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Selva Almada: «No creo en la intuición femenina, ni en que las mujeres salven a los hombres»

Con ‘No es un río’, la escritora completa su trilogía de varones, inaugurada con ‘El viento que arrasa’ y seguida por ‘Ladrilleros’

Selva Almada: «No creo en la intuición femenina, ni en que las mujeres salven a los hombres»

Grillo Valdéz | Penguin Random House

«Para Delia no había cosas de Dios ni cosas del diablo sino que era todo lo mismo: creencias de gente bruta», dice el narrador de No es un río (Literatura Random House, 2021), la nueva novela de la escritora argentina Selva Almada, donde el monte, los pueblos y su gente narran esa Latinoamérica rural a través de un realismo violento.

La novela llega a España presentándonos una visión de Latinoamérica tan poderosa como la de un cronista que relata la realidad. ¿Pero cómo se relata la realidad latinoamericana? Desde la ficción y el realismo, así como el creado por Almada quien vuelve a centrarse en la masculinidad, siendo esta la última novela de una trilogía dedicada a los hombres, la ruptura de sus roles y la violencia hacia las mujeres, a la muerte y sus muertos repentinos.

En No es un río los personajes masculinos colonizan el “monte” como lo llama la autora, esa selva misteriosa llena de acertijos que desvelan a los habitantes de un pueblo, a los hombres y sus mujeres, sus creencias, sus conexiones con la vida, la muerte y la naturaleza.

Al igual que otras escritoras latinoamericanas, el realismo mágico o el gótico fantástico se centran en la narración. Los personajes pueden ser humanos, animales o vegetales que vagan con el lector dentro de un pueblo rodeado por un río donde los humanos, sus contradicciones y sus consecuencias se encuentran bajo una niebla misteriosa. Almada tiene ecos de Quiroga, Rulfo o Borges, o de autoras como Cristina Rivera Garza o noveles como María Fernanda Ampuero o Mónica Ojeda, obras donde se cruzan la violencia y la naturaleza, las madres y las hijas, los hombres amantes y exploradores, el folclor y la magia.

Conversamos con Selva Almada a propósito del lanzamiento de su libro en España.

Selva Almada: “No creo en la intuición femenina, ni en que las mujeres salven a los hombres” 1

¿Qué te hizo escribir este libro? ¿Cuál fue tu búsqueda en este último libro que pertenece a una trilogía sobre masculinidades?

El disparador del libro fue, como me ocurre bastante, una anécdota que escuché en una reunión de amigos. Allí uno contó que había pescado una raya gigante en el río, me interesó, quise saber cómo se hacía, es decir cómo la sacaban del agua ya que no es un pez común y corriente, y me impresionó la historia que me contó. Me pareció una buena escena para empezar una historia. Ya había trabajado universos poblados de varones en mis dos novelas anteriores así que decidí continuar, y tal vez cerrar, ese universo.

¿Qué descubriste de los ríos y la selva o de las ciudades versus los pueblos al escribir? ¿Cómo cambió la naturaleza tu visión de los personajes?

Todo lo que escribí se desarrolla siempre en el litoral de Argentina, que es también el lugar donde crecí. Me interesa la idiosincrasia rural, pueblerina, alejada de las grandes urbes, su manera de ver el mundo bastante distinta a cómo se concibe en las ciudades. Hay una intemperie en esos paisajes y en esos personajes que a mí me resulta muy atractiva a la hora de escribir. Además hace tiempo vengo trabajando con la lengua de esa región, con sus modos de decir, en un sentido poético, claro. Es decir: como poética, no como indagación sociolingüística.

¿Son la selva y el fuego otros personajes de la novela?

El monte, que es una selva pero diferente, más pequeña. Sí, en esta novela aparecen con tenacidad e insistencia, son dos personajes más, entreverados con los personajes humanos y animales que son parte de la trama. El monte sobre todo con su doble faz protectora y amenazante, según quién lo mire; familiar para los lugareños que se sienten unidos a él como se sentirían unidos a una persona querida. Indómito para los forasteros. Y el fuego también como un elemento devastador y al mismo tiempo purificador.

¿Podríamos decir que es una novela sobre la violencia humana versus la naturaleza salvaje? ¿Una complementa a la otra?

Creo que es una novela donde aparecen dos universos definidos y diferentes, la historia del choque de esos dos universos que termina siendo violento. Los que matan gratuitamente a la raya desencadenan una serie de conflictos con aquellos que sienten a la raya, a todo lo que vive en la isla, como parte de sus propias vidas. Estos personajes de la isla también son humanos pero viven en igualdad de condiciones con la naturaleza, no se sienten dueños de ella, no avanzan sobre ella sin importarles nada. La respetan porque también es de ella de donde sacan el pan de cada día.

Los hombres de la novela desvelan una grieta en los roles del qué es la masculinidad, ser hombre y sus consecuencias ¿La masculinidad está en decadencia?

Primero tendríamos que definir la masculinidad y la verdad es que no tengo una definición precisa. Si hablamos de una masculinidad misógina y violenta ojalá esté en decadencia, creo que sería un alivio para la mayoría de nosotros, también para los varones. Pero sí es cierto que cuando pensamos que el machismo sólo hace mella en las mujeres estamos en un error: también le debemos el avasallamiento de la naturaleza, el extractivismo, el capitalismo.

En algunas escenas la amistad entre los tres personajes masculinos roza el erotismo. ¿Quisiste darle complejidad a esa parte de la masculinidad que está cercenada o silenciada?

Observando a los varones, me refiero a los heterosexuales, me parece que siempre hay un erotismo que fluye entre ellos aunque inmediatamente es sofocado con el chiste. Los jugadores de fútbol tocándose el culo en los partidos cuando festejan un gol; los amigos que se manotean la bragueta en un juego de manos; amagues que se dan en la vida cotidiana y que siempre se rematan con una carcajada para dejar en claro que era solamente una broma. La escena en que los tres bailan cumbia es muy sensual, pero también muy feliz… las mujeres bailamos entre nosotras sin que eso implique otra cosa que comunicarnos de una manera alegre y amorosa. Me gusta pensar que entre hombres rudos como mis personajes también puede darse esa comunión. O la otra escena cuando el César apoya su mano en el brazo de Aguirre, buscando apoyo, cercanía.

Un lenguaje simple para construir una historia compleja. ¿Por qué decidiste escribir esta historia a través de la simplicidad?

Me gusta trabajar con las maneras simples de decir de las personas simples. Los lugares comunes, las frases hechas, los regionalismos. Eso que parece quedar afuera de una literatura que aspire a lectores formados y que parece sólo material del folclore. Tomar ese lenguaje y que tenga una función poética en la trama; que sea la música de la narración. Es algo que vengo haciendo en las novelas anteriores pero en esta me enfoqué mucho más, trabajé muchísimo el recorte y la concentración de las escenas para que esos giros brillaran. Admiro mucho la poesía, soy lectora de poesía, y creo que eso se filtra en esta novela.

¿Crees que las mujeres, como el río o el fuego en la novela, mueve a los personajes masculinos? ¿Ese fuego las convierte a ellas y a ellos en personajes más complejos?

No, no sé. No diría eso, no diría que las mujeres de la novela mueven a los hombres. Son relaciones complejas, sí: madre e hijo, amante y amigos, madre e hijas también. Pero no siento que ellas los muevan o viceversa. Me gusta pensar los relatos como organismos donde de algún modo todos los elementos se relacionan, todos tienen algo que ver en el funcionamiento de los otros.

Las mujeres siempre salvando a los hombres o el fuego como la rabia femenina quemándolos. La polaridad: violencia masculina versus intuición femenina ¿Se podría etiquetar la novela como feminista o reivindicativa?

No creo en la intuición femenina, ni en que las mujeres salven a los hombres y si vamos al fuego, hay muchísimos ejemplos muy concretos donde ocurre exactamente al revés: es la rabia de los varones la que prende fuego mujeres, hablando literalmente. No sé si es una novela feminista. Sólo puedo decir que yo soy una persona feminista que también escribe. O una escritora que también es feminista.

En varias escenas hay una niebla simbólica, esotérica. ¿Crees que, particularmente las escritoras latinoamericanas, están volviendo a esa tradición del realismo mágico o gótico latinoamericano que fue tan visible entre los escritores de los 60 y 70?

No lo sé. Siempre escribí muy cerca del realismo, pero también es verdad que en Argentina como en muchos otros sitios de América Latina, el realismo está lleno de elementos mágicos. Lo esotérico está muy entreverado con la vida cotidiana, las creencias muy arraigadas. Y en No es un río quise trabajar también con esos elementos porque también es una novela sobre la muerte, sobre un tipo de muerte: la repentina, la que llega sin aviso y sin tiempo para preparase ni para preparar a los que quedarán vivos. Esas conversaciones inconclusas entre los vivos y los muertos son los fantasmas de este relato. Y la isla y el río me parecen espacios literarios ideales para este tipo de historias.

 

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