HBO España acaba de estrenar El último show, una serie de la Televisión de Aragón creada por el director de La casa de papel Álex Rodrigo y protagonizada por el célebre humorista Marianico el Corto. El pasado 1 de abril la misma plataforma estrenó Auga Seca, una coproducción gallego-portuguesa de Portocabo, compañía coruñesa responsable a su vez de la aclamada Hierro para Movistar+. Hace un año, el 29 de marzo de 2019, otro thriller gallego, O sabor das margaridas, triunfó en Netflix: no solo logró colocarse entre lo más visto en España, sino que en Reino Unido e Irlanda se convirtió en la séptima serie de habla no inglesa más vista del servicio. Hablamos con los responsables de estas series regionales que, gracias al streaming han llegado al público nacional e internacional, sin olvidar a pioneras catalanas como Merlí o Pulseras rojas.
Cuenta Álex Rodrigo que, siendo niño en su Zaragoza natal, fue de excursión con sus compañeros de clase a la Televisión de Aragón. Allí estaba Marianico el Corto, una estrella de la comedia y de la región que, vestido de baturro, con su boina calada y su fajín rojo, hizo reír a toda España durante buena parte de los años 90. Varios chavales se acercaron tímidamente a él esperando que les contara uno de sus chistes rurales, pero fuera del plató, mientras fumaba un cigarrillo y miraba las estrellas, el humorista estaba a otras reflexiones.
“Nos dijo, chavales, fijaros lo grande que es el universo y lo pequeño que es el ser humano. Y yo cortocircuité. De este flash, de pensar, qué coño dices Mariano, me empecé a obsesionar con qué hay detrás del cómico”, cuenta divertido Rodrigo, que después de labrarse una carrera como director de La casa de papel, regresó a su tierra para dar forma a un sueño: El último show.
“Imagínate que Marianico, en realidad, quiere ser un cineasta críptico, enigmático, surrealista como Buñuel. Porque el tema metafísico daba menos jugo para una trama”, continúa diciendo Rodrigo sobre la concepción de la serie. Solo faltaba convencer al protagonista, Miguel Ángel Tirado, y no solo respondió encantado a la posibilidad de cambiar de tercio con un personaje dramático, sino que terminó de redondear la premisa de la ficción. “Flipé porque me di cuenta de todo el calado de ternura y bondad que tiene. Y el foco ya no era el hecho de que quisiera convertirse en un artista intelectual y de alta cultura, sino en la crisis de identidad desde el punto de vista de una persona con tanta alma”, añade.
En este momento, Aragón Televisión decidió producir su primera serie de ficción, y tras competir con otros proyectos, El último show ganó. “Algo muy bonito ha sido juntarnos tanto en el equipo artístico como técnico con profesionales aragoneses con los que no había trabajado nunca porque con 18 años me vine a Madrid a estudiar”, a destacar en el elenco, Luisa Gavasa, Itziar Miranda, José Luis Esteban, Pablo Lagartos y los jóvenes Laura Boudet y Denis Cicholewski. “Para mí ha sido una vuelta en todos los sentidos, de hecho, me metí en casa de mi padre, en mi habitación, los seis meses que estuve grabando en Zaragoza”, confiesa Rodrigo.
Terminado el producto, Aragón TV comenzó a mover la serie entre las plataformas, y la primera que contestó, y se lo llevó, fue HBO España. Más allá de su localismo, Rodrigo defiende su atractivo, quizá global, del siguiente modo: “Yo creo que el poso que tiene El último show es una crisis de identidad y lo que yo llamo la tragedia de la adaptación: lo que nosotros queremos ser frente a lo que los demás quieren que seamos, que es algo que nos pasa a todos. Cómo te pones un traje, en este caso el de Marianico y en otros casos trajes más invisibles, para enfrentarte a relaciones sociales y laborales. La liberación de quitarte el traje y a la vez la paradoja y el conflicto de no saber si eres tú mismo con el traje, si sigues siéndolo sin él. Al final, hay un personaje muy local, pero una reflexión universal detrás”, asegura.
Entre España y Portugal: de Vidago Palace a Auga Seca
Alfonso Blanco, director general de la productora coruñesa Portocabo, defiende que esa autenticidad local que ahora valoran tanto las plataformas, es su marca de estilo y la razón de sus dificultades para acceder a la televisión nacional. “Lo que nos lleva saliendo, de manera natural, desde hace más de 20 años, es trabajar conectados al espacio donde suceden las cosas. A Pepe Coira”, su socio, “y a mí nos resulta muy difícil apoyarnos en la trama, hacer ficciones que sean ejercicios de estilo e independientemente de que el género sea una comedia, un drama histórico o un thriller, siempre construimos desde el entorno”, dice sobre Mareas Vivas, Vidago Palace, Hierro o la más reciente Auga Seca.
Rodada en gallego y portugués, esta última serie comienza con la muerte de Paulo Duarte. Un aparente suicidio en el puerto de Vigo que no convence ni al inspector
Viñas (Sergio Pazos) ni a la hermana del fallecido, Teresa (Victoria Guerra), que deja su vida en Lisboa para descubrir lo que realmente pasó. Pronto descubrirán que detrás de esta muerte se esconde una red de tráfico de armas liderada por Mauro Galván (Monti Castiñeiras), empresario de éxito y padrino de Teresa.
“Ahora se valora que un proyecto tenga un ADN propio y una mirada. El tema del tráfico de armas salió de un hecho real del periódico: robaron un arsenal de Lisboa que desapareció y nunca más se supo. Fueron muchas toneladas, así que pensamos, ¿qué pudo pasar con esas armas? Se intuía que eran militares de la guerra de Angola. Y todo esto encaja la historia con una cierta verdad que hace que el thriller sea más auténtico. Estoy seguro de que eso es lo que vio HBO”, que se hizo con la serie ya terminada para su emisión en la Televisión de Galicia y la pública portuguesa RTP, a través de su distribuidor, DCD Rights.
“Para nosotros fue una sorpresa mayúscula porque hicimos la serie para canales públicos con clara vocación generalista, pero como ambas cadenas están maduras para un producto más premium, lo diseñamos así”, cuenta Blanco. De hecho, la cuestión lingüística nunca fue un problema para HBO. Más bien al contrario. “Las plataformas han traído muchas cosas positivas, pero la gran aportación ha sido arrasar con los complejos del idioma. Les da igual. Y el doblaje existe. Si la gente consume series nórdicas, israelís o coreanas, yo puedo rodar en gallego para el mundo”, afirma Blanco, que agradece la oportunidad que brindan a las periferias estos servicios digitales sedientos de contenidos singulares.
“Nosotros éramos un país, a diferencia de otros en el mundo, con muy pocas ventanas: Telecinco, Antena 3 o Televisión Española. Eso generó un sector muy sólido porque se producía mucha ficción, pero muy concentrada en pocos canales y pocas productoras. Eso, para consolidar una industria, es bueno porque desarrollas un músculo muy fuerte. Pero hacía falta el siguiente paso, que es abrir la mano”, afirma Blanco. “Eso a las televisiones generalistas les estaba costando y lo hicieron Movistar+ y las demás plataformas, que no viven tanto de las audiencias como de la imagen. Entonces, apostar por un creador o una productora nueva es un riesgo menor que la tiranía de la audiencia”, remata.
El galician noir y O sabor das margaridas
El éxito de otro thriller gallego, O sabor das margaridas, puede hacer pensar al espectador foráneo que el galician noir, como muchos los llaman, es un fenómeno reciente. Pero como recuerda Ghaleb Jaber Martínez, cocreador de esta serie junto a Eligio Montero y Raquel Arias, y director de proyectos de la productora sita en la comarca de Santiago CTV, “desde la Televisión de Galicia estamos más que acostumbrados a ver esto en Matalobos o Serramoura”, ambas series de Voz Audiovisual, la primera emitida entre 2009 y 2013, y la segunda desde 2014 hasta hoy. “A nosotros nos viene de viejo, pero es curioso ver cómo la gente de fuera se sorprende al descubrirlo. Las etiquetas me parecen bien porque ayudan a reconocer, pero lo que demuestra es la calidad de un sector”, sentencia.
Netflix adquirió los derechos de emisión de O sabor das margaridas sobre el papel, concretamente un dossier, “porque les interesaba mucho la estructura y cómo estaba contada la serie”, que por entonces no tenía ni siquiera el guion. Jaber recuerda, además, que por aquel entonces, finales de 2017, el gigante no tenía oficinas en Madrid, de modo que la operación se gestó desde Estados Unidos. Tras su estreno en la TVG en octubre de 2018, el 29 de marzo de 2019 entró al catálogo del gigante sin mucho bombo y como la primera serie en gallego que accedía a la plataforma. Pero gracias al boca oreja se convirtió en un título popular en España y la séptima serie de habla no inglesa más vista en Reino Unido e Irlanda. Lo que provocó su inmediata renovación por una segunda temporada, actualmente en emisión en Galicia y próximamente en Netflix.
La premisa: una fría noche de 2010, unos días antes de la llegada del Papa Benedicto XVI a Santiago de Compostela, Marta Labrada desaparece en extrañas circunstancias en una gasolinera de Murias, un pequeño pueblo de Galicia. El miedo a que el caso salte a los medios de comunicación obliga a intervenir a la Guardia Civil, que envía a la teniente Rosa Vargas, a quien encarna María Mera. Hasta aquí, un thriller clásico. Pero una maleta con ropa ensangrentada y el hallazgo de una fosa con los cadáveres de 10 mujeres apuntan a un asesino en serie y una red de tráfico de mujeres.
“En la primera temporada se expone la problemática, sobre todo, desde el punto de vista del consumidor: aquí la cuestión no es hablar de las mujeres prostituidas, sino de quién hace posible que esto pase, los clientes”, cuenta Jaber. “En la segunda vamos a adentrarnos en quién está detrás de todo esto. Nuestra protagonista comenzará una batalla sin cuartel para desenmascarar una red de prostitución infantil que trabaja dentro de una ciudad, de modo que es un ambiente más urbano, aunque no desconectamos de la Galicia rural, y un final que más que la sorpresa, como en la primera, busca la catarsis del personaje y que el espectador, cuando lo vea se tenga que posicionar”, afirma el productor.
Sobre las barreras para acceder a la televisión nacional, Jaber señala: “Esta serie ha roto muchos estereotipos que nos encontramos en Madrid. No tenemos una superestrella, simplemente una muy buena actriz. Somos gente que nos hemos curtido haciendo ficción con presupuestos muy pequeños. Y que una serie en lengua gallega llegue al público demuestra que el idioma no es un obstáculo nunca. En el audiovisual se trata de jugar con las emociones que son universales”, asegura. “Las plataformas brindan una oportunidad porque van a apostar por talento nuevo, lo que va a abrir la puerta a productoras nuevas; y le va a dar una segunda vida a series que ya hemos visto. Eso da un valor añadido y potencia la amplitud de una industria cultural que no solo se centra en Madrid o en Barcelona”, añade.
Ficciones de Cataluña, País Vasco y Madrid
Estas no son, ni mucho menos, las únicas series autonómicas que han roto barreras. Y TV3 destaca por su magistral habilidad para colocar sus series, en catalán. Empezando por Polseres vermelles (2011-2013), la ficción que conquistó Hollywood de la mano de Steven Spielberg convirtiéndose, junto a Los misterios de Laura, en la primera serie española con un remake estadounidense. Y siguiendo con Merlí (2015-2018), que después de triunfar en Cataluña, entró al catálogo de Netflix, donde actualmente se puede visionar, para después generar un spin off, Merlí: Sapere aude, estrenado el 5 de diciembre en Movistar+. O Les de l’hoquei (2019-), otra serie juvenil, en este caso sobre un equipo de hockey patines femenino. Además de Benvinguts a la familia (2018-2019) o Si no t’hagués conegut (2018).
Para terminar, cabe destacar una ambiciosa coproducción interregional: La víctima número 8. En 2018 las televisiones públicas vasca y madrileña, ETB y Telemadrid, estrenaron este thriller, entre el terrorismo y el drama familiar, que hoy también disponible en Netflix. La sinopsis: una furgoneta atropella a varias personas en el casco viejo de Bilbao. Todo apunta a un atentado yihadista. Incluso hay imágenes del principal sospechoso, un joven de origen marroquí, huyendo del lugar. Pero él mantiene su inocencia.