Jonás Trueba: «Estamos excesivamente obsesionados buscando siempre lo más nuevo y al creador más joven»
El guionista y director de cine español este año es el editor invitado de la editorial Caballo de Troya
Acaba de saber que su película La virgen de agosto ha sido nominada a los Premios César en la categoría de mejor película extranjera. «No nos lo esperábamos», me confiesa Jonás Trueba desde el otro lado de la pantalla.
No es el cine lo que nos ha reunido a través de zoom, sino el hecho de que sea el editor invitado de Caballo de Troya para este 2021. Hace apenas unos días, presentaba los títulos que ha seleccionado y que destacarán en las librerías por el color amarillo de sus portadas en homenaje y recuerdo a Félix Romeo.
Repasando los anteriores editores invitados de Caballo de Troya se podría decir que tú eres un verso suelto: no solo no vienes del mundo del libro, aunque hayas hecho alguna incursión en él, sino que inicias tu colección recuperando un libro descatalogado.
Soy consciente de que la decisión de comenzar la colección publicando a Chusé Izuel es un poco extraña e, incluso, algo controvertida. De hecho, yo tuve mis dudas sobre si estaba haciendo lo correcto, pero sentí que tenía que recuperar Todo sigue tranquilo, un libro con el que tengo una relación muy especial desde que lo leí por primera vez con veinticinco o veintiséis años. Se trata de un libro que siempre me ha acompañado, que he compartido con amigos, con gente más joven que yo en los talleres de escritura y guion que doy. Y, la verdad, es que la respuesta que he tenido por parte de estos lectores más jóvenes ha sido siempre muy positiva, pues los relatos de Chusé les despiertan interés casi tanto como el propio autor, que les resultaba del todo desconocido. Cuando me ofrecen ser editor invitado en Caballo de Troya, me doy cuenta de que se abre una ventana de posibilidades para Todo sigue tranquilo, que estaba descatalogado y bastante olvidado. Esto me frustraba mucho.
Y de ahí que sea este título el primero de todos.
Claro. Y, más allá del hecho de que los relatos me gustan y que puedo defenderlos sin problema, me parecía interesante que, recuperando Todo sigue tranquilo, una editorial como Caballo de Troya pudiera abrirse a algo distinto de lo que se espera de ella, si bien, para la mayoría de los lectores, Chusé no deja ser una voz nueva.
Habría que preguntarse qué es una «voz nueva». ¿Es la de un autor joven o, simplemente, la de un autor no (muy) conocido?
Sin duda. Leyendo los medios culturales, me da la impresión de que estamos excesivamente obsesionados buscando siempre lo más nuevo y al creador más joven, considerando la novedad y la juventud como un valor por sí mismos. Y yo que tengo muchos amigos jóvenes, gente entre dieciocho y veintidós años, puedo decirte que, tal y como ellos mismos me han contado, sufren bastante con toda esta presión por obtener fama y éxito siendo todavía muy jóvenes, una presión que no creo que nuestra generación tuviera. Ahora, sin embargo, me encuentro con chavales de diecisiete años que se siente frustrados por no haberlo petado con una canción o por no haber obtenido la fama con una película… Y, claro, yo los miro atónito, pero creo que esta frustración se debe en parte a que, en estos últimos años, los medios han insistido mucho por en la idea de lo nuevo y lo último como valor. Y, sin embargo, para mí lo bonito es poder pensar que un libro, como una película, puede tener varias vidas y, sobre todo, puede prolongar su vida a lo largo del tiempo. Decía Juan Ramón que los libros son diferentes a lo largo del tiempo y es así. Este Todo sigue tranquilo de hoy es distinto del libro que se publica en 1994 y no solo porque el orden de los relatos es diferente, sino porque los lectores de hoy y su contexto no son los mismos que aquellos que leyeron a Chusé en los noventa.
Recuperando a Chusé y dando a la colección el color amarillo estás, a su vez, homenajeando a Félix Romeo.
Porque tengo una deuda con Félix y he querido hacer algo que a él le hubiera gustado. Yo hablé mucho con Félix de Todo sigue tranquilo, pues fue él quien me lo descubrió y quien me habló por primera vez de Chusé. Hablé mucho con él de estos relatos, que son muy notables, a pesar de haber sido escritos cuando Chusé tenía apenas dieciocho años. Y, sí, volviendo a lo que comentas, el color amarillo de la colección y la recuperación de este libro es una forma de reivindicar y homenajear a Félix y a toda esa generación. Y espero que haya gente que, después de leer Todo sigue tranquilo, descubra a Félix y Amarillo, que es uno de sus libros clave.
Si antes hablábamos de la obsesión con lo nuevo, tu colección rompe también con la idea de generación.
Puede ser. Lo que hicieron Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez fue un gran trabajo, le dieron un vuelo a la editorial que no había tenido antes precisamente porque apostaron de manera muy clara por lo generacional. Y sus libros funcionaron muy bien. Cuando a mí me ofrecieron hacerme cargo de la editorial durante un año, lo primero que les dije a los editores del grupo es que yo no podía continuar la línea trazada por Luna y Antonio. Aunque hubiera querido continuarla, no habría podido, porque no tengo la capacidad de conexión con gente joven y creadora que tienen ellos. Desde el grupo me tranquilizaron y me dijeron que tenía la libertad de hacer otra cosa, que no me contrataban para hacer lo mismo.
De hecho, lo que define Caballo de Troya actualmente es que cada nuevo editor deja su sello.
Cierto y, como te decía antes, creo que Luna y Antonio han hecho un trabajo muy bueno. Lo que me propuse desde el inicio -y espero conseguirlo- es darle a la editorial otro tono, pero no en contra de algo o de alguien, sino para sumar una mirada nueva. Por esto pensé que podía estar bien publicar a autores no tan jóvenes y que, si bien tienen una trayectoria, no son tan conocidos. Por esto, decidí que la colección se definiera por la diferencia generacional entre los autores y por la mezcla de géneros: no me interesaba quedarme en la narrativa pura, sino apostar por el ensayo o por la poesía.
Y has apostado por autores que provenían de la poesía y que, de tu mano, van a estrenarse como narradores.
Quizás porque soy principalmente lector de poesía, son muchos los poetas a los que admiro y, entre ellos, están Julieta Valero y Alejandro Simón Partal, de quienes he leído casi todo. Así que, cuando me hice cargo de Caballo de Troya, contacté con ellos con las ganas de poder leer algo suyo que no fuera en verso. Y se dio la casualidad de que ambos estaban trabajando en dos obras en prosa, que me gustaron desde el primer momento. El primero de los dos que sale es el de Violeta, Niños aparte. Se trata de un libro que dialoga con la obra de otro autor al que admiro mucho, Mariano Peyró, que también es un poeta que dio el salto a la narrativa con un tipo de libro que nadie estaba escribiendo por entonces. El libro de Violeta como los de Mariano son desacomplejados con respecto a lo poético y aportan algo nuevo a la ficción, en cuanto ambos escriben sin perder el poeta que llevan dentro.
En una entrevista comentabas que, quizás, la novela más «clásica» es La parcela de Alejandro Simón Partal.
Sí, es así. Podríamos decir que La parcela es una novela con un principio y un final y con un personaje que te cuenta en primera persona una serie de peripecias. Ninguno de los otros títulos, por el contrario, se atiene a esta estructura. Quizás el que más se atendría es Vilnis de Barbara Mingo, pero se acerca más a la crónica que a la novela. Al final, el problema son las etiquetas; no dejamos de darle vueltas a lo que es ficción y lo que es realidad y esto lo vemos en libros donde, por ejemplo, los autores se convierten en personajes. Esto lo hace Barbara con mucho humor, pero, sobre todo, lo que destacaría de ella es que es muy genuina. Como espectador de cine o como lector, yo no busco una obra perfecta, pero sí que sea genuina, auténtica, es decir, que sea la obra de su autor y no una imitación.
En relación con la mezcla ficción y realidad, me gustaría preguntarte sobre el libro del cineasta Andrés di Tella, director de un interesante y «sui generis» documental sobre Ricardo Piglia.
Su libro es muy fiel a su trabajo en el cine. Andrés es un cineasta muy interesado en la literatura cuyas películas están siempre muy bien escritas. La pena es que en España no es muy conocido su trabajo fuera de determinados círculos muy cinéfilos. A mí me apetecía mucho publicar un libro como Cuadernos, que escapa de cualquier clasificación. Es una obra híbrida, donde Andrés reflexiona sobre cuestiones que, a priori, pueden interesarnos solo a los cineastas, pero, a la vez, te habla de literatura, de historia, de viajes…Es decir, alguien que sea completamente ajeno al mundo del cine va a disfrutar muchísimo de Cuadernos, a través de cuya lectura descubrirá películas y directores, cuyas menciones se van mezclando con la vida del propio Andrés. El otro día en la rueda de prensa, muchos de los autores, empezando por el propio Andrés, comentaban que estos libros que ahora vamos a publicar se han ido escribiendo sin demasiada premeditación y sin un propósito claro. Por esto, muchos de ellos son una acumulación de experiencias y de vida a la que se le ha dado forma.
Leí que, en casi todos los casos, fuiste tú a buscar a los autores. No esperaste a que te llegaran manuscritos.
Sí, no en todos, pero en muchos casos así fue. Así pasó, evidentemente con Chusé, pero también con Violeta, Barbara… aunque, incluso así, cada caso fue distinto. Sin embargo, el libro de Socorro Jiménez me llegó recomendado. Sería absurdo que yo hubiera pretendido ser un editor de mesa que lee todos los manuscritos que le llegan. Yo no soy un editor profesional y, de hecho, creo que no se me contrata para que lo sea, sino para que busque y encuentre una serie de libros que, de otra manera, no llegarían. Entiendo que una parte del trabajo del editor es leer manuscritos, pero creo que lo que yo tenía que hacer era rebuscar entre mi mundo. Esto no significa, evidentemente, que no lea los manuscritos que han ido llegando y, de hecho, en algún caso lo he hablado con otros editores del grupo, confiando que ellos podían estar interesados en alguno en concreto. Lo que te puedo decir es que, en este tiempo de trabajo en Caballo de Troya, me he quedado sorprendido de la gran cantidad de gente que está escribiendo.
Seguramente, por una cuestión económica, hay más gente escribiendo libros que haciendo películas.
No te creas. A mí me llegan continuamente guiones y tengo la sensación de que hay un montón de gente queriendo hacer películas. Puede llegar ser abrumadora toda esta abundancia, pero creo que es algo positivo y me alegra que así sea. Me acuerdo de que con Félix Romeo comentábamos que es muy habitual encontrarte con personas que se quejan del exceso: no solo del gran número de gente que escribe, sino también de la cantidad de libros que se publican. Tanto para Félix como para mí, sin embargo, esta abundancia no era un problema, sino más bien lo considerábamos como un síntoma positivo de la curiosidad cultural de un país. Y algo hay de esto seguro, si piensas que España es uno de los países que más libros traduce, mucho más que Francia, Inglaterra o Italia. Esto es reflejo de unas ansias por leer, por ver películas… es decir es un síntoma de curiosidad intelectual. Por esto, si bien comprendo las quejas y soy consciente del riesgo de saturación, estoy muy a favor de que se escriban muchos libros y se hagan muchas películas, sobre todo porque, de lo contrario, significaría que quien escribe y quien hace películas son siempre los mismos. Y no hay nada más negativo que un escenario cultural hiperselectivo donde quienes lo ocupan son los de siempre.
Hay también un problema de visibilidad: siempre recae en los mismos.
Totalmente. Esto se ve muy claramente tanto en el mundo de los libros como en el cine. Se suele estar demasiado pendiente de lo que hacen determinados nombres y/o de las recomendaciones de El País. Y lo que habría que hacer es salir de estos canales y darles oportunidad a otras cosas, ojear otros libros, ver otras películas. En este sentido, creo que, en los últimos quince años, el mundo del libro se ha enriquecido mucho con el boom de las editoriales independientes, que ofrecen títulos distintos y autores que no son de los que todos hablan. Quizás no seamos muchos los lectores de estas editoriales, pero sí que conformamos un grupo de fieles y creo que Caballo de Troya se beneficia precisamente de estos lectores que buscan algo diferente entre todo lo que se publica.