Qué significa ser berlanguiano… en tiempos austrohúngaros
Tan influyente en la cultura española ha sido la obra de Berlanga que la RAE acaba de incluir un adjetivo referido a ella. ¿Pero entendemos bien lo que es ser ‘berlanguiano’?
Es de suponer que si usted ha comenzado a leer este artículo será básicamente por una de estas tres razones: sabe la existencia del pueblo de Berlanga en la provincia de Badajoz y le llama la atención; no conoce el término y tiene curiosidad por saber a qué se refiere; conoce o intuye lo que implica el término y además conoce la obra del director valenciano Luis García Berlanga. Por tanto, a riesgo de no lograr engancharle en la lectura de este artículo, le aclaro que el gentilicio del Berlanga es berlangueño/a; que la definición del término la puede encontrar en el diccionario desde hace un mes. ¿Aún está interesado en el artículo? Perfecto, siga leyendo.
La inclusión del término berlanguiano en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española significa la consolidación y reconocimiento de una figura irrepetible en la cultura de nuestro país. La RAE incluye la palabra en su diccionario para designar situaciones que de alguna manera recuerdan a las planteadas en sus, ya míticas, películas. Sin embargo, ¿sabemos qué significa realmente y que implicaciones tiene el término en cuestión?
Más allá del absurdo
Podemos empezar por exponer lo que no significa berlanguiano empezando por absurdo o bullicioso. Si bien encontramos en las películas de Berlanga situaciones que se podrían calificar de absurdas, el absurdo no define su obra. Lo mismo ocurre con el bullicio. Es cierto que las películas de Berlanga son corales y todos hablan y actúan. Este aspecto es necesario, pero no es suficiente, para dar forma al término.
El propio Berlanga hablaba del esperpento de Ramón María del Valle-Inclán y de la influencia que tuvo el escritor y autor alicantino Carlos Arniches en su obra. Sin embargo, si bien es cierto que hay elementos de ambos, así como de los sainetes, en la obra de Berlanga, no la podemos reducir a eso.
Berlanga fue un reconocido erotómano. De hecho toda su obra está impregnada por un erotismo cotidiano, velado y sutil, con un inconfundible toque voyeur y por añadido fetichista. Sin embargo, berlanguiano no significa erótico o voyeur, ni mucho menos fetichista, ya que este tema es siempre periférico, a modo de un llamativo adorno en la trama de sus obras.
Aquellos que poseen conocimientos más técnicos sobre cine podrían decir que berlanguiano es una forma de describir un plano secuencia, es decir, una escena sin cortes en el montaje. No obstante, si bien es cierto que Berlanga era todo un maestro del plano secuencia, según él para ahorrar tiempo en el montaje, berlanguiano no es sinónimo de plano secuencia ya que este siempre es un medio y no un fin de su obra.
El esfuerzo colectivo
Si tenemos claro qué no es ser berlanguiano, vamos a ver qué lo es. Si hay algo que define lo mejor de la obra de Luis García Berlanga es que un conjunto de personas tiene que llevar a cabo un cometido relativamente mundano. Se trata de una misión que implica un esfuerzo colectivo, en el que hay que lidiar con situaciones que van de lo esperable a lo ridículo, normalmente obstaculizadas por la autoridad y/o la burocracia; pero que finalmente, tras materializarse, sale mal, tras lo cual estás personas vuelven a su vida anterior (o al menos eso suponemos los espectadores).
Lo anterior puede llevarnos a fruncir el ceño y pensar que eso no implica nada en especial, y que todas y todos tenemos proyectos que salen mal. Pero implica una postura vital muy concreta.
Por un lado implica esfuerzo colectivo. En las películas de Luis García Berlanga, los personajes individuales no tienen peso, con alguna excepción cómo su película Grandeur nature, Tamaño Natural de 1974. Aunque no fue escrita por él, sino por el guionista habitual de la etapa francesa de Luis Buñuel, Jean-Claude Carrière.
Las personas de distinta clase social, de distinto pelaje ideológico y de diferente profundidad moral tienen que trabajar de forma conjunta para conseguir algo, normalmente con una jerarquía muy marcada. Por tanto, la acción siempre está construida de forma colectiva.
Estoicismo y resignación
Si algo define la obra de Berlanga más allá de la acción colectiva es el estoicismo que caracteriza a los protagonistas. Una mala concepción de esta disciplina filosófica la equipara con la resignación. Pero promulga el aceptar las cosas como nos vienen. Es decir: valorar y aceptar qué grado de control tenemos sobre lo que nos ocurre y obrar en consecuencia.
Los personajes berlanguianos con frecuencia se ven superados por adversidades que dan al traste con lo que habían previsto. Esto es especialmente evidente en la célebre Bienvenido Míster Marshall, 1953. Al ver que el resultado no depende completamente de ellos, lo aceptan y vuelven a sus vidas cotidianas, en cierta medida un poco más sabios por la experiencia.
Colectividad y diferencias individuales
Visto lo anterior podemos entender que ser berlanguiano es saber trabajar de forma colectiva pese a las diferencias individuales. Siempre siendo conscientes, al menos al final del proyecto común, de que el resultado no depende por completo ni de la idea que se tenía de él ni del esfuerzo que se ha empleado en el mismo. Por lo que, tanto si el resultado es favorable como si no, hay que aceptarlo. Lo importante es el proceso y el aprendizaje que se deriva del mismo.
Para terminar, y si la lectora o lector ha llegado hasta aquí, dejo a su elección el investigar el término austrohúngaro y lo que significa en la obra del director valenciano. A ser posible, que lo haga de forma colectiva y disfrutando más el proceso que el resultado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.