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Cultura

Un duelo perverso y visceral sobre el poder en la era del #MeToo

Miguel Ángel Solá y Paula Cancio presentan en los Teatros Luchana la obra ‘Doble o nada’ de la mexicana Sabina Berman

Un duelo perverso y visceral sobre el poder en la era del #MeToo

Doble o nada

No. Esta fue la única respuesta que obtuvo durante una extensa temporada, aquellos largos meses en los que la crisis sanitaria obligó a cerrar los teatros. Así recuerda Miguel Ángel Solá la parálisis que sufrió su actividad siempre en ebullición. Junto con su mujer, la actriz Paula Cancio, con quien comparte los escenarios desde hace muchos años, atravesaron esta época de incertidumbre y angustia. Ahora los aplausos ahuyentan algunos fantasmas. La pareja presenta en los Teatros Luchana Doble o nada, de la mexicana Sabina Berman, una obra que se estrenó en Buenos Aires en 2014 y que ha realizado temporadas intermitentes en varios teatros porteños. La obra, desde entonces, ha mutado, se ha enriquecido, y ha incorporado pulsos y voces sociales, en particular, las del feminismo.

El director de un periódico cita un sábado por la noche a la subdirectora de la publicación. Debe proponer de inmediato dos nombres para ocupar el puesto que está por abandonar. Los dos candidatos que elevará al Consejo Directivo son muy diferentes entre sí: una joven periodista que cree en sus redactores, una líder, por un lado; un inescrupuloso editor que espía y maltrata psicológicamente a sus compañeros, por otro. ¿Cuál es el criterio que regirá en esta decisión? ¿Cuál es el peso de nuestra vida privada en nuestras profesiones? ¿Es posible escalar laboralmente sin traicionar nuestros valores? Doble o nada, a modo de apuesta, de juego perverso, propone el encuentro entre un veterano de los medios y su discípula, interpretados por Solá y Cancio. La obra, dirigida por Quique Quintanilla y Manuel González Gil, dará varios giros en su trama, varias vueltas de tuerca.

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Imagen promocional de ‘Doble o nada’.

¿Cuán difícil es ser actor de teatro en época de coronavirus?

Paula Cancio: Es una sensación muy extraña. Primero, porque cada función es única, pero ahora sentimos no solo que es única, sino que puede ser la última de la temporada. No se sabe si van a cerrar los teatros de pronto. Hay entonces una presión añadida. Recién estrenamos. Hay mucho trabajo y mucho dinero invertido en esta producción [a cargo de Tío Caracoles]. Que no sepas cuánto va a durar es una sensación que te angustia. Nosotros tenemos la absoluta seguridad para trabajar porque vemos la desinfección que se realiza en el teatro y eso nos deja tranquilos a la hora de recibir al público. Nos sentimos, en cierto modo, responsables de llevar a cabo esta actividad, de que el público se acerque al teatro. Luego, a la hora del saludo, hay algo muy curioso. Ya de por sí las luces hacen que te ciegues un poco, pero antes lograbas distinguir una cara. Ahora es algo imposible. El día del estreno estaba mi familia entera y era incapaz de localizarlos.

¿Sienten la reacción del público cuando la obra presenta sus vueltas de tuerca?

Miguel Ángel Solá: Sí, de hecho la obra se ha ido modificado y siempre estamos atentos a lo que ocurre en la platea. Me refiero a un hecho social. Es una forma de trabajo muy particular que elegimos para trabajar con Quique Quintanilla y Manuel González Gil. La obra da noticias de sí misma y siempre estamos tramando caminos para poder ofrecer una nueva versión y que se vaya aggiornando. El desafío es enorme, y no hemos dado aún ese paso, pero está esta idea sobre la incorporación de la trama de la Covid-19.

Entonces, imagino que siguen en contacto en diálogo con la autora.  ¿Cómo sería esta incorporación de la pandemia al libreto?

MAS: Sí, ella ha sido muy generosa con nosotros. De todos modos, el tema del virus y las vacunas es algo delicado. Es muy difícil encontrar el camino para poder hacerlo. ¿Desde qué perspectiva? Además, sin perder la esencia de la obra, porque no es políticamente correcta.

¿Cuánto ha cambiado la obra desde su versión original a esta parte?

MAS: La primera transformación de esta obra se da cuando trasladamos el aspecto romántico que tenía a un aspecto más llano, más visceral. La segunda es una transformación basada en muchos recuerdos, a modo de conversación, y no de recordarle al otro personaje lo que ya había vivido. La tercera fue poder emparentar la obra a los momentos sociales que fueron estallando de a poco. Sabina [Berman] es combativa e intelectual y quiso a llevar a la palestra el tema de la violencia hacia las mujeres en México. Esto se potencia ahora con el momento que ha logrado el feminismo.

PC: La autora ha sido cómplice nuestra desde el primer momento. Cuando nos llegó el texto hicimos variaciones y en seguida se entusiasmó y empezó a colaborar desde México. Cuando pegamos el gran cambio de Testosterona a Doble o nada [tal es el título original y el actual], ella entendió que el texto guarda esta anécdota central y que este era un nuevo detonante. Es una sensación es muy extraña que a un autor le cambien el título, como si a una madre le cambiaran el nombre de su hijo, pero lo entendió.

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Momento de la representación de ‘Doble o nada’.

Una pareja que desafía un mundo siniestro

Miguel Ángel Solá es uno de los actores argentinos más prestigiosos, reconocido por sus trabajos en TV, teatro (las míticas El oro y el barro o Atreverse) y cine (Bajo bandera, Casas de fuego, etc.). Paula Cancio también ha trabajado en la pantalla grande, de la mano de Gracia Querejeta, en Felices 140, y en TV (El secreto de Puente ViejoHospital Central, etc.). Doble o nada no es la primera vez que actúan juntos. También lo han hecho en El diario de Adán y Eva, de Mark Twain, pero en este thriller psicológico la propuesta, a través de la trama y de las criaturas que componen, es bestial, perversa, claustrofóbica. Solá y Cancio, que han vivido en la Argentina y ahora están radicados en Madrid, desmantelan la idea que propone el mundo siniestro de esta obra: no es posible que las parejas trabajen juntas.

Miguel Ángel, creas a un gran manipulador, que nos manipula incluso a los espectadores y caemos en sus garras.

MAS: Está acostumbrado a trabajar en un mundo de segundas intenciones. Él sabe que, en definitiva, es el que más gana en esta situación, por muchos sentidos. A mí me hace desconfiar todo el tiempo. Sé que hay días que transmite algunas cosas al espectador; otros días, otras. Es un alma dividida.

Después de tantos años de interpretar a estos personajes. ¿Cambió aquello que piensan de los personajes que interpretan? ¿Los queréis más? ¿Los detestáis más?

PC: Lo que me pasa con Micky [el nombre de su personaje] es que yo he crecido con ella, y ella, conmigo. La Micky de hace cinco años no es la Micky de hoy, en todos los niveles. Esos cambios de texto repercuten en la seguridad con la que pisa, en los temas que toca y en la reacción del público. Además, cuando empezamos a hacer la obra, no estaba la reivindicación de la mujer que hoy sí tiene. El #MeToo no estaba tan en boca de la sociedad, no era tan explicito.

Vivimos en un sistema que nos espía. Nuestra vida privada y nuestra vida profesional están en senderos próximos. Ustedes siempre lo han vivido, quizá, por ser actores, pero ahora estamos todos expuestos. ¿Padecieron la exposición?

PC: Aquí en España es todo más tranquilo. Pero el tiempo que hemos estado en la Argentina no hemos sentido presión. Sí que quizá salían determinadas fotos en determinados momentos, como saliendo de tu casa, y que no te apetecía que salieran. Pero la prensa se ha comportado con muchísimo respeto. Cuando nació nuestra hija, tomamos la determinación de que no saliera ninguna foto. Cuando hemos ido a algún evento, una representación infantil, hemos pedido que la niña no saliera en las fotos, y lo han respetado profundamente

La obra pareciera estar escrita para ustedes, y ustedes, a su vez, con su interpretación, la reescriben también. Es una realimentación muy interesante que hace que la obra esté abierta, no inconclusa, pero sí permeable a nuevos cambios. 

MAS: Solamente están terminadas las obras que tienen directores con apetito por ser pintores clásicos y maravillosos. Esos directores te ponen un marco y de ahí no te dejan salir, no te alientan a seguir investigando, no cuentan con tu inteligencia. Hacen una especie de obra inaccesible. El teatro no es literatura; respira con cada función y, por alguna razón, incorpora a un público que descubre algo y cuando lo descubre empieza a asociar. Es recién ahí cuando cobra y empieza el verdadero sentido.

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