La vuelta de Sidecars en 'petit comité': «En un teatro no hay trampa ni cartón»
Charlamos con Sidecars a propósito de su nuevo disco, ‘Ruido de fondo’, que se abre camino entre la incertidumbre gracias a los teatros. También a propósito de otras muchas cosas
El nuevo disco de Sidecars suena a todo eso que se mantiene ahí dentro a pesar de la vorágine ahí fuera. A eso de que el mundo se reduce al perímetro de cada uno y, sobre todo, a esos puntos en los que confluye con el perímetro de otros. Ahora que se acabó lo masivo, quizás sea un buen momento para apostar por lo íntimo. En la vida y en la música que, al final, es la vida.
Por eso –por eso y por razones obvias–presentarán Ruido de fondo, que ya habían terminado de grabar cuando llegó todo esto, en los teatros, un escenario donde se sienten como en casa –ya presentaron así Contra las cuerdas–. Me explica Ruly, el batería, que en un teatro no hay trampa ni cartón. «Se ve lo que es la banda. Se te ven las vergüenzas si las hubiere y se genera un vínculo especial entre el público y la banda», afirma. «La gente viene con disposición a pasárselo bien, pero también a prestar atención. Pasan cosas muy bonitas durante el show. Arrancan aplausos en momentos que no esperabas. Es un mundo totalmente diferente». Más allá de la conexión con el público, tocar en teatros es también una forma de reivindicar la música como forma de cultura, no sólo de diversión. «Cuando tocas en un festival, aunque también es cultura, la gente está mucho a la fiesta y al cachondeo. Lo cual es de puta madre, todos lo hemos hecho y a todos nos gusta».
Suena bien lo de los teatros, pero saben que nada está asegurado. «A ver si nos dejan. A ver si deciden que es igual de seguro dar un concierto en un teatro que una corrida de toros». Le pregunto si quiere entrar en ese tema. «No me tires de la lengua, porque estamos calentitos. No tiene sentido que suspendan un concierto que cumple todas las medidas de seguridad cuando estás a punto de salir a tocar y te marches de mala leche y veas, a la salida de la sala, una terraza con cincuenta personas sin mascarilla. Le entran a uno ganas de arrancarse los pelos de la cabeza».
Podríamos pasarnos horas hablando de ello, pero decidimos que ese es otro tema. Entonces aprovechamos esta situación tan incierta y este disco que se abre paso a través de esa incertidumbre para charlar sobre creatividad, sobre esta escena musical tan miscelánea y cambiante, sobre el esnobismo nostálgico, los sueños de la infancia y todo eso. Todas esas cosas que siguen aquí, aunque ahí fuera no pinte bien. Como dice la canción que abre el álbum: «Bienvenidos a este mundo imperfecto».
Quería hablar un poco sobre la trayectoria de Sidecars. Con Cuestión de gravedad disteis el salto, ¿cómo ha cambiado vuestra perspectiva desde entonces? ¿De qué os sentís especialmente orgullosos?
Con Cuestión de gravedad fuimos conscientes de que teníamos nuestra propia banda, una banda que iba a durar mucho. Tuvimos mucho tiempo para grabarlo y planear cómo queríamos que fuese la vida del disco, cuándo sacar las fechas de la gira…Nos fuimos a una casa de campo a grabarlo, algo con lo que siempre habíamos soñado. De lo que más orgullosos estamos es de seguir aquí los tres a pie de cañón. Llevamos más años juntos que separados, y eso si lo piensas da un poco de vértigo.
¿Ha cambiado mucho el panorama de la industria en España desde que empezasteis?
Sacamos el primer disco hace 12 años, aunque juntos llevamos unos pocos más. Cuando grabamos ese primer disco vino la crisis. Se juntó también el auge de la piratería. Después llegaron los festivales para quedarse, o así era antes de la pandemia. Al principio cada festival estaba muy cerrado a un tipo de grupos concreto, y a medida que crecían han ido abriendo el abanico. Eso nos incluye a nosotros. Desde luego el panorama ha cambiado. Ahora puede cambiar cada dos semanas, sólo hace falta que cualquier artista que aparezca en YouTube sin discográfica ni nada, lo pete.
¿Dónde situamos al rock en esta escena tan cambiante?
Pues no sé, porque hay un fenómeno curioso que llevamos comentando varios años. Se ve en festivales como el Arenal Sound, donde se juntan en un cartel artistas de palos muy diferentes. Ya no es como cuando éramos pequeños, que si eras heavy escuchabas heavy y si eras rapero escuchabas rap. Ahora un chaval escucha a C Tangana, a la M.O.D.A., a Quique González y a nosotros; y aquí paz y después gloria. Hay una eclosión de bandas. Desde dentro, nosotros seguimos escuchando cosas de hace muchos años y a veces estas cosas nuevas, de primeras, no las entendemos. Pero luego nos sentamos a escuchar y descubrimos cosas muy buenas, hay cosas que son impepinables, como el fenómeno Rosalía. Nosotros tardamos un montón en ver el tamaño de la movida, pero es que te sientas a encontrar el disco y dices ‘uf, esto es otra peli’.
Quizás la gente sea ahora más abierta de mente y haya menos de ese esnobismo nostálgico.
Total. Y es que además esa es la palabra [risas]. Al final, siendo esnob te pierdes muchas cosas. Yo soy el primero que he tenido muchos prejuicios y he acabado tragándomelos.
Pensaba al escuchar el disco que está compuesto pre-pandemia, vamos, en otra vida. ¿Cambiaría si lo compusierais ahora?
Hay un poco de oráculo en las letras. Es como si sin quererlo estuviera hablando de todo esto que está sucediendo, aunque ahí está también la magia de las canciones. Yo puedo estar hablando de una cosa que me ha pasado a mí, súper cercana, y tú escuchas la letra y de repente está hablando de tu movida, no de la mía.
¿Cómo pasasteis el confinamiento? ¿Fue más un momento de inspiración o de bloqueo creativo?
Yo he aprovechado para estudiar, porque tengo la suerte de tener una batería en casa. También he aprovechado para que bajase la pila de libros y la de series. Los primeros días estaba desubicado, como todos. Nos costó arrancar.
¿Y ha salido algo interesante de ello?
Hasta que no pueda volver a sentarme con una batería delante de la gente no lo sabré, creo. Lo más interesante ha sido aprender a disciplinar el trabajo. Más que hacia fuera, he aprendido hacia mí mismo. Creo que eso ha sido algo muy común.
¿Algún descubrimiento con el que te quedes?
Aproveché para terminar un libro que tenía pendiente, se llama Ponte creativo, de Questlove, el batería de The Roots. Es batería y productor y es muy curioso el planteamiento que te da para trabajar, respecto a la creatividad. Da una visión diferente y mola porque no habla sólo de música; junta tres cosas que a mí me gustan mucho: la comida, el humor –trabaja en el programa de Jimmy Fallon– y de música desde la perspectiva del batería de una de las bandas que más me flipan en la tierra.
¿Con cuál de tus grupos-leyenda te gustaría compartir escenario? Y, ¿con qué nuevo descubrimiento?
Nosotros somos muy fans de Petty, de Tom Petty, y habría sido un sueño haber podido tocar con él cuando vino a España. Ese es como el sueño desde pequeñito. De bandas nuevas no te sé decir, la verdad. Justo antes de la pandemia fui a ver un concierto de The Interrupters, un grupo que acababa de descubrir. De las cosas más divertidas que he hecho en mi vida. Pero ninguno de esos nuevos descubrimientos son mucho de nuestro palo como para tocar con ellos.
¿En qué momento y en qué lugar te habría gustado ser músico?
Ese momento de la historia en el que coincidieron los Stones, los Beatles, Led Zeppelin, Black Sabbath. No sé, te dabas una vuelta y… alucinante, eso. Hay muchas bandas que, más allá de su legado musical, me gustaría haber vivido sus vidas, el desarrollo de su público.