Maite Alberdi, directora de 'El agente topo': «La pandemia ya existía en las residencias de ancianos y se llama abandono»
La película de detectives ‘El agente topo’ ha sido nominada al Óscar al Mejor Documental
Cuando falleció la mujer de Sergio Chamy, al octogenario se le echaba la casa encima. Al llegar de la calle, todo le recordaba a su compañera de vida. Un anuncio en el periódico chileno El Mercurio le brindó una oportunidad para gestionar el duelo. Rezaba: «Se necesita adulto mayor hombre: jubilado entre 80 a 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo de la tecnología». Cumplía todos los requisitos, excepto lo de ser ducho con el móvil.
La oferta de empleo procedía de una agencia de investigación privada, así que a su edad, se postuló para seguir los pasos de Hércules Poirot, Philip Marlowe y Sherlock Holmes. Metafórica y literalmente, porque su misión, infiltrarse en una residencia de ancianos, iba a conformar la materia prima de un documental titulado El agente topo, que ya ha hecho historia con su nominación al Óscar. Aquel proyecto de la directora Maite Alberdi (Santiago de Chile, 1983), en coproducción con España a través de Malvalanda, aspiraba a destapar la mala praxis en los hogares de la tercera edad, pero en su lugar, se ha convertido en una reflexión profunda sobre la soledad. Este viernes, 19 de marzo, se estrena esta pequeña gran película de detectives.
¿Cómo fue el proceso de casting de tu protagonista?
En realidad fueron dos procesos. En el primero seleccioné al detective, para lo cual llamé a todas las agencias de investigación que hay en Chile. Tras muchas entrevistas, me decanté por Rómulo, porque me dejo trabajar con él y pensamos juntos cómo se podría filmar esta película sin echar a perder y romper la confidencialidad del caso. El siguiente casting fue el de Sergio. En un principio ya contábamos con un agente infiltrado mayor con el que Rómulo trabaja habitualmente, pero un mes antes del rodaje se rompió la cadera, así que pusimos un anuncio por palabras en el periódico.
¿Qué nos dice de nuestra sociedad el hecho de que una persona de más de 80 años responda a un anuncio de empleo?
A mí también me sorprendió. En Chile, las jubilaciones son tan mínimas que los ancianos prefieren tener un trabajo donde les paguen 500 euros y perder los 50 que reciben. Mi país está lleno de adultos mayores trabajando porque las pensiones no les alcanzan ni para comprar el pan. Por otro lado, también habla del olvido que sufren. Los jubilados quieren estar integrados y tener un rol social, porque están aburridos en sus casas.
A lo largo del documental se puede comprobar que Sergio no es lo que se dice muy hábil con las tecnologías. ¿Qué otras virtudes fueron las que os llevaron a elegirlo?
Cuando lo vi llegar, no lo podía creer, era él. Fue un flechazo. Como había trabajado de detective un tiempo tenía voz y voto, así que busqué argumentos racionales, más allá de ese impulso súbito. Sergio era viudo, así que iba a ser libre para moverse. Era el peor espía del mundo, pero esas no eran las dotes que más me pesaron.
¿Cuáles son tus referencias en el género de detectives?
Otto Preminger y su película Laura (1944) es mi gran referencia, pero también vi mucho la serie del director argentino Damián Szifron Hermanos y detectives, ya que ironiza con los iconos del género de manera graciosa. Ha procesado los objetos, los encuadres, el tipo de lentes, la luz, la música… En El agente topo la única seña de identidad del cine negro que he podido mantener a lo largo de toda la película ha sido la música, porque en el hogar ya no podía poner luces…
¿Cuánto tiene que ver este proyecto con el deseo privado de emular a personajes del cine negro y la literatura?
Todo, quería hacer un documental de detectives. De hecho, antes del rodaje, trabajé como detective con la agencia a la que contraté para poder investigar. Le pedía prestados los gadgets y usaba un lapicito con cámara para filmar. Sé usar todos los aparatos porque fui tres meses asistente de Rómulo: seguía los casos, recibía a los clientes, anotaba y seguía a gente.
¿Qué similitudes encontraste en el proceso con el trabajo de documentalista?
Su oficio es muy parecido al mío, porque pasa mucho tiempo sentado, por ejemplo, frente a un edificio esperando que salga alguien para conseguir la foto, y yo estoy tres horas con mi cámara aguardando que pase algo que espero. Es un trabajo de observación, de esperar con paciencia mientras espías la vida del otro. En mi caso, hasta que sucede lo inesperado y captas la imagen que necesitas para armar tu historia. El de detective es un trabajo muy similar a mi voyeurismo cinematográfico.
¿Qué dificultades tuvo grabar en el interior del hogar?
Ay, muchas. Era un campo minado. No supimos que teníamos la película hasta el último día de rodaje, porque en cualquier momento lo podían descubrir. El tercer día, Sergio ya se quería ir, porque no lo aguantaba más. Corrimos bastante riesgo de que no terminara la investigación. Además de que tuvimos que mentir para entrar. Yo lo hice primero y Sergio, dos semanas después. Actuamos como si no nos conociéramos. Sergio era uno más. Cuando terminamos de filmar y de montar, les dije a los dueños que en realidad era un detective privado.
¿Te supuso el engaño algún problema ético?
Yo entré con prejuicios, con la idea de denunciar maltrato. Pensé que había algo malo y quería investigarlo, pero cuando me di cuenta de que era bueno y les había mentido, me dolió.
¿Te han perdonado?
Sí, mucho, porque aman la película. Están felices con el resultado, ya que les representa. La usan y la promocionan. La gente parte de echar la culpa a los responsables de las residencias, pero estoy tranquila, porque el documental plasma lo buenos que son.
El agente topo ha terminado siendo una mirada tierna, pero crítica a la situación de soledad en la vejez.
En la película no ves una lectura unívoca de la soledad. Hay personas ultra activas, otras que tienen demencia, otras que quieren amar, que están bien pero se sienten solas, como esa señora que está en pleno uso de sus facultades y lleva 25 años allí, porque cuando en el pueblo las mujeres se quedaban solteras se iban a vivir a un hogar de ancianos. ¿Por qué se encierran ya a los 55? El documental habla de una generación y de un contexto donde conviven muchas formas de vivir la tercera edad. Lo que es transversal a todos, es que se sienten solos.
¿De qué manera ha cambiado la percepción de tu la situación en los geriátricos durante la pandemia?
Mi idea fue previa a la crisis sanitaria, y pretendía visibilizar el aislamiento y la soledad, así que ahora la película ha puesto un dedo en una llaga profunda. Tiene un dolor que no tenía cuando la estrené en Sundance en enero del año pasado.
¿Cómo ha sido la vida en la residencia que retratas durante estos últimos meses?
La pandemia ya existía, está instalada ahí y se llama abandono. Las cosas no cambiaron mucho con la COVID, porque la gente ya se moría sola, no van a verlos cuando estaban enfermos y se sienten solos, no viene nadie a los funerales. Lo que sí me contó la directora del hogar es que durante la pandemia empezaron a llamarle familiares que no venían hace cinco años, así que para que la gente hablara con sus padres tuvo que instalar un ordenador con Zoom. La pandemia ha impactado más en los de fuera, que ante la imposibilidad de ver a su papá o a sus abuelos se han preguntado cuánto hacía que no iban a verlos. Se ha tomado conciencia del abandono, que muchas veces no responde a una maldad. Uno está súper conectado, pero no vinculado, se piensa en las personas, pero no se hacen las acciones concretas para estar en contacto con ellas..
En La Once (2015) filmaste los encuentros de tu abuela y sus amigas desde la infancia, y ahora estrenas El agente topo, sobre la vida en una residencia de ancianos. ¿Qué es lo que tiene la tercera edad que tanto te interesa retratarla?
La memoria me obsesiona. Ahora, de hecho, estoy filmando a un matrimonio, formado por un señor de 60 años al que diagnosticaron Alzheimer bastante joven, a los 55, y su mujer, que ha ido integrando la enfermedad en su vida. Será una historia de amor. De algún modo pueden seguir siendo pareja a pesar de la demencia, porque ella no ha restringiendo su sociabilidad. Hay tantas maneras de vivir la vejez, que los temas no se agotan.