciente.

Slay the Spire nos propone, tal como indica su nombre, “derrotar” a una torre, ascendiendo por ella y enfrentándonos a criaturas en diferentes habitaciones generadas de modo procedural. Cada partida es diferente, por tanto, y así también el mazo que vamos creando con las cartas que encontramos, partiendo de una construcción básica y de las habilidades específicas del personaje que hayamos elegido. Y si realmente queremos alimentar nuestra alma competitiva, tenemos una serie de desafíos diarios en los que no nos enfrentamos directamente a un jugador, sino a nuestra posición en el ranking mundial. 

El ritmo frenético de Slay the Spire no sería el mismo, sin embargo, si no contara con la banda sonora del australiano Clark Aboud. Un nombre que no dice demasiado en el terreno del videojuego, pero está claro que es solo cuestión de tiempo. Aboud supo crear una atmósfera misteriosa a través de un uso sencillo de los sintetizadores; dos voces en diálogo constante que bien podrían haber acompañado a alguna de aquellas películas de fantasía épica de nuestra infancia o adolescencia.

La banda sonora capta dos puntos clave del juego: la esencia del roguelike y su invitación a recorrer una mazmorra tras otra de modo incansable, y la lucha sin cuartel. La muerte definitiva o permadeath será el resultado si no acertamos con la estrategia de nuestro mazo; no habrá segundas oportunidades, tan solo nos quedará reiniciar la partida y empezar desde la base de la torre, de cero. Esa tensión constante se advierte en cada uno de los temas.

La épica alcanza su punto álgido en pistas como The Guardian Emerges, la que nos acompaña durante las duras (y a veces prolongadas) batallas contra los jefes finales.

O en la muy cinematográfica Dramatic Entrance. Sobran las explicaciones: no es necesario siquiera jugar para imaginar las escenas, para sentir cómo vibran nuestros nervios.

Que Clark es un maestro a la hora de captar este sentido de la aventura, con reminiscencias claras del cine, queda también patente en su trabajo más reciente: la banda sonora de Path of Giants, de Journey Bound Games, un estudio independiente formado por un matrimonio.  Se trata de una aventura de puzles en la que acompañamos a tres exploradores en su viaje por una cordillera nevada, plagada de desafíos, a la búsqueda de un tesoro. El ritmo es más sosegado en esta ocasión, como corresponde al género y al ambiente, invitándonos a reflexionar para superar las adversidades. 

Pero Clark puede moverse por registros todavía más diferentes. Es el responsable de la banda sonora de ese juego peculiar del que hablamos hace algunas semanas, Kind Words. Un entorno, una experiencia de conexión más que un videojuego al uso, que sin duda precisaba de una música que encajara con ese concepto tan inusual. El compositor se decide, por tanto, por un estilo lo-fi, bastante distinto a los trabajos que hemos visto antes. No cabe duda de que es perfecto para conseguir el estado mental de calma e introspección que requiere el refugio de Popcannibal.

La banda sonora de Kind Words, además de encontrarse también completa en Spotify, puede adquirirse por separado en Steam. La música tiene una importancia fundamental en este título, además: nos acompaña mientras abrimos cartas y enviamos nuestros pensamientos, pero podemos desbloquear nuevos temas de otros artistas si jugamos varios días seguidos. De modo que se convierte en un aliciente para acudir cada día a ese lugar seguro, donde se han llegado a depositar más de 200.000 mensajes de ánimo hasta la fecha. 

Otra de las bandas sonoras imprescindibles de Clark es la del juego Make Sail. Un título que nos propone construir nuestros propios barcos y surcar un océano junto a otros jugadores, encontrándonos peligros, bestias, islas remotas y vergeles que explorar. Lamentablemente, el juego, que fue lanzado en Steam hace casi dos años en Early Access, parece bastante abandonado por sus desarrolladores, ahogado en un mar de bugs y problemas de diseño. Al menos nos queda su música para evocar por nosotros mismos esa conquista del horizonte azul y la sensación de libertad a bordo de nuestro velero.

Un vistazo a su página web nos revela que Clark es un artista tan versátil como muestran todos estos trabajos. No sorprende que también haya sido elegido para colaborar con Nickelodeon para sus juegos basados en Spiderman: Into the Spiderverse o Teenage Mutant Ninja Turtles, probablemente a causa de la fuerte inspiración fílmica de su estilo. Su álbum más reciente es un remix en clave de “rock psicodélico”, en sus propias palabras, de cuatro de los temas principales de Slay the Spire. Como cualquier buen artista, también él sigue explorando la torre de sus propios sonidos, a la conquista del pináculo.